Otra vez sobre el tapete la discusión acerca del modelo a seguir para
desarrollar el proceso de selección y admisión
de aspirantes a ingresar y cursar estudios en la educación superior; a
pesar que desde 2008 se cuenta con una propuesta de ubicación de aspirantes (Opsu, 2009) que
privilegia la democratización de la calidad de la educación y la
universalización de la misma mediante el ejercicio pleno de la acción
meritocrática de los diferentes actores.
Obviamente, el Gobierno,
que no el Estado, y las universidades autónomas descartaron la propuesta
presentada y se han contentado con forcejear un porcentaje de cupos (actualmente
30%) que las instituciones autónomas deben cederle al Gobierno, sin que medien
demostraciones de calidad (pruebas externas e internas) Ahora el Gobierno ha
decidido aumentar el cupo de “estudiantes rueda libre” hasta un 70%, en algunos
casos. Parte de la deuda educacional se pretende pagar con cupos
universitarios. Así, siguen vivos el sistema excluyente de ayer, y el recién
nacido y también excluyente de hoy, pues
proscribe la calidad educativa.
¿Por qué modificar los porcentajes en este momento? Por las mismas razones
por la que se dio el “dakazo”, es decir, saqueo a las empresas para regalarle a
los pobres bienes y servicios que de otro modo no podrían adquirir. ¿Para qué?
Para comprometer a los “beneficiarios” en el voto a favor del dueño de la
dádiva (léase Gobierno y Psuv) en una cercana contienda electoral. Hoy, ante
esta regaladera universitaria de cupos y notas, no dejo de pensar en que a
fines de año, Lucena mediante, tendremos
elecciones; y desde ya el tufo a
demagogia electorera impregna todo el ámbito universitario, y las políticas de
ingreso de las misiones Ribas y Sucre se hermanarán, por fin, con las de una ineficiente e ineficaz Alma Mater.
¿Cómo juzgar estas medidas aplicadas a la Educación Superior? Depende del
propósito que se escoja como referente. Si se asume el propósito aparente de
democratizar la formación universitaria, no
se logrará porque se deja de lado la pieza más importante de la
educación: la calidad. Más aún estas medidas conspiran contra esa calidad. Si
se asume el propósito encubierto: sobornar al sufragante universitario, puede
obtenerse un éxito relativo entre los mismos que ayer, durante el “dakazo",
expropiaron neveras y televisores, y hoy legalizan la regalía de cupos universitarios
chucutos.
¿Se puede ayudar a mitigar lo negativo de tantas políticas erradas en el
plano educativo? No lo creo, a pesar de contarse en el país con un conjunto de
Escuelas de Educación que no sólo tienen los recursos científicos sino que, en
muchos casos, parte de ellos son afines ideológico y políticamente con los sectores
del Gobierno, porque la crisis socio política que afecta al país no es
sectorial sino global. Lo que está pasando en la Educación Superior está
pasando en salud, economía, en los otros niveles educacionales y en todos los
demás sectores, es decir, endilgarle a todos los sectores un propósito
advenedizo, lo que hemos calificado como ruina integral.
Es lo que también, en términos más dramáticos, ha denominado Luis Fuenmayor
(Fuenmayor, 2015) como miseria global o total: “Cuando la miseria inunda todo el
ámbito social no hay posibilidad de tener nada: ni educación, ni salud, ni
seguridad, ni ningún derecho”.
Fuenmayor, Luis. En twitter. 9/5/2015
Opsu. Nuevo Sistema Nacional de Ingreso y Prosecución en la Educación
Superior Venezolana. PROPUESTAS. No. 10. CNU. Caracas, enero de 2009