viernes, 30 de enero de 2015

Oposición que no quiere ser

Terminó el 2014 y con él la oportunidad que se había previsto para organizar la oposición. El propósito resultó fallido. Hubo atenuantes como La Salida pero ninguna razón para habernos anclado en ese traspié. Subir el ancla supone, simplemente, reconocer el error. Ni lo que estaba haciendo y proponiendo Capriles servía, ni lo que terminaron de hacer López y María Corina sirvió. Ahora en el campo de la oposición celebran albricias porque los responsables de haber encallado (PJ y VP) han hecho las paces y aseguran más de lo mismo por un largo período.

¿Qué se supone debe ser el propósito último de la oposición a una dictadura? La denuncia y protesta de todas las violaciones al sistema democrático, dicen algunos; la consecución de la unidad nacional, arguyen otros; y, por último, alcanzar una mayoría indiscutible en las urnas electorales y en la calle, anhelan todos. Todas las anteriores son válidas, pero no independientes sino concatenadas. Las denuncias y protestas son las primeras en desvelar la dictadura; la unidad nacional calibra las posibilidades de derrotarla, y cuando tengamos una mayoría indiscutible (no sólo en lo electoral), ni con trampas la dictadura podrá evitar su derrota. Esto, por supuesto, es más fácil de bosquejar que de instrumentar.

En el caso venezolano la oposición soslayó tempranamente su responsabilidad de denuncia permanente y la sustituyó por el trabajo electoral que siempre estuvo circunscrito a un evento comicial, desdeñándose el trabajo previo al evento mismo (denuncias y protestas). De este modo, la dictadura nunca ha sido cuestionada ni mucho menos confrontada; en otras palabras, el nacimiento y consolidación de la dictadura siempre contó con una ausencia opositora; de ahí que ésta siga pensando que la confrontación a la dictadura debe esperar y cumplir los plazos electorales.

Y con respecto a la unidad la oposición la concibió y trato de organizarla, pero no para enfrentar a la dictadura, de hecho, todavía hay opositores que consideran la dictadura como un nivel de deterioro político al que todavía no hemos llegado, por eso la unidad concebida por la MUD fue una de partidos políticos que se enfrentaría a la dictadura en “buena” lid electoral. En consecuencia, la unidad alcanzada resultó, como debía serlo: chucuta, excluyente e ineficaz. A veces, ¿sólo a veces?, esta unidad de partidos parece hecha a la medida de la dictadura, pues se querella más con el sector democrático que con el dictatorial.


Comienza el 2015 sin cambios políticos y, en el campo opositor, parece que así terminará, con una mayoría cada vez más lejana y una desesperanza abrumadora. Ya no hay tiempo para cambiar me confiaba un colega durante la conmemoración de un evento político, refiriéndose a las posibilidades de mejorar el chance opositor en las próximas elecciones para elegir la Asamblea Nacional; es posible, pero siempre se estará a tiempo para que la oposición se decida y llegue a serlo. Hay tiempo para cambiar el caudal de votos de la MUD por el de los votantes que rechazan el gobierno de Maduro. El principal objetivo de la oposición en las elecciones venideras no es ganar, sino comenzar a forjar la mayoría. 

martes, 20 de enero de 2015

Mucho oposicionismo, pero cero oposición

En estos días, vísperas de elecciones para elegir a los diputados de la próxima Asamblea Nacional,  el  análisis del historial de fracasos de la oposición se ha puesto de moda, dada la trascendencia del evento electoral, y se deslindan las fronteras entre malos y buenos opositores. La conclusión a la que se llega no deja de sorprendernos: el rasgo más distintivo de un mal opositor es su pertenencia a la MUD; en consecuencia, la Mesa de la Unidad Democrática estaría vedada a los efectos de concebir y acordar alianzas electorales con la oposición “buena”. Los resultados no pueden ser más desalentadores: tenemos mucho oposicionismo pero ninguna oposición, pues no se enfrenta la dictadura y, además, por ahora se le dice adiós a la Unidad Nacional.

La política de la MUD debe ser rechazada, pero no porque ahí haya gente de AD, PJ, VP y otros de la “cuarta”, sino porque sus políticas privilegian el interés partidista por encima del nacional. Cuando sacrifiquen, temporalmente, sus siglas no sólo deberán ser aceptados sino bienvenidos, porque sin ellos, y sin otros, no es posible rescatar la democracia venezolana.  No se trata de buenos o malos opositores; serán válidos, eficientes y eficaces (calidad opositora) en la medida en que todos los opositores se concentren en apoyar los esfuerzos que conduzcan a la derrota, dentro del marco constitucional, del gobierno de Maduro, para lo cual todos son necesarios e imprescindibles.

¿Cómo saber qué tipo de opositor eres? Trata de establecer la congruencia entre el propósito que persigues y la estrategia que agencias para alcanzarlo; y he aquí el supuesto base: todo opositor a la dictadura chavista debe priorizar los esfuerzos para derrotar al Gobierno y sus políticas; pero no ha sido así. La “oposición” refugiada en la MUD ha tenido como propósito desarrollar las nuevas estructuras partidistas: PJ y VP. Se aducirá que La Salida fue una estrategia claramente dirigida a cambiar el Gobierno; mas, con esta estrategia es cuando más lejos ha estado la oposición de lograr ese objetivo. Con Capriles (el Camino) el accionar opositor se estancó; con La Salida, la posibilidad de cambiar al Gobierno retrocedió años luz. Estrategias totalmente incongruentes con el fin perseguido.

Pero hay otra oposición a quien no le importa si el Gobierno cambia o permanece, es la anti MUD, de rancia preocupación ideológica y siempre más cerca de la utopía que de la realidad. Su estrategia es claramente excluyente pues achaca a los otros debilidades ideológicas y vicios de corrupción, lo que obstaculiza su aporte a la consecución de una unidad nacional, pues se siente con derecho a lanzar la primera piedra. Su principal debilidad es el no percatarse que ya estamos viviendo una dictadura, en consecuencia la derrota del Gobierno debería priorizarse con relación a la de la MUD   

La consideración del Psuv como una organización partidista que compite con los de oposición por la conducción política del país fue, y es, una costosa ingenuidad. El Psuv no es un partido político, es una fachada seudo legal de la dictadura que padecemos mediante la conculcación de los poderes públicos, sin que, hasta ahora, la llamada oposición democrática haya hecho algo para contrarrestarlo. En la práctica, el Psuv es el fruto de la lenidad “opositora”


Con base en lo anterior es necesario que el campo opositor establezca claridad en el propósito y prioridad en la acción que, en términos concretos se resumiría en denunciar la dictadura y comenzar la forja de la Unidad Nacional, es decir, de la mayoría sin exclusiones. Quienes todavía andan empeñados en destacar las diferencias deberían recordar que la dictadura y la unidad democrática son las únicas que no pueden hacer diferencias. En esta hora aciaga de la democracia venezolana es necesario  escoger e involucrarse porque la pretendida neutralidad, o tercera vía,  no es más que una excusa para escabullirse por la puerta trasera.

martes, 6 de enero de 2015

Gobierno y oposición: de lo malo a lo peor

Durante las fiestas decembrinas era frecuente responder al tradicional ¿cómo estás?, con el no menos tradicional “bien”, aunque fuese matizado con el “para no entrar en detalles” o la cura en salud con el “dentro de lo que cabe”. En esta ocasión quisimos mantener la tradición, pero el Gobierno y la “oposición” no nos dejan. En todo caso, lo que sí parece consensuado para tirios y troyanos es la necesidad de que “la cosa cambie” sin importar la dirección; en otras palabras, si quieres el cambio no sólo debes pregonarlo sino ejecutarlo. En este sentido, se atribuye a Einstein haber declarado -palabras más, palabras menos- “que si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”. Gobierno y oposición pregonan el cambio, pero tienen quince años haciendo lo mismo.

En efecto, nunca ha sido tan válido este aforismo como en la política venezolana de los últimos quince años. El Gobierno insiste en mantener y continuar una política (Legado de Chávez) que no sólo ha fracasado sino que, además, se ha convertido en garantía de fracaso para quienes pretenden emular la gesta del caudillo. Por su parte, la oposición (MUD incluida) persiste en la consecución de una unidad mediante el mecanismo más anti unitario: el partido; que no permite alcanzar la unidad verdadera y que, además, obstaculiza el que se la alcance mediante una estrategia más válida.

Así  se entroniza la paradoja política de dos contendores que propugnan un cambio que de hecho niegan al seguir haciendo lo mismo. Unos no terminan de culpar a Chávez aunque todos los diagnósticos apuntan hacia esa culpabilidad, que se puede reconocer entre bastidores pero que no está permitido pregonar en público. Los otros conciben la unidad opositora como la búsqueda del “mejor” de los partidos que, por supuesto, siempre será aquél por el que simpatizo o milito; lo que nos hace recordar la canción de Raquel Castaño sobre la calidad de nuestro plato navideño: Bueno pues señores, no discuto más, ¿la mejor hallaca?,! la de mi mamá! ¿De quién será el mejor guiso?, ¿PJ, VP o AD?


Que Gobierno y oposición pretendan continuar en lo mismo, y con los mismos, afecta de manera desigual a los actores de este drama; porque mientras el primero tiene todos los recursos que puede seguir dilapidando, el segundo sólo tiene las excusas por su fracaso en forjar una unidad verdadera; para decirlo en términos beisboleros: la oposición está obligada a ganar, para lo cual no debe seguir haciendo lo mismo, lo que equivale a cambiar la MUD y su formato. Una tarea concreta y prioritaria es la conformación de una tarjeta Única que represente a la oposición en la próxima contienda electoral, ese es el único Camino y la única Salida.