miércoles, 21 de septiembre de 2016

Prorrogando la prórroga

Ante su incapacidad gubernativa, el Gobierno ha decidido gobernar por decreto, o mejor, recurrir al reconocimiento de la  excepcionalidad administrativa estatal cuando ésta amerite liberarse de la normativa que rige un campo específico de la administración pública  por un tiempo específico; para que el Ejecutivo no se encuentre atado al burocratismo en la solución del problema. Suele ocurrir, algunas veces,  que el tiempo previsto para solucionar el problema no es suficiente, razón por la cual se puede prorrogar el plazo previsto para cumplir la tarea encomendada.

La Revolución Bolivariana desde muy temprano explicitó su intención de construir una hegemonía política y administrativa con base no sólo en la excepcionalidad sino en la perpetuidad. Así como Lenin pidió todo el poder para los soviets, en la Venezuela del 2000 Chávez pidió todo el poder para él, y se lo dieron. Uno de los instrumentos que el caudillo utilizó para garantizarse esa hegemonía fue la gobernabilidad por decreto;  las misiones, las leyes habilitantes y la rutinización de la excepcionalidad se inscriben en este burladero de la norma. Así, se crearon las “misiones” para resolver un problema concreto (la exclusión y retardo educativo) pero cuya sustentabilidad estaba sujeta a nuevos fines y objetivos marcados por un sesgo ideológico,  como ocurriera con los proyectos educativos: José Félix Ribas y Gran Mariscal de Ayacucho y, por eso,  devinieron en proyectos permanentes y paralelos a la institucionalidad educacional prevista.

Otro tanto ocurrió con las prórrogas que convirtieron en permanentes los proyectos contenidos en las Leyes Habilitantes durante la gestión de Chávez y los decretos de excepción  durante la administración de Maduro. En ambos casos se abusó de la prórroga que convirtió en permanente lo que no debió pasar, en cada caso, en una prórroga de 60 días. En lo que concierne a la gestión de Chávez el tratamiento de las prórrogas fue abusivo pero contó con una Asamblea Nacional que le aplaudía la gracia; en cambio, en el caso de Maduro no sólo violó la normativa parlamentaria  sino la misma Constitución.

El Presidente Maduro ha prorrogado hasta por cuarta vez el Estado de Excepción y Emergencia Económica. ¿Es posible, legal y factible? En una dictadura sí, solo la MUD parece ignorar que padecemos una neo dictadura en las cuales estas lacras no sólo son posibles sino consustanciales a la misma, porque los encargados de administrar justicia (TSJ) les ha dado por interpretar la ley en beneficio del Ejecutivo. Si nos atenemos al concepto de prórroga manejado por Maduro y sus acólitos, Nicolás podría mantenerse en el poder todo el tiempo que quiera mediante una “prorrogitis” aguda que, según especulaciones, es lo que pretende el señor Presidente.

El rasgo más característico de la prórroga, sin embargo, es su temporalidad específica, es decir, su práctica, en un marco democrático,  no debe utilizarse para perpetuarse en el poder. Pero lo más dramático de estas prórrogas prorrogables del señor Maduro es que no sirven al propósito que los engendró; así, los últimos decretos de Excepción para mejorar la economía no han producido ni una medida que apunte en esa dirección. A menos que se acepte que el verdadero propósito de tales decretos sea el de hacerse del poder por medios fraudulentos.


Si este fuese el caso le sale a la oposición mucho trabajo por delante. Deben desde ya concebirse y comenzar a instrumentar una serie de reformas que no aceptan dilación ni excusa.  Es necesario modificar el sistema de elección presidencial pues es una de las causas por las cuales los gobernantes ocasionales llegan a convertirse en una incubadora de “pichones de dictadores” Así mismo, debe reformarse de inmediato el sistema de elecciones para asegurar, por ejemplo, el reconocimiento  de la representación de las minorías, mediante la aceptación de la proporcionalidad de los resultados electorales. Además, debe corregirse la ligereza con que fue tratada la independencia de poderes en una  Constitución que fue hecha para Chávez. 

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Neo dictaduras seudo democráticas

Parece que en Latinoamérica  el sol de las dictaduras ha venido declinando. Quedan algunas de rancio abolengo cuyas prácticas no solo se mantienen sino que se pretenden justificar, como las cubanas (Castro I y Castro II). Sin embargo, otras de más reciente data como la de Erdogan y Maduro siguen fieles al legado de la dictadura militarista, y han resucitado la saga totalitaria, masacres mediante, el primero por exhibir y cacarear la masacre realizada, y el segundo por prometer emular al primero en ese aspecto, cuando se presente la oportunidad.

Otras dictaduras se disfrazan de democracias, como la de Putin en Europa, con solo pregonar su adhesión  a alguna característica democrática; por ejemplo,  la prueba irrefutable de su condición liberal  es, para algunos,  la práctica de elecciones periódicas que curiosamente siempre deben ser ganadas por el dictador de turno, manteniendo el principal propósito de toda dictadura: perpetuar en el poder a su líder. Son las neo dictaduras. En sus buenos tiempos Chávez exigió a sus  partidarios que, por escrito, renunciaran a la posibilidad de competir electoralmente contra  él. Quienes desoyeron el mensaje, como el general Isaías Baduel, todavía pagan prisión por ese desliz.    

Venezuela es una de esas neo dictaduras que compraron su membresía y pretendido carácter “democrático” a fuerza de petróleo y dólares; de hecho, no se le debe escamotear a Chávez la paternidad del modelo en Latinoamérica, lo que ha permitido un remanente neo dictatorial de gobiernos como el de Rafael Correa en el Ecuador; Ortega en Nicaragua; Evo Morales en Bolivia (frustrada); y Nicolás Maduro en Venezuela. Pero dos acontecimientos ensombrecieron en Latinoamérica la época dorada de las neo dictaduras: la muerte de Chávez y la caída de los precios del petróleo.  En América Latina las neo dictaduras están de regreso;  sólo dos países del grupo antes citado se resisten  a unas posibles reformas democráticas: Nicaragua y Venezuela; y de las dos es Venezuela la que está llevando la peor parte porque sus  conductores políticos se niegan, tozudamente, a rectificar.

La lucha contra la  neo dictadura venezolana, como con cualquier otra, pasa por enfrentarla con una unidad opositora que permita aislarla y, al mismo tiempo, nuclear a las diferentes fuerzas democráticas que la apoyan. Lamentablemente, en Venezuela la oposición está bastante lejos de ofrecer una unidad como la descrita y deseada. El liderazgo opositor parece no haber entendido que la dictadura no es sólo un grupo político más que compite con sus pares partidistas, sino el grupo político que toda democracia está obligada a enfrentar. El problema radica en que las neo dictaduras se disfrazan y guarecen en el cobijo democrático, aunque su accionar revele un comportamiento radicalmente distinto al de esta última. Venezuela es un caso emblemático de estas democracias postizas.

En el caso venezolano el guión seguido fue el siguiente: controlar los poderes públicos que ameritaban para su administración una total imparcialidad (AN, TSJ y CNE), especialmente la que concierne a la indeterminación  de la reelección presidencial;  y si ésta no se da de manera natural, entonces se recurrirá al soborno, chantaje, represión y cualquier otro mecanismo que permita mantener en el poder, reelección mediante, al pichón de dictador en ciernes.  El modelo no es nuevo ni único, en Asia lo practican con mucho fervor los gobernantes de Corea del Norte, Putin hace lo propio en Europa, y ya  hemos nombrado los especímenes suramericanos de ayer  y de hoy.

Con base en lo anterior es dable concluir que las principales batallas que deberán librarse en Venezuela en defensa de la democracia tendrán sus desafíos más importantes a lo interno del propio grupo opositor, al hacer que éste llame y considere a la dictadura como tal. De otro modo las fortalezas de las democracias resultarán ineficientes e ineficaces porque las dictaduras no respetan el juego democrático. Ejemplo, el 6-12 de 2015 se eligió una Asamblea Nacional que la oposición ganó con un 66% de los curules, pero que la dictadura rebanó y aporreó a su gusto sin que la oposición reaccionara. Ahora el oficialismo se burla de la oposición y la Constitución al retardar los lapsos para activar un revocatorio al Presidente Maduro. Es el momento de reaccionar. ¿Cómo? Enviando al Gobierno un ultimátum, que si es desatendido genere la rebeldía nacional y el desconocimiento del CNE, con base en el 350.

Pareciera que detrás de esta propuesta se esconde un propósito belicista. Nada que ver. No tenemos ni intenciones  ni medios para acariciar acciones de violencia; pero es la última oportunidad que tiene la AN para hacer respetar la Constitución. En la escaramuza política que se avecina debe quedar claro, nacional e internacionalmente, que si no se realiza el revocatorio en el 2016 es por culpa del Gobierno y de nadie más. Pueda que no se dé el revocatorio dentro de los lapsos previstos en la Constitución, pero se restaurará la independencia de uno de los poderes más importante: el Legislativo (AN). La opinión internacional sólo espera que la oposición venezolana fije la pauta; el pueblo de Venezuela también.


En el marco de las tácticas y estrategias es posible concebir un espacio de cohabitación entre ambas formas de gobierno, pero quedando claro que  el propósito fundamental e ineludible de cada uno es la transformación del otro, para lo cual es necesario un equilibrio de poderes.  Por eso, en la lucha contra un déspota es imprescindible contar con una unidad  a prueba de trácalas y dispuesta al sacrificio; que sin eufemismos ni medias tinta llame a las cosas por su nombre, pero con la inteligencia suficiente que amerita la tarea que se le ha encomendado.