viernes, 13 de enero de 2017

¿Se puede frenar el desmadre económico?

Gobierno y oposición continúan en lo mismo… y con los mismos. Lo primero que resalta es la paradoja de pregonar la necesidad y urgencia de, por ejemplo, frenar la inflación y, sin embargo, no mover ni un ápice en esa dirección. Así, el Gobierno cacarea viejas medidas para atacar la inflación que fueron y son  las causantes  de la debacle económica (control de cambio híper inflacionario) y el desarrollo desmedido y descarado de la corrupción. Todo lo malo que se ha hecho en la economía del socialismo siglo XXI no solo se mantiene a pesar de las protestas de cambio, sino que se reivindica.
A la oposición, por su parte,  se le olvidó que entre sus prioridades electorales figuraba la necesidad de transformar el actual modelo económico, habida cuenta que éste aparecía como el principal responsable de la justificación “teórica” del ya mencionado desmadre. Pues bien, a tres meses de haberse proclamado en la AN la derrota del oficialismo, todavía no aparece ni un proyecto, ni una idea, ni siquiera una señal del sector opositor de cómo lidiar con esta prioridad. En su lugar, las baterías se han centrado en un cambio de Presidente que presenta un menú multivariado e inclusivo de acciones que privilegian cómo salir de una dictadura enarbolando las banderas de la democracia. ¿Ingenuidad o bolsería?

El cambio en lo económico precede al político, y está sujeto a dos condicionantes: debe ser realizado en conjunto por Gobierno y oposición, y debe significar un verdadero cambio, es decir, no puede ser igual a lo que se ha aplicado y desarrollado en materia económica durante los últimos años. En este sentido, Gobierno y oposición están “obligados” a concebir y diseñar sus planes de cambio y a confrontarlos para acordarse en las áreas y propuestas comunes. Esto no implicaría cambio de Gobierno,  excepto cuando éste pretenda rechazar u oponerse a lo acordado. En ese caso la oposición debería invocar los artículos constitucionales que por vía de excepción defiendan los valores, principios y garantías democráticas y los derechos humanos como se establece en el articulado de la Carta Magna.

En la Venezuela de hoy, altamente polarizada y con visos de totalitarismo dictatorial, es necesario recurrir a la democracia directa,  es decir, al pueblo soberano que es el único que puede estar por encima de tribunales corruptos como el TSJ. El desmadre económico nos afecta, aunque no por igual, a tirios y troyanos; por eso es necesario que sea confrontado por tirios y troyanos. Sin embargo, el Gobierno que es de los actores en vida uno  de los principales responsables de la crisis, no solo sigue empeñado en desconocer su responsabilidad en la misma sino que pretende reivindicar el desmadre económico que nos agobia.   

Si el Gobierno mantiene su tozudez, entonces a la oposición no le queda otro recurso que desconocerlo mediante la activación del artículo 350 de la Constitución que reza: “El pueblo de Venezuela …desconocerá a cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe, los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos” .  El 350 tiene pertinencia y validez cuando se apoya en una mayoría popular que se manifiesta en una certificación plebiscitaria. En el caso venezolano estaría dada por la rotunda exhibición de mayoría que el pueblo diera durante la elección de la nueva AN (6-12-2015) así como  el incipiente pero progresivo respaldo  internacional. De este modo, el desmadre económico sería revertido por Fuenteovejuna.

Material publicado el 15 de marzo de 2016. cvillarroelc. blogspot. com

lunes, 2 de enero de 2017

La nueva Asamblea Nacional

La situación política de la oposición venezolana da pena y lástima. Lo primero, porque no ha sabido aprovechar todas las oportunidades que se le han presentado en su lucha contra la dictadura oficialista; lo segundo porque su reacción frente a los violadores de la Constitución (TSJ) ha sido lastimosamente sumisa; en estas condiciones la AN más que propiciar el cambio político que se requiere, se convierte en legitimador de las tropelías ordenadas por Maduro y fielmente ejecutadas por el Tribunal Supremo de Justicia, en otras palabras, dada la situación actual  esta  AN no tiene razón de ser.

Se podrá argumentar que la anulación del cuerpo legislativo por parte del máximo tribunal de la república  reviviría el costoso error que cometió la oposición durante las elecciones legislativas de 2005 al abandonar  las mismas, dado el grado de indefensión que sufría la oposición de entonces; no, en aquellos momentos la oposición optó por abandonar una causa perdida,  en la situación actual los opositores tiraron por la borda una causa que, en más de una ocasión, se tuvo ganada. De hecho, en las dos décadas de gobierno bolivariano a cada triunfo político opositor pareciera corresponder una estrepitosa derrota  partidista de los opositores.

Con base en el análisis de los párrafos anteriores es válido suponer que la oposición tradicional, sin unidad nacional, propósito no definido  e ineficiente  debería dar paso a todo lo contrario: una nueva AN que sea representativa de una democracia directa tal cual lo plantea  la Constitución. Una AN cuyo poder no dependa de las parcializadas decisiones de un Tribunal Supremo de Justicia. En este sentido son dos los puntos cruciales que deberán priorizar como metas quienes  pretenden rescatar a la maltrecha democracia venezolana: uno, la constitución de un frente anti dictadura; y dos,  el enfrentamiento con el TSJ que se ha erigido en el superpoder de la justicia, que hace y deshace, más de lo segundo que de lo primero.

Una AN  debería definir sin medias tintas y con total compromiso a los contendores: Dictadura y Democracia. Sin embargo, a pesar de la dicotomía utilizada el deslinde de los extremos no resulta tan evidente. Hay quienes rechazan “esta dictadura”, pero no las dictaduras en general; otros no terminan de rechazarla porque en el transcurrir de la política venezolana avalaron injusticias imperdonables a las que ahora pasan factura; y por último, aunque no lo último, hay quienes no la rechazan por comulgar con la posición ideológica de los Castro y los Stalin. No, la dictadura para la cual pedimos rechazo se concibió y se desarrolló aquí en Venezuela; y deberán ser venezolanos, de cero politiquerías, quienes tendrán que derrotarla. La única discriminación permitida debería ser la de los contendores: Demócratas y Pro dictadores.

El comportamiento del TSJ en el campo de los abusos y violaciones a la Constitución ha hecho creer a muchos que ya todo está dicho, y que nada puede hacerse. Hay, sin embargo, un poder que está por encima de todos los otros: LA SOBERANÍA POPULAR. Durante diciembre de 2015 se evidenció una muestra de ese poder cuando la oposición derrotó ampliamente al oficialismo en la elección de 6/12/2016. Lamentablemente la oposición no supo aprovechar la coyuntura política y al TSJ se le permitió expropiar e invertir los resultados electorales. En aquella oportunidad escribimos un artículo titulado: Más de 7.700.000 jarrones chinos  (24/1/2016) aludiendo a la inutilidad de esa victoria que la burocracia partidista no supo ni pudo defender; en  este sentido, todo el caudal de votos opositores se diluyó pero no se extinguió; están ahí, para ser capitalizados  por una unidad sin partidos aunque con mucha ciudadanía; y un enfrentamiento inteligente a cualquier dictadura.

César Villarroel Castillo
Caracas, 29 de diciembre de 2016.



Recomendamos la lectura de mi artículo: “Más de 7.700.000 jarrones chinos”. Caracas, 24 de enero de 2016. cvillarroelc.blogspot

sábado, 10 de diciembre de 2016

La resurrección del modelo rentista

Meses atrás, cuando los precios del petróleo habían llegado en la era chavista a su nivel  más bajo, tirios y troyanos quebraron más de una lanza en contra del modelo rentista petrolero y, aunque no hubo una ruptura total con el mismo pues todavía se regalan dólares a diez bolívares, no se encontraba en el país un solo ser que asumiera su defensa. Ahora, solo ha bastado un repunte de los precios petroleros, se estima que pudieran alcanzar los sesenta dólares el barril, para que volvamos a las andadas: el derroche, la regaladera y, por supuesto, la inefable corrupción y un resurgir del modelo rentista en nuestra economía petrolera. El Gobierno parece no advertir que el posible aumento de precios petroleros dentro de un modelo populista es la peor amenaza que deberá enfrentar nuestra principal industria.

 Sí, porque hay que escribirlo con todas sus letras y mayúsculas: LA CRISIS ECONÓMICA QUE PADECEMOS NO SE DEBE A QUE LOS PRECIOS BAJARON, SINO A QUE SUBIERON DEMASIADO.   Dicho así pareciera que no queremos o rechazamos un aumento de los precios del petróleo; nada que ver, celebramos un aumento de precios dentro de la siembra que recomendaba Uslar Pietri, es decir, un aumento que estuviera dirigido a aumentar la productividad en y del país. Pero ese no es el caso de Venezuela, pues ésta no ha podido, o no ha querido, inscribir su política petrolera en una de desarrollo y productividad sino del reparto efectista. Al momento de escribir estas líneas, en los bulevares de Sabana Grande (Caracas) se hacen intentos por reproducir otro “dakazo” populista.

 En Venezuela tal política exhibe su máxima expresión con el llamado populismo socio económico.   El Populismo es una política del reparto y, en ese sentido, es totalmente contrario a todo intento de producción y productividad; no se produce, se reparte. En consecuencia, es una política del derroche que colapsa en época de escases. La Venezuela de Chávez y Maduro son ejemplo típicos del modelo populista. Por eso hay quienes proponen a los gobernantes cuyos países experimentan una riqueza súbita manejar la abundancia con criterios de escases.  Consejo éste que no siempre es aceptado y casi nunca seguido. El problema es que los experimentos  populistas siempre se hacen   con recursos y dineros que no son  suyos.  Venezuela es una de sus últimas víctimas que pasó, en un santiamén,  a ser una ruina con ruindad.

¿Sabrán los señores del Gobierno que cuando se regocijan por una nueva alza de los precios del petróleo sin considerar los peligros del modelo  populista, corren el riesgo de resucitar el modelo rentista? Si le damos el beneficio de la duda tendríamos que admitir que los funcionarios ignoraban lo peligrosa de la situación, en consecuencia sólo sería justo tacharlos de sordos; pero no, desde la muerte de Chávez se ha venido previniendo a Maduro acerca de lo inconveniente del actual modelo económico y no hay manera de que este señor se dé por enterado. Un sistema monetario que presenta una gama de cotizaciones que van desde diez bolívares hasta seiscientos, aproximadamente.  ¿Quién se está robando los dólares a diez bolívares?, porque ese dólar está puesto allí para que se lo roben, y Maduro no dice nada. Al lado de eso, y como una consecuencia de lo anterior, padecemos una inflación indetenible, y Maduro tampoco dice nada.


¿Quién debe decir o hacer algo? Una fulana oposición que no se opone a nada, porque pasan la mayor parte del tiempo oponiéndose entre sí y a dilucidar cuál es el mejor partido político. Es necesario que las llamadas fuerzas “vivas”, hace un buen rato muertas, se apersonen y asuman su responsabilidad. La sociedad toda debe exigirle a Maduro un cambio del Modelo económico y que organice con la sociedad civil el diseño del nuevo modelo; así mismo, que se arbitre lo necesario para frenar la inflación. Estas medidas serían el arranque del cambio que sería apoyado nacionalmente y, además, contaría con la contribución de las mentes más esclarecidas. 

domingo, 27 de noviembre de 2016

La crisis y la lata de pintura

Una de las características que más distingue a la crisis venezolana es que cada vez que se intenta frenar lo que se logra es alejar la posible solución un poco más. Esto nos recuerda un chiste que nos parece apropiado para ejemplificar. Se cuenta que en una oportunidad en que se terminaba una carretera, o más bien un pedazo, se contrató a uno de los obreros para que, lata y brocha dispuestas,  procediera a pintar la raya que divide los dos carriles. Al tercer día el supervisor increpa al obrero en estos términos: el primer día usted  lo hizo muy bien al pintar cincuenta metros; el segundo día pintó sólo treinta metros que atribuimos al cansancio inicial; al tercer día sólo pintó diez metros, lo que nos pareció anormal; pero  el cuarto día sólo pintó cinco metros, lo que nos parece inaudito. Entonces el obrero le respondió en estos términos: no se da cuenta que cada día la lata de pintura me queda más lejos. 
  
Algo similar ocurre con la crisis venezolana. Está archi diagnosticada; llevamos tres años tratando de avanzar en su solución sin que se haya tenido éxito; comisiones van y vienen; se estrenan y despiden ministros que, según el Presidente, lo han hecho muy bien pero a los que ya, inexplicablemente, no se quiere en esos cargos. En otras palabras, a cada nuevo intento de resolver, frenar,  o paliar las “buenas intenciones” nos quedamos, al igual que el obrero del chiste, con la sensación de que la “lata de pintura cada vez nos queda más lejos” Uno de los líderes opositores ha caracterizado la cadena de desaciertos, palabras más, palabras menos, en los siguientes términos: “La oposición se ha convertido en una experta en transformar los triunfos en derrotas; mientras el oficialismo se ha hecho experto en convertir las derrotas en victorias” ¿Porqué no le tomamos la palabra al dirigente opositor? A la actual dirección opositora hay que liquidarla para que pueda seguir viviendo. Veamos.

La sentencia atribuida al líder opositor con la que culminamos el párrafo anterior, quizás solamente pretendía un simple juego de palabras que describiera  sarcástica y “acertadamente” toda la tragedia que nos agobia, mas si se dan como válidas el pensamiento y sentir del líder opositor estamos frente a una confesión que deja muy mal parada la eficacia de la MUD porque revelaría que los fracasos de la oposición se deben a ella misma. Aquí cabría el conocido aforismo que reza: A confesión de parte, relevo de pruebas. Esto abonaría el camino para justificar la reorganización de la MUD, así como también  la organización e incorporación de aquellos que no son maduristas pero tampoco apoyan a los sectores opositores (MUD).  

Cuando hablamos de liquidar la actual dirección opositora nos ubicamos en la misma situación de la dirección oficialista  que solemos criticar con tanta seguridad: si siguen haciendo lo mismo, seguirán obteniendo el mismo resultado;  bueno, esto es válido también para la oposición, ¿tres lustros de reiterados fracasos estratégicos  no son suficientes? Si se llegara a cambiar la dirección opositora  cabría la posibilidad de reorganizarla  para intentar la conformación de una unidad opositora de carácter nacional. ¿Utopía? Posiblemente, pero sin ella no llegaremos a ninguna parte. La dictadura no puede, ni debe ser enfrentada por facciones ni fracciones. Hasta ahora la MUD ha sido dirigida por los líderes partidistas; de ahí que sus aportes estratégicos privilegien el interés partidista. Criticar esta postura nos ganará el calificativo de defensor de la “anti política”, pero ha llegado el momento de darle un chance a los independientes.

Cambiar la dirección opositora implica no sólo cambiar los nombres ni los hombres sino también  los criterios.  Necesitamos cambiar a la vieja dirigencia de la MUD, no porque sean incapaces sino porque sus estrategias no fueron  congruentes  con el tipo de gobierno al que tenían que enfrentar: la dictadura. Su principal pecado político consistió en que su ineficiencia e ineficacia derivaban de los parámetros y estándares pautados por el propio Gobierno. De ahí la paradoja que encabeza el título de este artículo, porque en la medida en que la oposición está  más cercana a la solución de la crisis, más lejana está una salida eficiente y eficaz  de la misma, en otras palabras: ¡Cada vez la lata de pintura nos queda más lejos! ¿Cómo debería ser la nueva dirigencia opositora?

La dirigencia de la MUD es una de tipo partidista, cuyo liderazgo cambia en la medida en que cambia el protagonismo de sus miembros;  en consecuencia, se pretende actuar en pro de una unidad nacional con unos mecanismos que niegan y/o boicotean esa unidad. El comportamiento de los líderes opositores desde Manuel Rosales  hasta el  intocable Timoteo Zambrano, este último con una actuación tan errática como sigilosa que, sin embargo, no ha podido ser desplazado de la dirigencia opositora. ¿Habrá alguien dispuesto a votar por Timoteo? Si, los chavistas de conspiraciones y máscaras. Si se quiere insistir en una unidad nacional opositora deberá pensarse en una dirigencia apartidista no solo distinta sino también diáfana e inclusiva sin los Timoteo Zambrano de siempre.      

domingo, 13 de noviembre de 2016

“El americano feo”

El título refiere a un “best seller” de los años sesenta del siglo XX (Lenderer y Burdike, 1959), en el cual se describe la arrogancia, abuso, ignorancia, mal gusto, “patanería” y otras lacras de las cuales se sentían muy orgullosos los estadounidenses de la época.  En la política y la economía el sentir y ser de estos ciudadanos era claramente excluyente; prueba de ello fue el extrañamiento conceptual del gentilicio americano si sus coordenadas no cuadraban dentro de Canadá por el norte y México por el sur. Todavía hay quienes consideran, mi nieto por ejemplo, que los mexicanos  no son norteamericanos. En lo ideológico también se hizo sentir lo bueno y lo malo del “americano” feo, y,  al tener que elegir la opción de cursar postgrado en el extranjero, rechazamos  hacerlo en los Estados Unidos, aunque era donde más  se había desarrollado nuestra especialidad, pero también  donde corría el riesgo de comulgar con el Imperio. Mocedades de sarampión rojo.

Bueno, el Americano Feo  ha regresado. Se llama Donald y acaba de ganar la presidencia de los Estados Unidos.  ¿Por qué? Porque el estadounidense genuino lo es también el  feo. Egoísta, pragmático y palurdo.  En una retrospectiva de presidentes republicanos recientes pueden encontrar con facilidad que los que han dejado huella (positiva o no) se ubican en el perfil que hemos esbozados: Reagan y Bush, que no tuvieron reparos en declararse incultos, es decir, de proclamar su fealdad gringa. Por eso  Trump, a pesar de no tener pedigrí  republicano pudo llegar a las clases y grupos más estadounidenses, obreros y clase media baja. Por eso no tuvo reparos en embaucar las encuestas, o más bien a los encuestadores.  Trump fue leal  hasta con las estupideces; yo las pienso, yo las digo y, además, asumo la responsabilidad frente a la burla o el epíteto. El estadounidense feo también habla inglés.

Se ha especulado acerca de un supuesto paralelismo político entre la figura del recién electo presidente estadounidense  y la del ex presidente Chávez. Creemos que no existe tal paralelismo, excepto en lo que respecta a sus manifestaciones escatológicas.  Ambos no escatimaron en sus respectivas áreas de gestión política el cultivo de la grosería amparados en un poder económico de origen hereditario en el primer caso y de una circunstancia política en el segundo. Chávez no pudo ver el desmoronamiento de su poder económico, en cambio Trump terminará su mandato (largo o corto) sin que se vea afectado su patrimonio económico. En este sentido es importante destacar que el poder económico administrado por Trump es de carácter estatal; en cambio ese poder en el caso de Chávez era considerado y administrado como uno de tipo personal.


Otro de los elementos que distinguen ambos políticos  es su actuación en el ámbito de las relaciones exteriores. En el caso de Chávez éste jugó fuerte en política exterior e influenció el pensamiento político durante los dos últimos lustros del siglo XXI. Su acción política fue de tipo personal. No podemos ni debemos especular sobre el comportamiento de la política exterior de Trump, pero podemos aventurar que ésta no diferirá mayormente de la que ya ha evidenciado los ex presidentes republicanos que le han precedido.  

jueves, 3 de noviembre de 2016

¿Hace falta un plan “B”?

Mires (Mires, 2016) , al tratar de analizar los posibles errores de la estrategia de la oposición política venezolana señala: que estos pueden sintetizarse en los  siguientes: “el primero dice que la acción política depende de la definición del régimen. El segundo: que la MUD está obligada a tener un plan “B” en el caso de que fracase el RR-16”. El primero fue costosamente practicado durante el fallido intento de activar el RR. La oposición creyó ingenuamente que una dictadura puede entregar democráticamente el poder. El Gobierno estuvo dispuesto a entregarlo todo excepto el poder; de ahí que lo más álgido del RR no giraba  en torno al contenido sino a la fecha de su realización. Más allá del 2016 el Gobierno se jugaba un cargo, dentro del 2016 el Gobierno se jugaba todos los cargos, es decir, el poder.

Con relación al segundo error, Mires lo percibe como una supuesta obligatoriedad de presentar un plan “B” (suerte de objetivos alternos) ante la posibilidad de que no se logren los objetivos principales. Posiblemente el planteamiento resulte en lo teórico y en lo general, pero si se contextualiza en la Venezuela de hoy  lo más probable es que no encontremos evidencias de planificación alguna. De hecho, en todo el período “revolucionario” tanto la democracia representativa como la dictadura sólo presentan un concierto de improvisaciones. Por eso  no es cierto que la oposición haya sido obligada, alguna vez, a tener como seguro resguardo un fulano plan B.

Lo que sí debería ser obligatorio para la oposición es la presencia de un protocolo que asegure a las decisiones tomadas por la oposición la consecución de los objetivos previstos. En vez de pensar en un naipe escondido “bajo la manga” debe considerarse, previamente,  la secuencia de acciones que establezcan la relevancia,  pertinencia, factibilidad (correlación entre lo deseable  y lo posible),  y la viabilidad. Algo parecido a los buenos ajedrecistas que conciben y practican, hasta por cinco pasos,  las jugadas que conduzcan al jaque mate del adversario; totalmente en contrario a los malos políticos de la MUD, que sólo llegan a percatarse de los efectos de sus decisiones mucho tiempo después de  cuando ya las estemos padeciendo.  

A partir de noviembre del año en curso la confrontación entre el oficialismo y la oposición se agudizará; ésta tendrá una gran oportunidad, ¿la última?, pues controlará el patio (la Constitución) y la bandera (el voto). En lo futuro es muy difícil concebir cambios constitucionales que no se concreten  en opciones electorales, y que no puedan ser manipulados por el Ejecutivo, el poder judicial (TSJ) y la misma MUD. Nos estamos refiriendo a los cambios constitucionales: Enmienda, Reforma Constitucional y Constituyente. Ninguno de estos procesos puede ser boicoteado por el Ejecutivo, el TSJ, ni la MUD porque la Constitución previó la posibilidad de que la propuesta de cambio pueda ser asumida como una responsabilidad de un porcentaje de los electores. Será la actuación de la democracia directa que supera a las instituciones ya citadas.

Lo anterior no evita que la dictadura se comporte como tal, en ese caso se la debe enfrentar como lo que es: una costosísima dictadura. Vale enfatizar, sin embargo, que el propósito político de los cambios es evitar que se repitan los entuertos tanto del oficialismo como de la oposición. Por ejemplo, los cambios con relación a las elecciones presidenciales deben considerar la no reelección presidencial y  y el balotaje; lo primero para “cortarle las patas” a los pichones de dictadores; y lo segundo para evitar que alguien pueda llegar a la presidencia sin tener un verdadero respaldo de las mayorías; y otras observaciones importantes podrían aducirse en lo que concierne al CNE, que no es imparcial y que es violatoria de la Constitución en lo que respecta a la proporcionalidad de los resultados electorales.

No hay que esperar al 2019 para preocuparse por estas cosas; de hecho, debimos comenzar ayer.  


Fernando Mires, Noticias Universitarias: “Dos errores”.csarvillarroel8

miércoles, 12 de octubre de 2016

La Habana usurpadora

En algunas contiendas, por ejemplo el boxeo, suele utilizarse un tipo de juez que juzga pero cuyo veredicto no es vinculante. Este personaje se encarga de orientar el cumplimiento de los reglamentos y, en ocasiones, solicitar e  imponer sanciones cuando la transgresión de las reglas así lo ameriten. Todo esto para disminuir al máximo la posibilidad de parcializaciones y/o falta de equidad al dirimir el final de la contienda. Así, por ejemplo, la sede del  evento resulta crucial por la influencia que pueda generar un público cuando su equipo juegue localmente, lo que los futbolistas llaman el jugador Número 12; en estos casos se opta por elegir una sede neutral que garantice la idoneidad e imparcialidad de la contienda.

Lo anterior viene a cuento porque, a propósito del reciente plebiscito realizado en Colombia,  nos luce que en la contienda FARC vs Gobierno Colombiano el arbitraje de la contienda fue claramente parcializado a favor del grupo guerrillero. Veamos. El Gobierno de Colombia que debió representar al pueblo colombiano pero que al final solo le alcanzó para representar a un sector de ese pueblo y el ego de Santos quien, al igual que Ricardo III, estaba dispuesto a cambiar su reino por un caballo en el caso de Ricardo, y un Premio Nobel de la Paz en el caso Santos; y lo consiguió, aunque “chucuto”.  El obsequio de parlamentarios, por ejemplo, solo puede entenderse en el marco de un negociador que está dispuesto a darlo todo,  siempre que le aseguren el Nobel de la Paz.

En la selección de quienes deberían ser los más imparciales fue en donde se generaron las mayores iniquidades. Primero, se acordó como sede de las conversaciones a La Habana. ¿A cuenta de qué? Porque hasta ahora La Habana se ha convertido en el aliviadero “madre” de los diferentes grupos guerrilleros latinoamericanos, y, en consecuencia, no es la sede más idónea para convertirse en asiento de un proceso que exige una total neutralidad en su calidad de negociador. La Habana debió ser considerada la menos indicada porque su sesgo ha sido históricamente notorio. Solo una sede ideológicamente comprometida a favor de la guerrilla pudo aceptar sin chistar el “obsequio” de parlamentarios y la impunidad ante los delitos de lesa humanidad.

Con relación al anfitrión y el grupo de notables que se comprometieron a desbrozarle a Santos el camino hacia Oslo la parcialización no deja lugar a dudas. Raúl Castro es, dentro del espectro latinoamericano, lo más lejano a un demócrata y lo más cercano a una charada guerrillera. Mientras estuvo vivo Chávez no ocultó su admiración por la guerrilla. Declaró en pleno Congreso venezolano  la beligerancia de las FARC, y cuando  Raúl Reyes fue asesinado por las fuerzas colombianas dirigidos por Santos en calidad de Ministro de Defensa de Uribe, Chávez amenazó con movilizar tropas a pesar de que el más afectado había sido el Gobierno del Ecuador. Por cierto, Chávez no tuvo la oportunidad de pasar la factura correspondiente, ¿dejaría  el  encargo a su pupilo Maduro?; quien, ¿por casualidad?, formó parte de los garantes de los acuerdos.


Un balance muy somero perfila desde ya unos resultados posibles, aunque también se asoman algunas dificultades de esas que llaman de posiciones tomadas. Ya veremos. Por de pronto, Santos se salió con la suya no tanto por lo que hizo sino por lo que permitió. Se alzó con su Premio Nobel de la Paz, aunque bastante disminuido por las circunstancias. El premio se quedó en Colombia, pero el tufo también.  ¿Habrá nuevas conversaciones, o se continuará con las ya iniciadas y derrotadas? Por ahora habrá nuevos escenarios y protagonistas. Asoma Quito como nueva sede  y, por supuesto, Correa como anfitrión, ambos comprometidos ideológicamente con la FARC pero en situación muy distinta a la anterior: negociaciones diáfanas y públicas dado que Santos resultó un fiasco.