La oposición política venezolana tiene por costumbre intervenir sólo en los
momentos electorales y, como siempre pierde, extenuada
se dedica a descansar para después reiniciar el ciclo: nueva elección,
denuncia de fraude, realización del mismo, lectura de resultados “irreversibles”
por parte de la señora Lucena, período de despecho (en la última elección
presidencial se incluyó un tímido e inofensivo pataleo), y otra vez a descansar
mientras se espera la próxima elección.
No hay continuidad opositora porque
no se ha entendido que en Venezuela las elecciones no constituyen el registro
del derecho de la mayoría a gobernar, sino el mecanismo mediante el cual se
intenta legitimar la perpetuidad de un gobernante; de ahí que la verdadera
elección se realice y se asegure por parte del Gobierno antes de ser convocada,
aprovechándose de la siesta pre electoral que, con pasmosa regularidad,
disfruta en cada oportunidad la oposición al chavismo.
Preocupa que el período post elección de la realizada el 14-4-2013 corra la
misma suerte de las anteriormente comentadas, es decir, la inanición mientras
se espera por un triunfo en las próximas
contiendas (AN, Revocatorio y presidenciales 2019) y se practique la norma del
beduino: “ que para ser Gobierno sólo le bastaría sentarse a la puerta de la
tienda a esperar que pase el cadáver del enemigo”, una victoria electoral que
nunca se dará (si la gana se la roban) mientras la oposición no pueda asegurar
las condiciones necesarias para una elección democrática. El propósito no
es ganar la próxima elección sino
asegurar su carácter democrático; si esto se logra, entonces si podremos
confiar en que ganará quien obtenga más votos.
En ese sentido nos preguntamos: ¿se
podrá ganar y cobrar sin traumas alguna elección mientras los cubanos sigan
gobernando este país?; ¿mientras tengamos un TSJ dependiente del Ejecutivo y
cuya presidenta pregone y aplauda públicamente la falta de autonomía del tribunal
supremo?; ¿con una AN convertida en
“Planeta de los Simios” y en donde el gorilismo hace gala de su peor
bestialidad?; y no mencionamos al CNE porque profesa un servilismo de segundo
grado, es decir, TSJ mata CNE. Estos no son los únicos abusos, pero sí los que ameritan
oposición inmediata y prioritaria; mientras no se corrijan esos entuertos, o al
menos se enfrenten, no será posible contar con una elección medianamente decente.
¿Es factible enfrentar con eficiencia y eficacia tales entuertos? Por
supuesto, los tres problemas señalados revelan
claros abusos de poder rechazados por la Constitución y se cuenta,
después del 14-A, con una base electoral más que indiscutible para enfrentarlos.
Denuncia y protesta con inteligencia y firmeza, así como ocurrió con la reunión
de los artistas durante la última contienda electoral. El mundo debe conocer la
indefensión de nuestra democracia, para que nos acompañe a reprochar el oprobio
que padece.
César Villarroel Castillo