En estos días, vísperas de elecciones para elegir a los diputados de la
próxima Asamblea Nacional, el análisis del historial de fracasos de la
oposición se ha puesto de moda, dada la trascendencia del evento electoral, y
se deslindan las fronteras entre malos y buenos opositores. La conclusión a la
que se llega no deja de sorprendernos: el rasgo más distintivo de un mal
opositor es su pertenencia a la MUD; en consecuencia, la Mesa de la Unidad
Democrática estaría vedada a los efectos de concebir y acordar alianzas
electorales con la oposición “buena”. Los resultados no pueden ser más
desalentadores: tenemos mucho oposicionismo pero ninguna oposición, pues no se
enfrenta la dictadura y, además, por ahora se le dice adiós a la Unidad
Nacional.
La política de la MUD debe ser rechazada, pero no porque ahí haya gente de
AD, PJ, VP y otros de la “cuarta”, sino porque sus políticas privilegian el
interés partidista por encima del nacional. Cuando sacrifiquen, temporalmente,
sus siglas no sólo deberán ser aceptados sino bienvenidos, porque sin ellos, y
sin otros, no es posible rescatar la democracia venezolana. No se trata de buenos o malos opositores;
serán válidos, eficientes y eficaces (calidad opositora) en la medida en que
todos los opositores se concentren en apoyar los esfuerzos que conduzcan a la
derrota, dentro del marco constitucional, del gobierno de Maduro, para lo cual
todos son necesarios e imprescindibles.
¿Cómo saber qué tipo de opositor eres? Trata de establecer la congruencia
entre el propósito que persigues y la estrategia que agencias para alcanzarlo;
y he aquí el supuesto base: todo opositor a la dictadura chavista debe
priorizar los esfuerzos para derrotar al Gobierno y sus políticas; pero no ha
sido así. La “oposición” refugiada en la MUD ha tenido como propósito
desarrollar las nuevas estructuras partidistas: PJ y VP. Se aducirá que La
Salida fue una estrategia claramente dirigida a cambiar el Gobierno; mas, con
esta estrategia es cuando más lejos ha estado la oposición de lograr ese
objetivo. Con Capriles (el Camino) el accionar opositor se estancó; con La
Salida, la posibilidad de cambiar al Gobierno retrocedió años luz. Estrategias
totalmente incongruentes con el fin perseguido.
Pero hay otra oposición a quien no le importa si el Gobierno cambia o
permanece, es la anti MUD, de rancia preocupación ideológica y siempre más
cerca de la utopía que de la realidad. Su estrategia es claramente excluyente
pues achaca a los otros debilidades ideológicas y vicios de corrupción, lo que
obstaculiza su aporte a la consecución de una unidad nacional, pues se siente
con derecho a lanzar la primera piedra. Su principal debilidad es el no
percatarse que ya estamos viviendo una dictadura, en consecuencia la derrota
del Gobierno debería priorizarse con relación a la de la MUD
La consideración del Psuv como una organización partidista que compite con
los de oposición por la conducción política del país fue, y es, una costosa
ingenuidad. El Psuv no es un partido político, es una fachada seudo legal de la
dictadura que padecemos mediante la conculcación de los poderes públicos, sin
que, hasta ahora, la llamada oposición democrática haya hecho algo para
contrarrestarlo. En la práctica, el Psuv es el fruto de la lenidad “opositora”
Con base en lo anterior es necesario que el campo opositor establezca
claridad en el propósito y prioridad en la acción que, en términos concretos se
resumiría en denunciar la dictadura y comenzar la forja de la Unidad Nacional, es
decir, de la mayoría sin exclusiones. Quienes todavía andan empeñados en
destacar las diferencias deberían recordar que la dictadura y la unidad democrática
son las únicas que no pueden hacer diferencias. En esta hora aciaga de la
democracia venezolana es necesario
escoger e involucrarse porque la pretendida neutralidad, o tercera vía, no es más que una excusa para escabullirse por
la puerta trasera.
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