Nos referimos en
el título a dos de los principios que son más caros a la tipificación
democrática de una forma de gobierno: el equilibrio de poderes y la
alternabilidad de los gobernantes, y que en el caso venezolano “brillan por su
ausencia”. La vulneración de cualquiera de los mismos implica la presencia de
dictaduras seudo jurídicas y de fuerza incompatibles con la presencia de
estados soberanos. ¿Cómo es posible que no existan dudas acerca de la existencia
de los anti valores y, sin embargo, los grupos llamados democráticos no muevan
lo conducente para su cuestionamiento o erradicación? Aventuremos algunas
hipótesis.
El equilibrio de
poderes sancionado por toda Constitución democrática (Monstesquieu y) devino en
Venezuela en ser cuestionado y tácitamente rechazado, nada más y nada menos que
por quien, para entonces, era Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, la
ex magistrada Morales. Eso le permitió al
citado tribunal desconocer los resultados electorales para elegir a la
Asamblea Nacional (equivalente en otras legislaciones al Congreso de la
República) mediante el subterfugio de interpretar como superior todo lo que le
venga en gana, a este tribunal en comandita con el Ejecutivo. Mayor desequilibrio
de poderes no es posible, así como tampoco lo es el mayor abuso que un Estado
pueda esgrimir contra la Constitución y la Democracia. La práctica del poder Judicial venezolano
(TSJ) niega cualquier pretensión de equilibrio y decencia.
El principio de
alternabilidad en una democracia cobra su mayor relevancia con el cambio de
jefe del gobierno por la vía electoral; los mecanismos de pulcritud, respeto y
apego a la ley electoral, así como el uso comedido y no ventajista del poder
para fines electorales, deben destacar el talante probo y recto de un candidato presidencial demócrata. La doctrina
chavista impuso y demostró lo contrario. La Constitución de 1999 deroga el
principio de alternabilidad presidencial para que, mediante el ventajismo
electoral sólo Chávez pudiese ganar. Período presidencial aumentado a seis años,
con reelección hasta por un período más, y un intento de aumentar un año más
(7) al período presidencial en la reforma que intentó fallidamente durante
2007. Inauguró así la política de perpetuarse en el poder mediante la fuerza del
billete que solo la muerte logró interrumpir. La alternabilidad hecha añicos.
No aparece haber
dudas acerca de la ausencia de poderes equilibrados concebidos y plasmados en
la Constitución venezolana; pero la reacción de los sectores democráticos no ha
sido acorde con la gravedad de la violación a la Carta Magna; tanto más si la misma Constitución señala
mediante el artículo 350 la vía que debe seguirse para enfrentar tal desafuero:
“El pueblo de Venezuela…desconocerá
cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores principios
y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos” Entonces, ¿por qué se soporta, impunemente, esta dictadura? Hay varias razones, pero la
más impactante después de la elección del 6-D, sería la desacertada política de
los opositores al régimen quienes no han sabido lidiar con el abuso de los
oficialistas, amparados, a su vez, en el
abuso superior del TSJ. Pareciera que la oposición ya no necesita ni de la
unidad ni de la inteligencia. Mas, si tiene que acatar hágalo bajo protesta; y
si tiene que marchar que ésta siempre mayor a la última realizada.
El grupo escuálido del oficialismo le metió
las cabras en el corral a la mayoría opositora. Y lo pudo hacer porque la
oposición no respondió adecuadamente a los desmanes del oficialismo. Nadie está pidiendo otra salida ni otra
guarimba, esas van a salir pero organizadas por los mismos sectores
oficialistas; pero si se pide que los desmanes de los oficialistas sean
denunciados y ventilados ante los organismos internacionales. Se argumenta que
la oposición no debe ser beligerante porque lo importante es ganar tiempo para
sacarlos a punto de votos; lo que la MUD no ha considerado es que de aquí en lo
adelante, en cualquier contienda electoral quien contará los votos será el TSJ;
y que en una hipotética elección presidencial de un 2019 la oposición debe
llegar fuerte (unida) y en igualdad de condiciones que disminuyan en la
oposición los efectos negativos del ventajismo electoral al que ya hemos estado
sometidos. Esta pelea no la ganaremos durante
el 2019, sino en el mientras tanto de hoy y de mañana.