domingo, 27 de noviembre de 2016

La crisis y la lata de pintura

Una de las características que más distingue a la crisis venezolana es que cada vez que se intenta frenar lo que se logra es alejar la posible solución un poco más. Esto nos recuerda un chiste que nos parece apropiado para ejemplificar. Se cuenta que en una oportunidad en que se terminaba una carretera, o más bien un pedazo, se contrató a uno de los obreros para que, lata y brocha dispuestas,  procediera a pintar la raya que divide los dos carriles. Al tercer día el supervisor increpa al obrero en estos términos: el primer día usted  lo hizo muy bien al pintar cincuenta metros; el segundo día pintó sólo treinta metros que atribuimos al cansancio inicial; al tercer día sólo pintó diez metros, lo que nos pareció anormal; pero  el cuarto día sólo pintó cinco metros, lo que nos parece inaudito. Entonces el obrero le respondió en estos términos: no se da cuenta que cada día la lata de pintura me queda más lejos. 
  
Algo similar ocurre con la crisis venezolana. Está archi diagnosticada; llevamos tres años tratando de avanzar en su solución sin que se haya tenido éxito; comisiones van y vienen; se estrenan y despiden ministros que, según el Presidente, lo han hecho muy bien pero a los que ya, inexplicablemente, no se quiere en esos cargos. En otras palabras, a cada nuevo intento de resolver, frenar,  o paliar las “buenas intenciones” nos quedamos, al igual que el obrero del chiste, con la sensación de que la “lata de pintura cada vez nos queda más lejos” Uno de los líderes opositores ha caracterizado la cadena de desaciertos, palabras más, palabras menos, en los siguientes términos: “La oposición se ha convertido en una experta en transformar los triunfos en derrotas; mientras el oficialismo se ha hecho experto en convertir las derrotas en victorias” ¿Porqué no le tomamos la palabra al dirigente opositor? A la actual dirección opositora hay que liquidarla para que pueda seguir viviendo. Veamos.

La sentencia atribuida al líder opositor con la que culminamos el párrafo anterior, quizás solamente pretendía un simple juego de palabras que describiera  sarcástica y “acertadamente” toda la tragedia que nos agobia, mas si se dan como válidas el pensamiento y sentir del líder opositor estamos frente a una confesión que deja muy mal parada la eficacia de la MUD porque revelaría que los fracasos de la oposición se deben a ella misma. Aquí cabría el conocido aforismo que reza: A confesión de parte, relevo de pruebas. Esto abonaría el camino para justificar la reorganización de la MUD, así como también  la organización e incorporación de aquellos que no son maduristas pero tampoco apoyan a los sectores opositores (MUD).  

Cuando hablamos de liquidar la actual dirección opositora nos ubicamos en la misma situación de la dirección oficialista  que solemos criticar con tanta seguridad: si siguen haciendo lo mismo, seguirán obteniendo el mismo resultado;  bueno, esto es válido también para la oposición, ¿tres lustros de reiterados fracasos estratégicos  no son suficientes? Si se llegara a cambiar la dirección opositora  cabría la posibilidad de reorganizarla  para intentar la conformación de una unidad opositora de carácter nacional. ¿Utopía? Posiblemente, pero sin ella no llegaremos a ninguna parte. La dictadura no puede, ni debe ser enfrentada por facciones ni fracciones. Hasta ahora la MUD ha sido dirigida por los líderes partidistas; de ahí que sus aportes estratégicos privilegien el interés partidista. Criticar esta postura nos ganará el calificativo de defensor de la “anti política”, pero ha llegado el momento de darle un chance a los independientes.

Cambiar la dirección opositora implica no sólo cambiar los nombres ni los hombres sino también  los criterios.  Necesitamos cambiar a la vieja dirigencia de la MUD, no porque sean incapaces sino porque sus estrategias no fueron  congruentes  con el tipo de gobierno al que tenían que enfrentar: la dictadura. Su principal pecado político consistió en que su ineficiencia e ineficacia derivaban de los parámetros y estándares pautados por el propio Gobierno. De ahí la paradoja que encabeza el título de este artículo, porque en la medida en que la oposición está  más cercana a la solución de la crisis, más lejana está una salida eficiente y eficaz  de la misma, en otras palabras: ¡Cada vez la lata de pintura nos queda más lejos! ¿Cómo debería ser la nueva dirigencia opositora?

La dirigencia de la MUD es una de tipo partidista, cuyo liderazgo cambia en la medida en que cambia el protagonismo de sus miembros;  en consecuencia, se pretende actuar en pro de una unidad nacional con unos mecanismos que niegan y/o boicotean esa unidad. El comportamiento de los líderes opositores desde Manuel Rosales  hasta el  intocable Timoteo Zambrano, este último con una actuación tan errática como sigilosa que, sin embargo, no ha podido ser desplazado de la dirigencia opositora. ¿Habrá alguien dispuesto a votar por Timoteo? Si, los chavistas de conspiraciones y máscaras. Si se quiere insistir en una unidad nacional opositora deberá pensarse en una dirigencia apartidista no solo distinta sino también diáfana e inclusiva sin los Timoteo Zambrano de siempre.      

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