lunes, 25 de marzo de 2013

La mentira como aptitud política


Es un lugar común atribuir a los políticos profesionales ausencia de credibilidad en su decir y hacer, en otros términos, una práctica en la cual impera la mentira que deviene, así, en  impronta que sella a los políticos y su profesión; de ahí que un político que exponga toda su verdad (cándido) sea visto y considerado como un desprestigio para el gremio; por el contrario, un político sagaz era y es lo más parecido a un tahúr: siempre con una carta escondida dentro de la manga para engañar al adversario.  

En política la mentira es la norma, tanto, que cuando ella no es necesaria es menester exagerar  para deformar la verdad y convertirla en eso que se ha dado en llamar “medias verdades” que no son más que mentiras inútiles porque nadie se las cree. Dos ejemplos de éstas son las siguientes: el cúmulo de mentiras que el oficialismo prodigó  con relación a la enfermedad, gravedad y muerte del Presidente, como aquella de las cinco horas de trabajo con el moribundo; o las de la oposición afirmando categóricamente que en las encuestas hay un empate técnico entre Maduro y Capriles.

La encuesta (con base en una encuestadora válida y honesta) debe utilizarse como herramienta de investigación; si nos ubica por debajo de lo esperado, el resultado debe divulgarse y pedir a los compañeros de causa que nos empeñemos más para modificarlo positivamente. Por eso resulta ridículo ver en las pantallas de los televisores a representantes de la MUD aduciendo que Capriles ya ganó, y que esta es la elección presidencial a la cual acude la oposición en mejores condiciones; esto no es optimismo, es verle a los opositores las caras de idiotas. No hay mejor estrategia que la impuesta por la verdad; ni mejor táctica que su práctica diaria.

¿Por qué esa aprensión y menosprecio por la verdad? Porque parece desnudar a quien la practica, con lo cual lo deja a la “intemperie” y lo hace, aparentemente, más vulnerable. Dentro del misterio oficialista nunca se podrá creer en una verdad libre de dudas porque su revolución es una gran mentira, pero en la oposición es pertinente discutir por qué se le miente al electorado opositor, porque en la política de pantalones largos sólo con la verdad se puede ganar aunque no se obtenga la mayoría de los votos;  piensen por un momento en la Gran Bretaña asediada y destrozada durante la Segunda Guerra Mundial y a su líder político quien sólo les promete: “sangre, sudor y lágrimas”, para derrotar la mentira nazi.

César Villarroel Castillo

La prioridad no es ganar, sino organizarse


El candidato opositor se ha hecho una “autocrítica” con relación a su comportamiento durante la campaña del 7-O en cuanto al carácter excluyente que caracterizó a la misma; en consecuencia, ha invitado a los partidos que fueron discriminados y excluidos a incorporarse a su comando de campaña para alcanzar la unidad nacional. Intento loable, mas no pertinente. Tememos  que por esta vía se repetirán las películas del 7-O y del 16-D, porque se confunde el acuerdo partidista con la unidad nacional, y ésta no será posible mientras exista la MUD como una federación de partidos.

 El reto es convertirla en una unidad política y nacional. Debe invitarse a los representantes de la ciudadanía no chavista para conformarla; es hora de que los estudiantes, obreros, académicos, empresarios, profesores y cualquier ciudadano opositor se hagan presentes para apoyar, no al candidato de la MUD sino al de la Venezuela opositora. Por eso, en la próxima contienda presidencial la prioridad de la oposición no es ganar sino organizar y organizarse en la Unidad Nacional. 

El candidato de la unidad nacional tiene, por una parte, que trabajar al propio electorado opositor al cual  deberá  convencer de que regrese a las urnas electorales sin más incentivo que el de no ser borrado políticamente; aquí la tarea “será muy cuesta arriba” porque el candidato es Capriles. Por la otra, desenmascarar a Maduro en sus facetas menos honrosas: como funcionario poco creíble y como garante de los intereses cubanos; ¡Chávez lo impuso, pero Fidel lo eligió! No se logrará que ni  un chavista se pase a las filas de la unidad nacional, pero si es posible que algunos se abstengan de cohonestar la injerencia del castrismo en nuestra vida pública, y la  entrega de nuestra soberanía a un gobierno extranjero.

Si se aceptara una campaña como la descrita, ¿habría tiempo para instrumentarla?; no, pero tendríamos mucho tiempo para iniciarla. Si nos derrotan sin haber iniciado la unidad nacional, sólo padeceríamos una masacre anunciada; si perdemos, aún habiéndose alcanzado la unidad nacional, habríamos emparejado las acciones de cara al futuro inmediato, y se tendrían los elementos (respaldo de un buen porcentaje del electorado) para combatir a los dos enemigos principales de la democracia venezolana: la parcialidad del TSJ y la injerencia de Cuba en nuestros asuntos políticos.

¿Podría Capriles liderar ese proceso? No es el candidato ideal, pero fue “inevitable” (Carlos Blanco, dixit)  y estamos obligados a luchar con él, porque esta vez no se trata de comparar candidatos sino de contrastar formas de gobierno: democracia vs dictadura. Sal a votar y gana seguro con la Unidad Nacional, cualquier otra cosa será sobrevenida, pero aceptada.  

César Villarroel C.

lunes, 11 de marzo de 2013

¿Dinastía chavista?


Según el DRAE, una acepción de dinastía es: “Familia en cuyos individuos se perpetúa el poder o la influencia política...”; esa perpetuidad se asegura con un mecanismo sucesoral que garantice la permanencia en el tiempo del poder o influencia que se pretenda eternizar. Su marco natural es la monarquía y su mecanismo más frecuente el nepotismo; sin embargo, al abolirse la monarquía en la mayoría de los países donde existía, las dictaduras y los dictadores sustituyeron a aquéllos.

Los mecanismos sucesorales varían desde reyezuelos con título de presidentes, como la dictadura de Kim II Sum quien, a pesar de haber muerto, todavía la Constitución de ese país lo reconoce como Presidente de Corea del Norte, y a sus hijos (solamente al menor porque el mayor cayó en desgracia)  como sus sucesores; hasta la pretensión de perpetuar gobiernos republicanos, como lo constituyó hasta hace poco el PRI mexicano, que no permitía a sus presidentes la reelección, pero sí la potestad  de nombrar su candidato a  sucederle (“el tapao”).

 En Venezuela parece inaugurarse una dinastía chavista como una mezcla de dictadura coreana con la farsa electoral del PRI mexicano. De aquí  en adelante se pretenderá que Venezuela tenga un presidente vitalicio o eterno, que será el líder de la revolución (no importa que haya fallecido) y los presidentes formal  y oficialmente nombrados que vendrían a ser, de hecho, presidentes  encargados; estos últimos se iniciarían con los nombramientos de Maduro y Arreaza como Presidente y Vicepresidente respectivamente; de este modo, el actual Vicepresidente, modificación de la Constitución mediante, sería en el 2019 el sucesor de Maduro, y así sucesivamente.

Es extraño el nombramiento de Maduro como su sucesor inmediato; aunque para nosotros, y en orden a lo planteado anteriormente, el verdadero sucesor es Arreaza.  ¿Entonces por qué no lo nombró desde un principio?, incluso, llegó a barajarse la especie de que después de ganar la elección del 10-O Chávez designaría a Arreaza como viceministro y, a renglón seguido, modificaría la Constitución para, ante la eventualidad de la falta absoluta del Presidente, permitirle al Vicepresidente la asunción del cargo en cualquier momento; cabe entonces adentrarse en el terreno de las hipótesis, en el cual, una de las más socorridas, es que Maduro es quien más y mejor garantiza  los intereses de Cuba, es decir, es el hombre de La Habana.

La otra decisión ilógica fue el empeño de negarle a Diosdado la posibilidad de asumir la presidencia aunque fuese por pocos días, como lo establece la Constitución y como lo previó el mismo Chávez cuando estipuló, al nombrar a Maduro como su candidato, que si aparecía alguna causa sobrevenida que lo inhabilitara, Maduro terminara el período y se convocara a elecciones tal como estaba previsto en la Constitución; sin embargo, ésta fue desdeñada, a pesar de que su normativa no desfavorecía la estrategia del Gobierno; y, otra vez en el terreno de las hipótesis la más manoseada es aquella que acusa a los Castro de frenar a los políticos chavistas que no demuestren abiertamente sus simpatías con el gobierno de la isla, lista que, al parecer, encabeza Diosdado.

Son hipótesis, pero si algún asidero pudieran tener sólo corroborarían lo que ya es un conocimiento y sentimiento generalizado, el rechazo a la injerencia de Cuba, y en rol de protagonista,  en los principales asuntos venezolanos. Lo más preocupante es que en Venezuela, hasta hace poco, sabíamos quien tenía la última palabra, pero ahora, con la ausencia de Chávez, la última palabra parece que la tendrá el mejor amigo de Fidel.

domingo, 3 de marzo de 2013

MUD electorera

Nota: Este artículo debió ser publicado en "Últimas Noticias" el martes 5 de Marzo 2013, pero la dirección del diario me hizo saber que prescindía de mi colaboración; por eso en lo adelante me comunicaré por medio de mi blog. 

El actual TSJ es la rémora más grande que obstaculiza el regreso a un régimen aceptablemente democrático; su dependencia del Ejecutivo le permite modificar la Constitución cada vez que la interpreta para complacer a aquél, y, además,  convierte en letra muerta las disposiciones que la Constitución previó (artículos 333 y 350) para que la Carta Magna pudiese defenderse del abuso de alguno de los poderes públicos.

La sentencia de este tribunal con relación a la falta de juramentación del Presidente (9-1-2013) ha hipertrofiado lo inconstitucional del fallo que, junto a la enigmática desaparición del Presidente y la prepotencia de los sucesores presagian, en lo inmediato, una ausencia total de gobierno, una juramentación a lo Carmona Estanga, pero clandestina, y una contienda presidencial en el marco y momento del “cuando nos dé la gana”.

Ante un panorama tan incierto como trascendente, a la MUD sólo se le ocurre  encarar la coyuntura política que se avecina como una nueva jornada electorera y, en consecuencia, se abocó a perfilar y escoger su candidato (Capriles, por supuesto) de entre las filas de los partidos políticos.

 Indigna, aunque no asombre, que la mesa de la “unidad” todavía no se haya percatado que este régimen no puede ser derrotado electoralmente por los partidos políticos, sino por la ciudadanía organizada; que el candidato elegido debe representar a la unidad nacional para que pueda lidiar con la corrupción de los poderes públicos, y no sólo representarla electoralmente. Liderar el rescate de la democracia es más necesario e importante que liderar un partido político.

Se ha dicho hasta la saciedad que la unidad de partidos no es equivalente a la unidad nacional; esta última incluiría a la MUD, a los talibanes del Teatro Chacaíto, y también a los obreros, estudiantes, académicos,  empresarios y cualquier venezolano  (no importa que no tenga edad para votar) que quiera contribuir con el rescate de la democracia; unidad amplia,  y a prueba de talanquera.
   
Si se acepta lo anterior, el elegido debe buscarse en las filas de la unidad nacional, por eso es imperioso conformarla antes de pensar en candidatos; conformada aquélla será fácil elegir entre los menos militantes de un partido político para que pueda sumar y nos motive a  votar como si fuera la última elección;  si no ganamos, como dice la canción, “por lo menos saber lo que hace falta”, para en la próxima, “entre todos poner lo que haga falta”.