lunes, 27 de octubre de 2014

De paramilitares y colectivos

El 24-10-2014 el jefe del Gobierno anunció un cambio de ministros que, al final, resultó en la salida del gabinete del ex ministro de Relaciones Interiores, General Miguel Rodríguez Torres. ¿Por qué, cómo y por quién?, es lo que comentaremos a continuación porque, en nuestra opinión la salida, ¿remoción?,  del  alto funcionario parece tener implicaciones que van más allá de las generadas por un simple cambio de ministro. En efecto, sería la primera vez que en un Estado soberano, y supuestamente democrático, un grupo de delincuentes obligue al gobernante de turno a prescindir de alguno de sus colaboradores.

Al parecer, el ministro es removido por el enfrentamiento de uno de los cuerpos de  seguridad bajo su mando: Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC), y otros cuerpos de “seguridad”, colectivos irregulares y fuera de la ley pero armados y apoyados, evidencias fotográficas mediante, por el altísimo Gobierno. Pues bien, la defenestración del General parece ser la respuesta del Alto Gobierno a las solicitudes públicas de las bandas colectivas, quienes a través de marchas y pancartas demandaron la renuncia de Rodríguez Torres al hacerlo responsable de las bajas de los combatientes recientemente caídos en las filas de los irregulares.

Las declaraciones del Gobierno parecen corroborar la hipótesis de que fue una remoción, lo que implica una afrenta pues los lugares comunes no logran ocultar que este cambio es un castigo, aunque después aparezcan consulados y embajadas. Era lo que querían los colectivos malandros y fueron complacidos.  El General agradeció la confianza que le tenía Maduro, pero, como en el béisbol, cuando un mánager saca al pitcher es porque ya no le tiene confianza para dominar al próximo bateador, con el agravante que los colectivos desde las tribunas demandan su salida; ya no se trata de lo que quiere el mánager sino de lo que vociferan las tribunas, y miedo mata confianza.

En la forma y el cómo parece haber sendos “mensajes a García”. El Presidente agradeció a los otros ministros involucrados en los cambios pero no removidos, el buen trabajo realizado; pero al defenestrado sólo le agradeció el “esfuerzo” realizado durante 19 meses. ¿Será que el esfuerzo no fue todo lo exitoso de lo que se pretendía? No sólo fue despedido sino que tuvo que irse con “el rabo entre las piernas” Por otra parte, pareciera que la sucesión implica, también, otro “mensaje a García”: el removido se cayó de maduro que estaba, pero para la sucesión el fruto seguirá estando verde… oliva. Vaya usted a saber, en todo caso parece ser un capítulo de la novela: Cómo complacer a los colectivos malandros, y no morir en el intento.


Lo que queda  claro es el poder político y militar de los colectivos malandros; con lo primero desconoce y viola la Constitución, a despecho del artículo 350; con lo segundo,  arrecian en la represión, y pretenden la práctica de una dictadura “consensuada” al imponer al verdadero colectivo (zanahoria) el único trabajo que saben y pueden hacer: el sucio. A los colectivos de corte y actuar mafiosos hay que desenmascararlos y ponerlos en evidencia; la llamada oposición democrática, desde ya, debe denunciarlos, desconocerlos, y exigir del Gobierno y de los organismos internacionales los respectivos pronunciamientos. No al malandraje oficialista. No al Estado forajido.

lunes, 13 de octubre de 2014

Sí a la Constituyente, siempre que…

a)      La oposición logre, primero, una unidad nacional. Una unidad nacional no es anti partido, pero nunca debería ser de partido como ocurre actualmente con la MUD. Una unidad nacional no convoca con base en la militancia sino en el gentilicio; todo militante es venezolano, pero no todo venezolano es militante y, por eso, estos últimos nunca podrán ser ni hacer la mayoría opositora. Esto no significa que todo venezolano opositor esté de acuerdo con la unidad nacional y quiera participar de ella y en ella. Hay muchos así, escépticos por experiencia  y abstencionistas por costumbre, ellos son los militantes del desencanto a quienes la unidad nacional debe atender prioritariamente.

b)      La Unidad Nacional sea el candidato de la oposición durante las elecciones del 2015.  No debe haber una Unidad Nacional y una diáspora de candidaturas. Es lo que ha venido ocurriendo con la MUD y las elecciones corporativas, en las cuales los partidos políticos han asumido el protagonismo y, en consecuencia, actúan en función de sus intereses; de ahí que acepten, sin chistar, la discriminación de las minorías al violar el artículo 63 de la Constitución sobre la proporcionalidad electoral. Por eso, y mientras persista la contingencia de la dictadura, la Unidad Nacional deberá ser con candidatos de tarjeta única, seleccionados en procesos de elección primaria y que respeten la proporcionalidad.

c)   En las elecciones del 2015 la Unidad Nacional debe intentar ganar la elección aunque no gane la AN. Debe intensificarse una campaña que haga ver a los electores de las comunidades en las que la oposición ha exhibido mayor debilidad, que con su voto se puede ganar en toda Venezuela aunque pierda en su entidad electoral.  De ahí que el voto que está emitiendo es un voto político y nacional que va mucho más allá de las reivindicaciones económicas. Si se logra una votación general  holgada y mayor que la oficialista, entonces, y sólo entonces, se estarían contabilizando los primeros votos para la nueva Constituyente.

Lo que planteamos es que todo proceso para restaurar la democracia mediante un cambio de gobierno, sea Constituyente o cualquier otro,  implica, inevitablemente, que la oposición demuestre ser mayoría de hecho o de derecho; si no lo demuestran todas las iniciativas estarán condenadas al fracaso. Demostrar ser mayoría es el preámbulo de cualquier lucha contra una dictadura; si en la oposición venezolana se acepta esa premisa, es hora de que vaya pensando cómo instrumentarla.

El cambio que acaba de ocurrir en la MUD podría ser el punto de partida; hasta ahora ha sido cosmético, pero podría adquirir relevancia y trascendencia si se le encarga al nuevo secretario general la responsabilidad de transformar la MUD, es decir, de construir la Unidad Nacional. Si la oposición pierde las elecciones del 2015, la bandera de una nueva Constituyente pasará a las manos del oficialismo.


Tal como están las cosas esta propuesta resulta poco factible,  casi utópica, pero no inviable; sobre todo si se toma en cuenta que una unidad nacional de la oposición es la única forma de fortalecerla para los períodos de contingencia y transición que se avecinan. En todo caso, los bemoles de esta y otras propuestas deberían ventilarse amplia y profundamente y no conformarnos con “vocerías, ¿o bolserías?, coyunturales”. 

lunes, 6 de octubre de 2014

“Simitrio” chavista

Simitrio es un personaje de una película mexicana de los años sesenta del siglo pasado que narra la situación de un maestro rural quien, a punto de quedarse ciego, es objeto de un engaño por parte de sus alumnos al atribuir a un ex alumno que había abandonado la escuela (lo inscribieron pero la familia tuvo que migrar) la responsabilidad por todas las travesuras cometidas en el salón de clases. Así, cuando el maestro indagaba por el responsable de cualquier travesura acaecida, siempre obtenía, invariablemente y casi en coro, la siguiente respuesta: ¡Fue Simitrio, maestro!

Viene a cuento la vieja referencia porque el chavismo parece tener su propio “Simitrio”, aunque con una diversidad de nombres. En efecto, sustituya “Simitrio” por: Imperio, fascismo, “uribismo”, “la derecha”, oligarquía, burguesía, apátridas, paramilitarismo colombiano (para no confundir con los “colectivos” criollos), entre otros anatemas revolucionarios. Esto no implica que todos los movimientos citados están, o han estado, exentos de haber cometido abusos contra los movimientos democráticos; lo que se observa es que parece que la gente del Gobierno está practicando la política de “dispara primero (siempre con la misma arma y en la misma dirección) y averigua (casi nunca) después”.

Y no es que me hagan sufrir las barrabasadas del Gobierno; por el contrario, disfruto de sus frecuentes “metidas de pata” aunque después me dé coraje el poco provecho que les saca la oposición; pero preocupa y temo, en extremo, que tal política conlleve, cada vez más, una creciente falta de respeto al pueblo venezolano que, al igual que el maestro cegato de la película antes mencionada, terminará por reconocer el engaño y reaccionar frente a los falta de respeto.  Porque es una falta de respeto que altos personeros del Gobierno y del Psuv, con la excepción de Rodríguez Torres, hayan opinado y sentenciado sobre el crimen de Serra, a las pocas horas de haber ocurrido y de un modo irresponsable y falaz.

En la película los alumnos se dan cuenta que el engaño ha ido demasiado lejos y está afectando seriamente la salud mental del maestro; de ahí que acuerden acabar con el engaño eliminando a Simitrio y, en consecuencia…lo “matan” y comunican al maestro el fatal “accidente”. De regreso a la política venezolana nos preguntamos: ¿el “Simitrio” chavista debe ser eliminado?, y si la respuesta es afirmativa, ¿quiénes deben hacerlo?, ¿quiénes lo crearon o  los que lo padecieron y padecen? Sería un tanto ingenuo creer que sus enterradores serían, como en la película, sus propios creadores; porque la suerte del Simitrio chavista está fuertemente ligada al de la llamada revolución bolivariana.


Sólo un Simitrio chavista pudo  ser responsabilizado por: el despilfarro de más de dos billones de dólares (de acuerdo a la aritmética criolla, no la gringa); haber destruido el aparato productivo del país; devaluar nuestra moneda al punto que el dólar paralelo se cotiza, según fuentes extra oficiales, en 100 bolívares; una inflación desbocada que se estima en más de un 60%; altos índices de escasez; Poderes Públicos conculcados por el Ejecutivo y una generalizada corrupción. Por eso, ante la imposibilidad de negar lo anterior deben recurrir, como política, a un Simitrio chavista a quien se pueda achacar toda la culpa de este soberano desastre, mientras, el verdadero culpable se fue para siempre sin haber rendido cuentas.