miércoles, 26 de junio de 2013

Universidad y revolución

La Universidad fue un factor determinante en el triunfo de Hugo Chávez en el 1998; motivó la necesidad del cambio político y su clase media allanó el camino para la victoria electoral. Ella se constituyó - como debe ser - en el espacio más válido y eficaz para debatir sobre la ideología que se debía justificar, acordar y defender intelectualmente, pues  no se trataba de crear una institución chavista o izquierdista sino una en la cual el chavismo y la izquierda, así como los otros grupos sociales y políticos,  pudieran demostrar y usufructuar políticamente sus verdades. La Constitución de 1999 señaló el camino que todos, aún los no partidarios del mismo, se comprometieron a transitar. La Universidad era el espacio en el que tirios y troyanos  trabajaban juntos. En el Plan de Desarrollo 2001-2007 se registraron los acuerdos operativos.

Después del Revocatorio Presidencial ganado por el Gobierno (2004), éste comienza a  legislar –mediante leyes habilitantes- para transformar al país en uno de corte socialista con el pretexto de formar “al hombre nuevo”, es decir, socialista. Este ideario teleológico se plasma en el Plan de desarrollo 2007-2013 que, al analizarlo detenidamente, revela el propósito oculto del nuevo régimen: contribuir a perpetuar en el poder a Hugo Chávez.

 Así, se modifica la Constitución, los poderes públicos se conculcan, los débiles y vulnerables se sobornan, y a los disidentes, como la Universidad, se les amenaza, atemoriza y agrede. De ahí en adelante todos teníamos que ser “socialistas” y votar por él, o disentir y ser expatriado en su propia tierra. Desde el segundo lustro de las décadas del siglo XXI la Universidad autónoma sufre las consecuencias por negarse a ser una fábrica de sumisos “jala mecates”.

La muerte de Chávez parecía que allanaba el camino para que la Universidad pudiera, otra vez, ayudar a entender y resolver técnica, científica y socialmente los problemas más apremiantes que confronta el país, especialmente los de índole económica y volver a las raíces de la revolución bolivariana; pero el manejo del conflicto universitario revela que el Ejecutivo no se ha dado cuenta que debe cambiar, que ya no hay, ni habrá, gobernante alguno que perpetuar, y que algunos se conformarán con la corta pasantía que les corresponda en el reparto.

Que Maduro y el Gobierno no actúen racionalmente es problema de ellos; pero que la llamada oposición democrática ni siquiera actúe “para no contaminar políticamente la lucha estudiantil” es una sospechosa estupidez que es problema de todos (más de siete millones) quienes se resisten a la cubanización heredada; y eso está por encima de MUD y Capriles  porque media Venezuela no sólo no quiere ser socialista sino que está dispuesta a enfrentarse a quienes nos lo quieren imponer y a quienes dejan, impunemente, que nos lo impongan.


 Es hora de estrenar en defensa de la Universidad y el país la altísima votación que la oposición obtuvo en la elección del 14-A, y protestar y rechazar con serenidad, pero con energía, las cláusulas: 5, 7, 8, 16, 94 y 157 de la llamada: I Convención Colectiva Única por ser violatorias de los derechos de los universitarios venezolanos.

lunes, 17 de junio de 2013

¿Capriles multilíder?

Se fijó la fecha (8-12-2013)  del próximo evento electoral; se sabe porque, además del pronunciamiento del CNE, ya comenzó a aparecer, cual obligada letanía, la eterna interrogante acerca de si vale la pena votar, y el ofrecimiento de Capriles para ponerse al frente de la campaña de los candidatos de la unidad, por cierto, aceptada con mucho entusiasmo por Aveledo. Estos hechos revelan dos circunstancias que deben destacarse: primero, todavía no se ha alcanzado la unidad opositora; de haberse logrado, la pregunta sobre si vale la pena votar no tendría razón de ser, todo quien esté con la unidad sabe que vale la pena votar en esta y futuras elecciones, hasta que nos devuelvan el país.

La segunda circunstancia refiere a la pretensión de Capriles de convertirse en el líder de la oposición para, en su nombre, poder intervenir en todo asunto político que incumba a ésta y, en consecuencia, atribuirse el usufructo de cualquier voto emitido por la oposición. La eventual coordinación de la próxima campaña electoral por parte de Capriles no sólo es incongruente sino que podría resultar perjudicial para el logro de una unidad supra partido, es decir, nacional. En este caso lo nacional no se cubre con la presencia de un candidato presidencial, que puede ser o no de partido, sino con condiciones incluyentes que coadyuven a la conformación de la unidad nacional, como son la tarjeta única y el compromiso antichavista.

Los liderazgos que requiere la oposición en esta elección del 8-D son regionales y locales; no vamos a votar por alcaldes y concejales porque Capriles nos lo pide, sino porque es una gran oportunidad para construir la unidad nacional de abajo hacia arriba y no sólo para intervenir en elecciones. Si Capriles quiere meterle el hombro a estas elecciones entonces que se ponga al frente de su estado, y que se comprometa a conseguir más alcaldes y concejales que los que se obtuvieron en la elección anterior; lo mismo es válido para Falcón en Lara y Guarulla en Amazonas; y en los estados sin gobernadores opositores hay que fomentar la aparición y crecimiento del nuevo liderazgo opositor.  


Mientras que en las filas oficialistas la muerte de Chávez ha incrementado la necesidad de un liderazgo colectivo, en las opositoras se le ha permitido a Capriles convertirse en vocero  y “primer chicharrón” de la MUD, es decir, individualizan y personalizan la dirección. La MUD es un colectivo de partidos, y aunque no estamos de acuerdo con su organización y finalidad, debemos reconocer que, en cuanto tal, su dirección no puede concentrarse en un individuo. La actuación de Capriles está ligada a las recientes acciones electorales, allí tiene cancha, pero tratar de supeditar los liderazgos regionales a un dudoso liderazgo nacional es una falta de respeto que puede convertir la gracia en morisqueta.

viernes, 14 de junio de 2013

Oposición y Universidad

En el actual conflicto entre el Gobierno y las universidades, éstas no han recibido de los diversos sectores sociales todo el apoyo que cabría esperar, posiblemente porque consideran que ese es un problema entre las instituciones universitarias y la administración oficial de las mismas, es decir, un problema esencialmente gremial. Mas, hay quienes opinan que sería ingenuo no considerar el carácter político de conflicto si se inscribe a la universidad venezolana entre las instituciones democráticas (Constitución, Poder Judicial, Fuerzas Armadas) que han sido y son atacadas en su condición democrática para destruirlas o adaptarlas para que sean cónsonas con el régimen chavista.

Si el daño que se le hace a la universidad tiene repercusión en el nivel país, el enfrentamiento de los agresores no puede estar sólo a cargo de estudiantes, profesores y empleados sino de los siete millones y medio que el 14-A decidieron que no querían ser chavistas. Esta es la gran oportunidad, si no la única, para evitar que se haga con la universidad lo que ya hicieron con la Constitución, el Poder Judicial y el estamento militar, y nuestra soberanía política, entre otros. Para ello es necesario contar en las filas de la oposición  con   una unidad superior que se ocupe de algo más que de los procesos electorales pero sin menoscabarlos; más aún, establecer desde ya que vale la pena votar en la próxima y futuras elecciones hasta que nos devuelvan el país.

¿Cómo hacerlo? En este sentido, Vladimiro Mujica, en un excelente artículo (TalCual, 6-6-2013) esboza el camino a seguir cuando propone: “Hay que convertir el conflicto de las universidades en el ariete de una rebelión ciudadana pacífica y democrática…que cambiaría profundamente si la conflictividad universitaria se manejara conjuntamente con la de los sindicatos, la de los estudiantes  y la del país en general” Y, añadiríamos nosotros, si se logra entender que conflictos como este deben constituir, en lo político y organizativo, la agenda de la oposición, es decir, de la MUD. Esto le permitiría frenar al Gobierno, TSJ y Asamblea Nacional en su empeño de acabar con la poca democracia que queda para instaurar un régimen  a la cubana y… con cubanos.

La oposición deberá demostrar, de manera pacífica pero firme,  que está dispuesta a protestar por los medios legales todas las transgresiones a la Constitución y al Estado de Derecho. Hasta ahora no ha podido hacer mucho, aunque ha podido hacer más, porque ha sido chantajeada y aterrorizada por el Gobierno; de hecho, hasta en el ámbito electoral ella se resigna, estoicamente, a su eterno rol de perdedora.


Sin embargo, la muerte de Chávez y la extraordinaria votación obtenida en la elección presidencial del 14-A ha cambiado sustancialmente la situación. La universidad tendrá que enfrentar la represión oficialista, pero no estará sola, media Venezuela estará con ella batallando y casi toda Latinoamérica observando. La oposición tiene, ahora, con que hacerse y hacernos respetar.

jueves, 6 de junio de 2013

Yerros sin culpables

La cuasi derrota de Maduro el 14-4 disparó las alarmas autocríticas e incrementó el balance de la gestión del Gobierno de Chávez, ahora posible por su ausencia física. Tomaron la iniciativa las bases chavistas altamente ideologizadas, destacándose en el análisis un conjunto de acciones y políticas que, al diagnosticarse, se consideraron contrarias y lesivas a la revolución bolivariana.

 Destacan, la ausencia de una dirección colectiva que velara por el cumplimiento y respeto de la Constitución de 1999; el desarrollo de un culto a la personalidad que individualizó  el proceso y su propósito; una relación política y económica con Cuba que puso en entredicho nuestra soberanía, y que hasta parece haber determinado la línea sucesoral; la militarización del gobierno y el país; el desatino en la economía y la corrupción más intensa y descarada que haya padecido este país, comparada con la de la Cuarta República.

Preguntemos por los responsables: ¿quién, con un exceso de autoritarismo y sin tapujos, negó la posibilidad de una dirección colectiva en el Psuv?; ¿y quién estimuló el culto a la personalidad del primer gobernante al instaurar la reelección indefinida para perpetuarse en el poder?;  ¿ y quién estableció una relación con Cuba, más bien con los  Castro, en la que Venezuela ponía la piñata y Fidel la tumbaba y usufructuaba, a tal punto, que al Gobierno de la isla se le atribuyó  contar con  una candidatura presidencial, por cierto victoriosa?; ¿quién desparramó los cuarteles  por toda la administración pública y colmó de prebendas de dudosa legalidad a los oficiales de alta graduación?; ¿y quién permitió la corrupción?

Las respuestas a lo anterior parecen remitir a Chávez y su entorno porque él monopolizó hasta la posibilidad de equivocarnos, y los otros cohonestaron sus desaciertos;  pero cuando las bases chavistas  hurgan sobre responsabilidades, Chávez  queda libre de culpa;  su acción gubernamental de los últimos catorce años es proclamada como el legado del caudillo y se invita a fieles y simpatizantes a continuarlo. Se aduce, para justificar los errores y disminuir la responsabilidad, que él no podía estar en todo y que el legado responde más a su pensamiento e ideas que a sus acciones; según esto cabría aquí el  conocido parafraseo: “Hagan lo que dije, pero no lo que hice”, pues aunque su Gobierno fue pésimo, todavía hay quien espera que su palabra oriente al retazo de revolución que queda.

No debe aceptarse como legado a un gobierno corrupto, ineficiente y sumiso frente a la expoliación cubana; eso, más temprano que tarde conducirá a la aniquilación de la Revolución Bolivariana, por eso, se impone una  AUTOCRÍTICA (si, con mayúsculas) que deslinde chavismo de revolución; el primero pretende el seguimiento de un hombre y sus ideas, la segunda persigue la causa de los hombres: la libertad.


César Villarroel Castillo