domingo, 26 de mayo de 2013

Chavismo vs revolución

Los resultados de las elecciones realizadas el 14-A ha hecho del cambio el elemento nodal, tanto para oficialistas como opositores en su lucha por establecer la hegemonía política de sus respectivas causas. La MUD y su candidato tuvieron que dar un viraje  de casi 180 grados (el “casi” desaparecerá cuando desaparezca la MUD como representante de los partidos políticos) con relación a su actuación durante el  7-O de 2012. Por su parte, hay consenso en el chavismo de que después de estas elecciones, ¡cambian o los cambian! El  chavismo sin Chávez  no solo es un contrasentido, sino que puede convertirse en el epitafio de la Revolución Bolivariana.

En el oficialismo el cambio debería traducirse en la sustitución de un chavismo moribundo por el rescate de la vapuleada revolución bolivariana, porque la continuación de las prácticas chavistas: corrupción, entrega de soberanía, ausencia de dirección colectiva, modelo económico rentista, soborno (“regaladera”) como bandera de  política exterior, burocracia ineficiente, etc, claramente son contrarias al proceso de la revolución bolivariana. Fueron válidas y pertinentes para mantener, a como diera lugar, a un gobernante en el poder; en eso fueron exitosas, pero ahora no existen ni el propósito ni el beneficiario; se impone, por ello, un cambio radical estratégico si se quiere salvar el cambio revolucionario.

La llamada oposición democrática también debería cambiar y, en mi opinión, le costará más que al sector oficialista, pues mientras éste percibe el cambio como algo inevitable y en el que ya se encuentra inmerso, la llamada oposición democrática  piensa que los logros alcanzados (tarjeta única, incremento de la votación hasta igualar al oficialismo y una mayor aceptación internacional) son producto de la estrategia y esfuerzo opositor más que de los errores del chavismo. Los electores chavistas que migraron no lo hicieron por amor a Capriles sino por arrechera a Maduro. Quien tenga dudas que  analice las supuestas declaraciones del conductor de La Hojilla.


Además,  la MUD insiste en venderse sólo como opción electoral, difiriendo y hasta descartando la lucha por la solución de tres problemas claves: la invasión cubana, la actuación dictatorial de la AN y el envilecimiento de la justicia, especialmente en el TSJ; la opción electoral no será viable si previamente no se atienden estos problemas;  para enfrentarlos no es suficiente la unidad  de los partidos políticos, es necesaria una unidad superior, esa de las que todos hablamos y ponderamos pero que  muy pocos alimentamos. Y esa nueva y más amplia unidad exige un frente amplio en defensa de la democracia, que no tiene que sustituir a la MUD pero que debe superarla en representación ciudadana y cobertura temática.  

viernes, 10 de mayo de 2013

Revolución bolivariana: oportunidades perdidas



Los resultados tan estrechos de la última elección presidencial  han asustado, a pesar de “haber ganado”, a algunos ideólogos de la Revolución Bolivariana (Vladimir Acosta dixit) y ya se han asomado tímidas autocríticas, aunque más profusas y abiertas que las que se podían hacer mientras existía   ese muro de contención (hiperliderazgo) que impidió la primera rectificación revolucionaria (2007. Derrota de la Reforma Constitucional) pues se privilegió la permanencia en el poder en desmedro del camino revolucionario. La autocrítica no pudo realizarse porque hubiese significado el cuestionamiento del hiperlíder y sus acciones no revolucionarias.   

Ahora a la revolución se le presenta una segunda oportunidad de corregirse ideológicamente, pero en condiciones más precarias que en el 2007 pues los  herederos políticos de Chávez: cubanos, familiares, militares, plutócratas,  menesterosos de la ALBA y funcionarios de agalla menor  revelan una orfandad de ideologías e ideólogos sólo comparable, por contraste, a sus apetencias por la cuota de poder que les corresponda o breguen. La dirección colectiva que ahora se pretende podrá combatir el culto a la personalidad, más por su condición de herejía chavista que por ser lesivo al proceso revolucionario, pero  no podrá hacer frente al nido de alacranes que, según Müller Rojas, tenían y tienen como práctica diaria la corrupción con impunidad, pues estarían escupiendo para el techo.

Mas, qué pasará con los que llegaron a esta revolución que se gestó en Güere y se plasmó en la Constitución de 1999, con ideales de libertad, soberanía y justicia; quienes se han sentido traicionados al querérsele imponer como prácticas “democráticas” el culto a la personalidad, la supresión de la dirección colectiva, la sumisión y dependencia de los poderes públicos,  la mega corrupción dolarizada con seguro de impunidad y la entrega a los Castro de la soberanía política.

¿Se resignarán a la condición de beneficiarios del reparto populista, o lo intentarán otra vez apoyados en el bagaje de errores de este fracaso? Al parecer optarán por lo primero: criticar la estrategia electoral y exonerar a Chávez de cualquier responsabilidad y culpabilidad de las desviaciones revolucionarias y errores cometidos durante su Gobierno. El nido de alacranes antes mencionado es herencia y legado de Chávez, y sólo enfrentándolo se podrá salvar a la Revolución Bolivariana aunque se pierda el poder.  El futuro de la Revolución Bolivariana pasa por la negación de su presente. ¿Se atreverán?

Los que lo hagan tendrán que comenzar por el principio: el porqué y para qué de esta revolución, porque, hojarasca retórica al margen, la revolución bolivariana  ha servido, primordialmente, para perpetuar a un gobernante en el poder e inaugurar y tratar de imponer una dinastía; lo primero no pudo darse por circunstancias sobrevenidas, lo segundo se comenzó a gestar el 8-12-2013 cuando, en un extraño acto “monárquico”, se le impuso a la revolución una línea sucesoral que, por ahora, sólo representa los intereses del castrismo cubano.  

 César Villarroel Castillo