Uno de los rasgos más singulares de la revolución chavista es que a pesar
de haber sido reconocida como estafa, se le sigue aceptando coordenadas y
parámetros democráticos según el texto constitucional. Se pide respeto para un
Ejecutivo que ha conculcado los Poderes Públicos; se sigue acudiendo a pedir
justicia a un TSJ que reconoce, acepta y aplaude su falta de autonomía e
independencia; se pide que se investigue y sancione la corrupción a una
Fiscalía General que ya ha clasificado a los corruptos en buenos (los rojitos)
y malos (de cualquier otro color); y se
pelean la representación ante una Asamblea Nacional subyugada y sometida al
capricho de un capataz verde oliva.
Y es precisamente la inminente elección para renovar la AN (2015) la que
motiva estas reflexiones, pues ya los partidos políticos de oposición se
aprestan a intervenir en la contienda en el marco de la estafa democrática que
comentáramos en el párrafo anterior, y tratarán estas elecciones como una de rutina.
En efecto, todo indica que participarán cada quien por su lado para ver que
partido inyecta más miembros a la AN; en otras palabras, tratarán de ver quien
lo hace mejor. Así, la AN se convertirá en una botella vacía que se disputarán
a dentelladas cuatro borrachitos de la oposición.
Pero en el marco de la dictadura que padecemos no interesa, ni importa, lo
que haga cada partido sino lo que hace la oposición como un todo. Lo importante
es comenzar a derrotar al Gobierno y, para eso, es necesario que cada partido
vote por el otro, así como el otro votará por él, es decir, por la unidad. Cada
partido por sí solo no podrá derrotar al Gobierno, pero al unirse le será muy
fácil alcanzar ese objetivo. El propósito fundamental de la elección del 2015
no es el nombramiento de un nuevo parlamente sino la creación de condiciones
que mermen la credibilidad y apoyo popular del Gobierno, y que, en el mejor de los casos, superen la votación
de aquél.
En estas elecciones que vienen se
deberían alcanzar dos objetivos: la unidad y una votación mayoritaria con
relación a la oficial. La conquista del primero es crucial e indispensable, si
no hay unidad no habrá nuevas elecciones con posibilidades reales de derrotar
al Gobierno; y tampoco habrá calle ni Constituyente. Por eso asombra la pelea
que escenifican actualmente los partidarios de López y Capriles, quienes
parecen no estar dispuestos a conciliar sus pretensiones; si estos señores
hubiesen estado por ahí cuando el famoso juicio del rey Salomón, no habrían
dudado en aceptar que cortaran al niño en dos para satisfacer el ego de cada
uno.