Los resultados de las elecciones realizadas el 14-A ha hecho del cambio el
elemento nodal, tanto para oficialistas como opositores en su lucha por
establecer la hegemonía política de sus respectivas causas. La MUD y su
candidato tuvieron que dar un viraje de casi
180 grados (el “casi” desaparecerá cuando desaparezca la MUD como representante
de los partidos políticos) con relación a su actuación durante el 7-O de 2012. Por su parte, hay consenso en el
chavismo de que después de estas elecciones, ¡cambian o los cambian! El chavismo sin Chávez no solo es un contrasentido, sino que puede
convertirse en el epitafio de la Revolución Bolivariana.
En el oficialismo el cambio debería traducirse en la sustitución de un
chavismo moribundo por el rescate de la vapuleada revolución bolivariana,
porque la continuación de las prácticas chavistas: corrupción, entrega de
soberanía, ausencia de dirección colectiva, modelo económico rentista, soborno
(“regaladera”) como bandera de política
exterior, burocracia ineficiente, etc, claramente son contrarias al proceso de
la revolución bolivariana. Fueron válidas y pertinentes para mantener, a como
diera lugar, a un gobernante en el poder; en eso fueron exitosas, pero ahora no
existen ni el propósito ni el beneficiario; se impone, por ello, un cambio
radical estratégico si se quiere salvar el cambio revolucionario.
La llamada oposición democrática también debería cambiar y, en mi opinión,
le costará más que al sector oficialista, pues mientras éste percibe el cambio
como algo inevitable y en el que ya se encuentra inmerso, la llamada oposición
democrática piensa que los logros
alcanzados (tarjeta única, incremento de la votación hasta igualar al
oficialismo y una mayor aceptación internacional) son producto de la estrategia
y esfuerzo opositor más que de los errores del chavismo. Los electores
chavistas que migraron no lo hicieron por amor a Capriles sino por arrechera a
Maduro. Quien tenga dudas que analice
las supuestas declaraciones del conductor de La Hojilla.
Además, la MUD insiste en venderse sólo
como opción electoral, difiriendo y hasta descartando la lucha por la solución
de tres problemas claves: la invasión cubana, la actuación dictatorial de la AN
y el envilecimiento de la justicia, especialmente en el TSJ; la opción
electoral no será viable si previamente no se atienden estos problemas; para enfrentarlos no es suficiente la
unidad de los partidos políticos, es necesaria
una unidad superior, esa de las que todos hablamos y ponderamos pero que muy pocos alimentamos. Y esa nueva y más
amplia unidad exige un frente amplio en defensa de la democracia, que no tiene
que sustituir a la MUD pero que debe superarla en representación ciudadana y
cobertura temática.