En las filas de
la oposición se ha aceptado que la llamada transición política se enmarque
dentro de los parámetros de la unidad y el cambio; mas sin embargo, la unidad
que se ha alcanzado no logra superar los acuerdos con toldas afines, como PJ y
VP, y los cambios que se han sugerido e instrumentados no han podido sortear
las alcabalas del TSJ. Mucho tememos que de seguir las cosas como van nos
encontrará el 2018 con una oposición, el pedazo menor, “que se niega a
retratarse con el otro” aduciendo en aquél impureza ideológica y ausencia de pedigrí revolucionario pero que en cambio aceptaría
que el TSJ y CNE lleven de la mano a Maduro para ungir su reelección.
Con base en lo
anterior, oposición y oficialismo parecen, desde el 7-12-2015, estar jugando a la “democracia en
diferido”. Así, la oposición se ha limitado en el primer semestre del 2016 a
diseñar y proponer iniciativas que sólo han llegado a ser eso: iniciativas,
huérfanas de motivación, concreción y
logros, como si fuera todavía muy
temprano para ocuparnos y preocuparnos del acontecer democrático, es decir, la
AN habría optado por diferir la democracia y libertad. Mientras el oficialismo,
aprovechándose una vez más del onanismo
opositor, también ha decidido, TSJ y CNE mediantes, diferir la derrota de diciembre de 2015
amparado en la perplejidad que el evento produjera, más en los victoriosos que
en los derrotados. El balance de estos
diferimientos favoreció al oficialismo.
Nos imaginamos
que en la oposición habrá propósito de enmienda y disposición al cambio; la
cuestión es con quién y qué cambiar. La primera duda nos remite al problema de
la unidad conformada ésta por un grupo de retazos que no quieren unirse sino
que esperan que los demás se les unan, pretendiendo “derechos” adquiridos en
contiendas pasadas. Así, el 6 de diciembre se contentaban “con algo”, pero el 7
eran los dueños del 66% de los diputados
electos, excepto por los tres diputados de Amazonas que se dejaron escamotear. Por su parte, los opositores ideológicamente “puros” prefieren el
naufragio definitivo de la democracia “antes que empañar su reputación revolucionaria”. Los
opositores deberían recordar que en sus enfrentamientos ninguno ganará; en la
unidad nacional, sin embargo, todos
ganaremos. La primera y más importante batalla por la democracia se dará en los
tiempos de la unidad.
Suponiendo que
llegara a darse la unidad supra partido opositora, y que pudiéramos decir con Andrés Eloy Blanco:
“cómo sin haber dormido pudimos haber soñado”, la unidad opositora debería
encarar dos agendas inaplazables, aunque una lo sea más que la otra: atacar las
crisis económica (urgente) y judicial. Las dos deberían atacarse desde ahora aunque la inmediatez en el tratamiento
lo exija lo económico. Como lo diría el
refrán: en lo adelante la AN deberá simultáneamente”caminar
y masticar chicle” Los eventos más
inmediatos en la lucha por la democracia y libertad (referendo revocatorio y
elección de gobernadores) ameritan de una unidad nacional ¿Y qué pasa si la oposición no logra
concretar la unidad nacional? Se seguirá insistiendo, pero no en lo mismo ni
con los mismos. Si no logramos cambiar el
Gobierno, entonces habrá que cambiar la MUD y los rebeldes sin causa.
Cumplir las promesas será una realidad en los tiempos de cambios.