Meses atrás,
cuando los precios del petróleo habían llegado en la era chavista a su
nivel más bajo, tirios y troyanos
quebraron más de una lanza en contra del modelo rentista petrolero y, aunque no
hubo una ruptura total con el mismo pues todavía se regalan dólares a diez
bolívares, no se encontraba en el país un solo ser que asumiera su defensa.
Ahora, solo ha bastado un repunte de los precios petroleros, se estima que
pudieran alcanzar los sesenta dólares el barril, para que volvamos a las
andadas: el derroche, la regaladera y, por supuesto, la inefable corrupción y
un resurgir del modelo rentista en nuestra economía petrolera. El Gobierno
parece no advertir que el posible aumento de precios petroleros dentro de un modelo
populista es la peor amenaza que deberá enfrentar nuestra principal industria.
Sí, porque hay que escribirlo con todas sus
letras y mayúsculas: LA CRISIS ECONÓMICA QUE PADECEMOS NO SE DEBE A QUE LOS
PRECIOS BAJARON, SINO A QUE SUBIERON DEMASIADO. Dicho
así pareciera que no queremos o rechazamos un aumento de los precios del
petróleo; nada que ver, celebramos un aumento de precios dentro de la siembra
que recomendaba Uslar Pietri, es decir, un aumento que estuviera dirigido a
aumentar la productividad en y del país. Pero ese no es el caso de Venezuela,
pues ésta no ha podido, o no ha querido, inscribir su política petrolera en una
de desarrollo y productividad sino del reparto efectista. Al momento de
escribir estas líneas, en los bulevares de Sabana Grande (Caracas) se hacen
intentos por reproducir otro “dakazo” populista.
En Venezuela tal política exhibe su máxima
expresión con el llamado populismo socio económico. El
Populismo es una política del reparto y, en ese sentido, es totalmente
contrario a todo intento de producción y productividad; no se produce, se
reparte. En consecuencia, es una política del derroche que colapsa en época de
escases. La Venezuela de Chávez y Maduro son ejemplo típicos del modelo
populista. Por eso hay quienes proponen a los gobernantes cuyos países
experimentan una riqueza súbita manejar la abundancia con criterios de
escases. Consejo éste que no
siempre es aceptado y casi nunca seguido. El problema es que los experimentos populistas siempre se hacen con recursos y dineros que no son suyos. Venezuela es una de sus últimas víctimas que
pasó, en un santiamén, a ser una ruina
con ruindad.
¿Sabrán los
señores del Gobierno que cuando se regocijan por una nueva alza de los precios
del petróleo sin considerar los peligros del modelo populista, corren el riesgo de resucitar el
modelo rentista? Si le damos el beneficio de la duda tendríamos que admitir que
los funcionarios ignoraban lo peligrosa de la situación, en consecuencia sólo
sería justo tacharlos de sordos; pero no, desde la muerte de Chávez se ha
venido previniendo a Maduro acerca de lo inconveniente del actual modelo
económico y no hay manera de que este señor se dé por enterado. Un sistema
monetario que presenta una gama de cotizaciones que van desde diez bolívares
hasta seiscientos, aproximadamente.
¿Quién se está robando los dólares a diez bolívares?, porque ese dólar
está puesto allí para que se lo roben, y Maduro no dice nada. Al lado de eso, y
como una consecuencia de lo anterior, padecemos una inflación indetenible, y
Maduro tampoco dice nada.
¿Quién debe decir
o hacer algo? Una fulana oposición que no se opone a nada, porque pasan la
mayor parte del tiempo oponiéndose entre sí y a dilucidar cuál es el mejor
partido político. Es necesario que las llamadas fuerzas “vivas”, hace un buen
rato muertas, se apersonen y asuman su responsabilidad. La sociedad toda debe
exigirle a Maduro un cambio del Modelo económico y que organice con la sociedad
civil el diseño del nuevo modelo; así mismo, que se arbitre lo necesario para
frenar la inflación. Estas medidas serían el arranque del cambio que sería
apoyado nacionalmente y, además, contaría con la contribución de las mentes más
esclarecidas.