Una de las
características que más distingue a la crisis venezolana es que cada vez que se
intenta frenar lo que se logra es alejar la posible solución un poco más. Esto
nos recuerda un chiste que nos parece apropiado para ejemplificar. Se cuenta
que en una oportunidad en que se terminaba una carretera, o más bien un pedazo,
se contrató a uno de los obreros para que, lata y brocha dispuestas, procediera a pintar la raya que divide los
dos carriles. Al tercer día el supervisor increpa al obrero en estos términos:
el primer día usted lo hizo muy bien al
pintar cincuenta metros; el segundo día pintó sólo treinta metros que
atribuimos al cansancio inicial; al tercer día sólo pintó diez metros, lo que
nos pareció anormal; pero el cuarto día
sólo pintó cinco metros, lo que nos parece inaudito. Entonces el obrero le
respondió en estos términos: no se da
cuenta que cada día la lata de pintura me queda más lejos.
Algo similar
ocurre con la crisis venezolana. Está archi diagnosticada; llevamos tres años
tratando de avanzar en su solución sin que se haya tenido éxito; comisiones van
y vienen; se estrenan y despiden ministros que, según el Presidente, lo han
hecho muy bien pero a los que ya, inexplicablemente, no se quiere en esos
cargos. En otras palabras, a cada nuevo intento de resolver, frenar, o paliar las “buenas intenciones” nos
quedamos, al igual que el obrero del chiste, con la sensación de que la “lata
de pintura cada vez nos queda más lejos” Uno de los líderes opositores ha caracterizado
la cadena de desaciertos, palabras más, palabras menos, en los siguientes
términos: “La oposición se ha convertido
en una experta en transformar los triunfos en derrotas; mientras el oficialismo
se ha hecho experto en convertir las derrotas en victorias” ¿Porqué no le
tomamos la palabra al dirigente opositor? A la actual dirección opositora hay
que liquidarla para que pueda seguir viviendo. Veamos.
La sentencia
atribuida al líder opositor con la que culminamos el párrafo anterior, quizás
solamente pretendía un simple juego de palabras que describiera sarcástica y “acertadamente” toda la tragedia
que nos agobia, mas si se dan como válidas el pensamiento y sentir del líder
opositor estamos frente a una confesión que deja muy mal parada la eficacia de
la MUD porque revelaría que los fracasos de la oposición se deben a ella misma.
Aquí cabría el conocido aforismo que reza: A confesión de parte, relevo de
pruebas. Esto abonaría el camino para justificar la reorganización de la MUD,
así como también la organización e
incorporación de aquellos que no son maduristas pero tampoco apoyan a los
sectores opositores (MUD).
Cuando hablamos
de liquidar la actual dirección opositora nos ubicamos en la misma situación de
la dirección oficialista que solemos
criticar con tanta seguridad: si siguen haciendo lo mismo, seguirán obteniendo
el mismo resultado; bueno, esto es
válido también para la oposición, ¿tres lustros de reiterados fracasos
estratégicos no son suficientes? Si se
llegara a cambiar la dirección opositora
cabría la posibilidad de reorganizarla para intentar la conformación de una unidad
opositora de carácter nacional. ¿Utopía? Posiblemente, pero sin ella no
llegaremos a ninguna parte. La dictadura no puede, ni debe ser enfrentada por
facciones ni fracciones. Hasta ahora la MUD ha sido dirigida por los líderes
partidistas; de ahí que sus aportes estratégicos privilegien el interés
partidista. Criticar esta postura nos ganará el calificativo de defensor de la
“anti política”, pero ha llegado el momento de darle un chance a los
independientes.
Cambiar la
dirección opositora implica no sólo cambiar los nombres ni los hombres sino
también los criterios. Necesitamos cambiar a la vieja dirigencia de
la MUD, no porque sean incapaces sino porque sus estrategias no fueron congruentes con el tipo de gobierno al que tenían que
enfrentar: la dictadura. Su principal pecado político consistió en que su
ineficiencia e ineficacia derivaban de los parámetros y estándares pautados por
el propio Gobierno. De ahí la paradoja que encabeza el título de este artículo,
porque en la medida en que la oposición está más cercana a la solución de la crisis, más
lejana está una salida eficiente y eficaz
de la misma, en otras palabras: ¡Cada vez la lata de pintura nos queda
más lejos! ¿Cómo debería ser la nueva dirigencia opositora?
La dirigencia de la MUD es una de tipo partidista,
cuyo liderazgo cambia en la medida en que cambia el protagonismo de sus
miembros; en consecuencia, se pretende
actuar en pro de una unidad nacional con unos mecanismos que niegan y/o
boicotean esa unidad. El comportamiento de los líderes opositores desde Manuel
Rosales hasta el intocable Timoteo Zambrano, este último con
una actuación tan errática como sigilosa que, sin embargo, no ha podido ser
desplazado de la dirigencia opositora. ¿Habrá alguien dispuesto a votar por
Timoteo? Si, los chavistas de conspiraciones y máscaras. Si se quiere insistir
en una unidad nacional opositora deberá pensarse en una dirigencia apartidista
no solo distinta sino también diáfana e inclusiva sin los Timoteo Zambrano de
siempre.
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