jueves, 30 de enero de 2014

El falso diálogo

En una democracia el diálogo es el mecanismo comunicacional por excelencia; el mensaje político (logo) puede vehicularse en ambas direcciones (dia) porque cada interlocutor (gobierno y oposición) tiene la doble capacidad de receptor y transmisor, en el marco de lo pautado y acordado en la Constitución y las leyes. Existe un equilibrio en la capacidad comunicacional de los sectores opuestos; lo que no obsta para que en situaciones excepcionales se requiera de un diálogo especial, habida cuenta de la naturaleza y grado de la contingencia, como, por ejemplo, cerrar filas frente a la amenaza totalitaria.

En los regímenes no democráticos el diálogo se interrumpe, se deja de lado, o el Ejecutivo sólo recurre a él cuando necesita apoyo para sus políticas ineficientes o impopulares; y en el caso de las dictaduras desaparece por completo porque a la oposición le quitan, o se deja quitar, su derecho y capacidad para dialogar con el Gobierno. Este desequilibrio de los actores comunicacionales (uno transmite e informa; y el otro recibe y acata) se traduce también en el desequilibrio de los poderes públicos, en el que el Ejecutivo manda y los otros poderes obedecen. En la Venezuela de hoy no es posible un diálogo entre el Gobierno y la oposición porque ésta perdió la capacidad y el derecho de dialogar con aquél.

En Venezuela el  diálogo político ha sido minimizado y hasta irrespetado, lo que permite que un Ño Pernalete que mande en la AN pueda enviar al cipote el diálogo y otras “exquisiteces del parlamentarismo pequeño burgués”, sin otra consecuencia que la evidencia de su condición de militar. Subsiste, sin embargo, un “diálogo político” en el marco de una oposición colaboracionista, y que tiene como propósito la legitimación del autoritarismo gubernamental y aliviar al Gobierno cargando con parte de la culpa (a veces con toda ella) generada por los errores del Ejecutivo; es una simple comparsa al servicio del gobernante de turno.

La responsabilidad por una oposición débil, derrotada y fuera de foco la tienen quienes adversamos este gobierno sin haber podido hilvanar una estrategia pertinente y exitosa; la responsabilidad por una oposición colaboracionista la tienen quienes pretendieron, y todavía pretenden, que la oposición más eficiente y económica es la que no se hace. Esperan que los errores del Gobierno, o algunas circunstancias sobrevenidas, den al traste con una revolución “Chacumbele”, la estrategia es esperar su suicidio; en un contexto totalitario  una oposición menos colaboracionista no espera el cambio de gobierno, sino que lo provoca haciendo que éste cambie; para lo primero hay que esperar hasta mañana; para lo segundo se debió comenzar ayer.


La oposición colaboracionista, al no actuar (mutismo y falta de acción) frente a situaciones concretas como la estafa de y a Cadivi con las empresas de maletín, la Ley Habilitante, El Plan de la Patria, el saqueo de las tiendas de electrodomésticos, “La guerra económica”,  las devaluaciones, entre otras, produjeron un vacío opositor que ha sido llenado, curiosamente, con fuerzas que provienen de las filas del chavismo, especialmente las más cercanas a Aporrea.org. Todavía la memoria de Chávez se convierte en dique que impide que las aguas se desborden; pero, ¿por cuánto tiempo? Cuidado, Chacumbele es cada vez más vulnerable y a la disidencia le falta poco para llegar a ser oposición.  

jueves, 16 de enero de 2014

De monarquías y seudodemocracias

De niño siempre pensé que las monarquías representaban el poder omnímodo; es decir, los reyes eran dueños de vidas y haciendas y disfrutaban de privilegios que otros mortales sólo podían envidiar; más tarde, en el liceo Fermín Toro, cuando comenzamos a cuestionar la historia anecdótica de Nectario María, pudimos ver que hubo reyes pobres como la reina Isabel La Católica  quien tuvo que empeñar sus joyas para costearle el viaje a Colón. Los monarcas conservaron algunos privilegios pero, definitivamente, perdieron el poder. Los pueblos (soberanos) y los monarcas europeos fueron igualados mediante el ejercicio de la democracia.

Un buen ejemplo de lo anterior es lo que está pasando con la monarquía española; la hija del rey ha sido imputada de fraude fiscal y blanqueo de dinero, ante lo cual, la Casa del Rey se limitó a proclamar sus respetos a las decisiones judiciales. Es posible que la sangre no llegue al río porque, como escribí antes, los monarcas todavía conservan ciertos privilegios; pero ese tratamiento judicial igualitario demuestra una democratización de la justicia que no es fácil de encontrar en nuestras democracias latinoamericanas; en este sentido, no resistimos la tentación de contrastar el ejemplo español con el nuestro.

¿Se imaginan ustedes a la Fiscal General imputando por fraude y blanqueo a un prominente miembro del Gobierno? Jamás, excepto que el indiciado haya sido acusado previamente por el Jefe de Estado; en todo caso, y en el supuesto negado de que llegara a suceder, con seguridad sería despedida del cargo.  Y qué decir si los acusados fueran hijos de los prominentes ya aludidos; peor, porque además del despido ella sería encarcelada en el mismo calabozo en el que tienen a Simonovis y, con seguridad, los hijos de los combatientes y “combatientas” continuarían jugando Monopolio con dólares de verdad y de Cadivi (o del nuevo Centro Nacional de Comercio Exterior). En otras palabras, en la “democracia venezolana” los gobernantes y sus familiares son monarcas del siglo XXI.   

¿En cuál de las dos formas de gobierno (monarquía europea o “democracia venezolana”) hay más presencia de privilegios indeseables? En nuestra seudodemocracia, sin lugar a dudas. Entonces, ¿por qué los sectores más afectados negativamente por estos aberrantes privilegios apoyan las políticas gubernamentales? Porque carecen de una oposición que ayude a desalienarlos (*),  con permiso de nuestra ex ministra “experta” en alienación, que permita develar “quién es quién” en este Socialismo Siglo XXI. Alienado es quien vota por los chavistas “porque así lo hubiera querido Chávez”; quien acepta que lo envíen a robar unos electrodomésticos “porque así combatimos al Imperio”; quien no le importa que los combatienticos y sus progenitores saqueen el país porque “así es que se gobierna”.

La desalienación consistirá en develar el carácter no democrático del actual gobierno; en consecuencia, deberá constituir la agenda y prioridad de la nueva oposición; y decimos nueva porque la MUD ya no puede seguir representando a la oposición sobre la asunción de que el Gobierno es democrático; mientras no haya separación de poderes este Gobierno no puede considerarse democrático y, en consecuencia, no debe ser tratado como tal; no se trata de declararle la guerra al Gobierno, sino a las violaciones a la Constitución y al abuso de poder.  Por eso, develar el carácter dictatorial del régimen supone: explicar al país y al mundo las violaciones y los abusos, y luego realizar las correspondientes acciones de resistencia. La desalienación asegura una oposición sin retrocesos y a prueba de “saltos de talanquera”


(*) En este contexto concebimos la Alienación: “Como el proceso mediante el cual un individuo o colectividad transforman su conciencia hasta hacerla contradictoria con lo que cabría esperarse de su condición…sustituye la realidad por el discurso de otro” (www.claseshistoria.com

miércoles, 1 de enero de 2014

Burla, crueldad e infantilismo

Rasgos que exhibió el Jefe de Estado durante la alocución televisada del 30-12-2013. Primero se burló con un juego de palabras (amnistía y amnesia) de lo que supuso un intento de la oposición por montar un “show” publicitario con relación al caso de Simonovis. Lo curioso es que la amnesia sobre el golpe de Estado de 2002 no es la única que campea, también a los funcionarios de Cadivi, y al propio Rodríguez Torres, se les olvidó, entre otras cosas, cuáles fueron las empresas de maletín que estafaron a la nación veintidosmil millones de dólares, sólo por mencionar un bache de la memoria corta del venezolano. Por cierto, ¿quién era el presidente en aquel entonces?

Luego pasó de la burla al cinismo y la crueldad al asegurar que una medida de gracia a favor del prisionero no depende de él sino del sistema de justicia que, como sabemos, es de lo más “autónomo e imparcial”. He ahí el caso Afiuni, condenada por toda la eternidad porque su juez y verdugo se fue para esa sin firmar la boleta de excarcelación; y, además, aderezó puerilmente su alocución al atribuirle temblor y nerviosismo al alcalde que, supuestamente, tembló ante él al estrecharle la mano, aunque ya haya evidenciado suficiente guáramo en su haber, al haber derrotado electoralmente a dos connotados sigüíes del régimen: Aristóbulo y Villegas.

Que el señor Maduro se exprese y exponga de ese modo ante el país, no es de extrañar porque este es un estilo heredado al cual el señor Maduro pretende guardarle eterna fidelidad; pero al reparar que la alocución se hizo en su condición de Jefe de Estado, no se puede menos que compadecer a Venezuela por tener gobernantes que no hacen distinción entre el coloquio y el discurso. El señor Presidente tiene el derecho a negarse a atender las solicitudes de gracia o indultos, pero no tiene ningún derecho a burlarse ni de la solicitud ni del solicitante. Para ser reconocido como un Presidente, no basta con ser elegido, para serlo hay que actuar como tal; de otro modo, se envilece el cargo.

Pero estos gobernantes devenidos en dictadores “tapa amarilla”, llegan a serlo por la abulia y miedo de quienes deberíamos enfrentarlos: la oposición.  No se trata de ensangrentar las calles, como en forma dramática y taimada lo presenta la oposición academicista, sino de negociar todo lo que la ley permita y rechazar y desconocer lo que ella no admita.  Por ejemplo, se puede y se debe trabajar con los alcaldes y gobernadores oficialistas, pero rechazar y desconocer a los “protectores villeguitas”. El Plan de la Patria y la envilecida actuación del TSJ son otros espacios que ameritan rechazos y desconocimientos no negociables.


Estos rechazos y desconocimientos en defensa de la Constitución sólo serán posibles si la oposición se reorganiza y comienza a trabajar, desde ya, confiando sólo en sus propios “hígados y testículos”. Si se quiere hacer algo por Simonovis hay que comenzar por inventariar el respaldo con que cuenta la solicitud de su liberación; hay que hacer y firmar listas que nos permitan saber cuántos somos y, a partir de ahí, comenzar a crecer. Cuando eso se haga, las burlas del señor Maduro se convertirán en muecas, y entonces, sólo entonces, el Jefe de Estado se verá obligado a adecentar el discurso del Poder Ejecutivo.