Nos referimos a la pretendida unidad que han logrado los partidos políticos
que integran la MUD. Sabíamos que detrás de esa “unidad” se mantenían, a más de
su forma y propósitos excluyentistas, diferencias difíciles de conciliar, a tal
punto que no se le podía pedir, con permiso de Manuel Rosales, “peras al olmo”;
pero que desde las mismas filas opositoras se acordara, mezquinamente,
arremeter contra María Corina Machado cual credencial de mérito para coincidir
y conciliar con la peor cara del oficialismo, es decir, el rostro de lo que los
soviéticos llamaron alguna vez “Fascismo Ordinario”, es el colmo de la
sinvergüenzura. Frente a una dictadura
cualquier coincidencia sustantiva resulta, por lo menos, sospechosa.
Los resultados de la marcha del
sábado 8-8-2015, casi en fila india, por lo escuálida, y saturada de caciques
debería hacer ver a los manipuladores de la MUD que los que el
sábado 8 se quedaron en casa son los que a la postre establecerán la diferencia
entre los que terminan peleándose por la botella vacía y los que sabrán llamar
a todos para ayudar a llenarla. La proliferación de candidatos opositores, o
pseudo, ha evidenciado que la unidad de los votantes opositores es imposible; en
este momento el único que nos puede unir es Maduro en un rechazo monolítico a
su pésima gestión. Por eso la oposición sin apellido está obligada a opinar,
denunciar y proponer acciones que sacudan el marasmo gubernamental con respecto
a economía, inseguridad y corrupción.
Y no es que la oposición esté en desacuerdo con las políticas sobre los
aspectos ya señalados, la gravedad estriba en que no hay política alguna sobre la
cual se pueda estar en desacuerdo; como no sea la que los gobernantes practican
a diario: abrir la jeta y desparramar insultos, groserías y sandeces, como esta
última de estarle buscando pleito al Pentágono. La inacción ha sustituido a las
políticas y el Gobierno la exhibe y defiende como su política madre, lo que deja
en la política venezolana un vacío que debería llenarse con los aportes de los
disidentes sin siglas, es decir, con todos los que quieren que esto se mueva y
cambie. Con la gente del chavismo disidente se puede confiar, y con los de la MUD también. No se trata de cambiar el gobierno
sino de obligarlo a cambiar.
La protesta unida y unitaria es lo único que nos queda; démosle valor
agregado. Una protesta que para materializarla no dependa de lapsos y fechas
sino de necesidades insatisfechas y urgentes. En lo económico, por ejemplo, es
perentorio la declaratoria de una emergencia nacional, cuya iniciativa debería
ser tomada por el Gobierno; pero si ocurriera, como es su costumbre, que éste
desatienda el clamor popular, entonces la protesta, de calle, nacional e
internacional, debería hacerse sentir hasta que el problema, no necesariamente
se solucione, pero se atienda en lo
inmediato. En este sentido, mientras la inflación es insostenible es notoria la
ausencia de una sola medida que tienda a frenarla. En la propuesta que hacemos
la inflación debería ser reconocida y atendida; si no sabe cómo, entonces
hágase a un lado.
La unidad de y en la protesta no sustituye a la seudo unidad de la MUD; no,
sólo trata de deslastrar a la representación opositora de la inacción que hasta
ahora la ha caracterizado, y para lo cual no necesita de partidos políticos
sino de venezolanos descontentos con el desgobierno chavista y renuentes a
aceptar la inacción gubernamental como política de Estado, habida cuenta que la
situación es crítica y afecta por igual a tirios y troyanos; excepto, por
supuesto, a los que han sido premiados y pagados por la inacción más cara del
mundo: los gobernantes y altos funcionarios de la dictadura.