domingo, 30 de marzo de 2014

Primero Justicia vs Primero Justicia

En El Universal del 30-3-2014 Luis V. León publicó un interesante artículo titulado: “¿Cambio del Gobierno o de Gobierno?” en el que establece una confrontación entre dos facciones (clúster) de la oposición: “una que tiene por objeto presionar al Gobierno para negociar cambios estructurales”, y otra que es “naive, colaboracionista o ambos”. Tenemos observaciones a estas caracterizaciones tan sesgadas del señor León.

Nos luce que su bosquejo favorece al liderazgo y estrategia de la MUD y de  Capriles; pues bien, cuando vean a la MUD y su candidato presionar al Gobierno para negociar cambios estructurales nos avisan porque será un acontecimiento. De hecho, los acontecimientos del 12-2-2014 se precipitan porque la mayoría de la oposición decidió competir por la calle en contra de Capriles y su estrategia soporífera. La pretensión de volver a la misma no solo es errónea sino vergonzosa. Por eso resulta absurdo acusar de colaboracionista a López y Machado; es Capriles quien es, y debe ser, historia.

¿Por qué la facción naive no aprovechó el torpe manejo de la situación por parte del Gobierno? Porque no era tan naive; de hecho, tenía una agenda oculta que entre lo más sencillo de sus peticiones incluía la cabeza de Maduro. Esto generó una confusión que hizo posible que el Gobierno jugara su mejor carta: la guarimba violenta y anárquica. En este sentido, no hay que olvidar que los primeros muertos (12-2-2014) los puso y los mató el oficialismo para culpar a una oposición que, secretamente, también buscaba eso. Nos sonsacaron con una “salida”, pero solo cambiaron la combinación de la cerradura.

Curiosamente,  en esta escaramuza política la contienda se da entre liderazgos de una misma cepa: Primero Justicia. Esta agrupación política ha sido el partido madre de la MUD, tanto, que durante la realización de las primarias de la oposición, en la misma noche en que fueron evaluados los méritos de los candidatos, Leopoldo López declinó su candidatura en favor de Capriles por temor a que resucitaran la inhabilitación que pendía sobre su cabeza. Desde ese momento la MUD fue controlada por PJ que trabajó, y trabaja, para que uno de los suyos sea el próximo Presidente de Venezuela.


Lo anterior no es criticable si  no fuera por la circunstancia de que estamos padeciendo una dictadura que nos exige centrarnos en la derrota del régimen y no en el desarrollo político de algunos de los líderes. Después que esto pase, López se convertirá en el líder indiscutible de los guarimberos violentos porque acepta sin criticar sus desmanes; pero ser líder de la oposición es otra cosa, y creo que López con su actitud de ahora se ha alejado mucho de esa posibilidad. Como refiere La Razón en su edición del 30-3-2014: “Capriles, Machado y López (y la MUD) son los sepultureros de la Mesa de la Unidad Democrática”

miércoles, 19 de marzo de 2014

Y ahora, ¿seguiremos con la MUD?

Escribo estas reflexiones cuando las guarimbas sólo han dejado cenizas no renovables por el Ave Fénix, y la tarea humillante de barrerlas por parte de los alcaldes opositores. Una vez más la oposición venezolana se ha derrotado a sí misma, pero contabiliza en su haber dos victorias no desdeñables: reconquistó la calle y nucleó la idea de que es imprescindible reorganizar la oposición. La protesta con la calle, que no callejera, nos dará la magnitud del respaldo popular a nuestros reclamos. En una dictadura la calle es el principal espacio opositor, sin embargo, la oposición actual ignoró ese principio porque todavía no admite la existencia de la dictadura. La MUD cree, todavía, que se puede dialogar con los colectivos armados y con el Ño Pernalete de la AN. Es el momento de escribirle su epitafio.    

La oposición está tan acostumbrada a la derrota que luce ocioso analizar sus causas; en este caso, sin embargo, la derrota extingue la vieja oposición y nos exige una nueva; por eso aventuraremos algunas hipótesis con relación a sus causas. La que más resalta es que la oposición no ha podido, más bien no ha sabido, aprovechar las ventajas que le depararon las circunstancias políticas, y hasta la providencia, porque durante todo este tiempo  creyó, o quiso creer, que adversaba a un gobierno democrático y participativo; de ahí que su accionar se concretó en la espera de elecciones orquestadas y desarrolladas por los partidos políticos; sólo ahora se habla de dictadura, aunque todavía quedan algunos Julio Borges que recomiendan pisar quedo, no vaya a ser que se despierte el “gigante”.  

Con base en lo anterior, la oposición venezolana centró su esfuerzo en aceptar y preparar un partido político (PJ) para que, eventualmente, asumiera las riendas de un gobierno post Chávez; cuya  estrategia se caracterizara no por bregar el poder sino por esperar que se lo dieran; su juventud era (¿es?) su principal arma, por eso, al igual que el potro de “caballo viejo”, podía dar tiempo al tiempo porque le sobraba la edad. Pero advinieron las sobrevenidas: la muerte del caudillo y de la democracia venezolana. La dictadura, desnuda, se hizo más nítida y obscena. Frente a esto, una parte de la oposición  decidió, asumiendo los riesgos, abandonar el chinchorro y protestar en la calle y con la calle, para hacer verdadera oposición. Muchos les creímos y apoyamos.

La reconquista de la calle fue todo un éxito, aunque ensombrecido por el número de víctimas (heridos, muertos y detenidos); cada marcha superaba la anterior hasta llegar a la apoteósica del 2 de  marzo. Sin embargo, en cada nueva marcha los propósitos y mecanismos de la protesta también fueron cambiando; algo parecido a una consigna del “mayo francés de 1969”: “Cuando ya sabíamos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas”. Fuimos convocados para tomar la calle, y terminamos queriendo tomar el Gobierno; nuestra fuerza comenzó por evidenciar la magnitud de la marcha, y terminó por hacer proliferar, sólo en el este de Caracas, la inútil y perjudicial guarimba. Los líderes que convocaron a reconquistar la calle son responsables de que ese propósito se haya desvirtuado.

Los acontecimientos políticos de los meses febrero y marzo terminó siendo una escaramuza entre dos fracciones al interior de la MUD, o mejor, al interior del partido PJ y sus aliados por cuestiones de liderazgo; el enfrentamiento con el Gobierno fue un intento por, como se dice en ajedrez, “comer al paso”. Sus resultados permiten  identificar a los perdedores irreversibles: la fracción que representa al sector oficial de la MUD y, especialmente, la estrategia desarrollada por Capriles: paciencia y votos. En el futuro político inmediato, esta posición ya es historia.

Por la otra, la fracción que reivindica la calle como espacio más idóneo para enfrentar una dictadura. Liderada por López, Machado y Ledezma enarbolaron, a las primeras de cambio,  la bandera de reconquista de la calle, pero rápidamente fue arriada a mitad de camino creando mucha confusión y anarquía. De esta posición debería rescatarse la concepción de la calle como espacio anti dictatorial, pero rechazar la falta de planeamiento que raya en la irresponsabilidad. Como se ve, ambas estrategias fracasadas demandan con urgencia una reorganización de la oposición.  No hace falta una nueva MUD, sino una nueva oposición.

lunes, 10 de marzo de 2014

Rebeldes: con causa pero sin liderazgo

Las protestas que comenzaron el 12-2-2014 continúan (9-3-2014) con más pena que gloria. Con pena porque el movimiento devino en uno anárquico que desvirtuó su propósito, si es que alguna vez lo tuvo, y desacreditó su estrategia y tácticas, perdiéndose el efecto de la reconquista de la calle mediante las grandiosas marchas del 12, 18, 22 de febrero  y la apoteósica del 2 de marzo; y se adoptara la guarimba violenta y estúpida como el signo más visible de la protesta. Con gloria,  porque internacionalmente se pudo demostrar, sin ningún género de dudas, que el gobierno de Venezuela es dictatorial y forajido, porque no sólo oprime a sus ciudadanos sino que no respeta el derecho internacional.

¿Cómo llegamos a estos resultados? Por falta de liderazgo. Leopoldo López y María Corina Machado nos engañaron al convocarnos para reconquistar la calle y luego cambiaron el propósito hacia el derrocamiento de Maduro. El objetivo inicial era despertar a la oposición del letargo en que la MUD y Capriles la habían sumido. Este objetivo se logró con creces pero para entonces, tercera marcha, ya había dejado de ser el objetivo. El movimiento se anarquizó y respondió a la violencia de la represión gubernamental con la de la guarimba; que los líderes (tanto caprilistas como lopecistas) no se atrevieron a  condenar ni desafiar y, en algunos casos, hasta la justificaron.

La mayoría de los análisis sobre el futuro de la oposición política conducen a una misma conclusión: ella deberá reorganizarse. ¿Cómo? Ya se asoman algunas ideas, por ejemplo, la de unir en un solo movimiento opositor a caprilistas y lopecistas; unión que podría sellarse con un abrazo y una moneda para lanzarla y saber a quién corresponde la presidencia en el nuevo gobierno. La ironía no evidencia burlona seguridad sino real preocupación, pues por esta vía podría llegarse a un paralelismo político entre Gobierno y oposición: en el Gobierno, Cabello y Maduro como presidentes eternos; y en la oposición Capriles y López como eternos candidatos. 

Sin embargo, hay quienes consideramos que la MUD y las políticas y hombres que las llevaron a cabo ya cumplieron su ciclo vital, ya no dan, ni deben dar más. La MUD no debe ser maquillada sino transformada; y esa transformación debe tener como eje la ausencia del monopolio de activistas políticos en las instancias de dirección. La historia de la MUD es la de un eterno forcejeo entre las diferentes fracciones políticas que la integran, por proporcionar a sus parciales prebendas o posiciones que le depararan ventajas políticas al partido que representan. ¿Anti política? No, anti politiquería.


Una reorganización de la oposición pasa, primero y prioritariamente, por definir y caracterizar la naturaleza política del Gobierno: ¿Es o no una dictadura? De la respuesta que se dé a esta interrogante dependerá el rostro y accionar de la nueva oposición; una respuesta que debería darse en un espacio inclusivo y diáfano para que en lo adelante cada quien sepa a que atenerse.  ¿Quién tomaría las riendas de esa reorganización? En mi opinión hay que darle a la MUD una última oportunidad para que se vaya por la puerta grande, y que sea ella misma quien convoque a los representantes de los diferentes sectores que habrán de transformarla. Una nueva oposición así concebida se confundiría con una verdadera unidad nacional.

domingo, 2 de marzo de 2014

Oposición, otra vez entrampada

Las concentraciones opositoras de los días 12, 18 y 22 de febrero nos ilusionaron porque se había reconquistado la calle y, aparentemente, se había preservado la unidad; y si bien el voluntarismo de tales acciones resultaba bastante riesgoso, lo justificamos porque, como escribió Moleiro, “la gestión política de la oposición no podía seguir metida en oficinas; tenía necesariamente que salir a la calle” (1), por eso dijimos en nuestro blog (2) que la acción había sido una “Imprudencia necesaria”; pensábamos, entonces, que Leopoldo López antes de entregarse había convenido con María Corina y los estudiantes hasta donde llegaba el movimiento en términos de naturaleza, duración y logros.

Al pasar de los días nos hemos dado cuenta que no hay nada pensado ni planeado; por ejemplo, el pliego de peticiones para discutir con el Gobierno es de lo más variopinto: Capriles tiene uno, Aveledo tiene otro, Ledezma aboga por el suyo y los estudiantes, junto a María Corina, tienen un rosario de peticiones muy poco viables porque no descartan el derrocamiento de Maduro, por eso amenazan seguir con las guarimbas “hasta que sea necesario” ¿Qué vaina es esta?, ¿con este despelote opositor se pretende cambiar al Gobierno? Si los llamados líderes de la oposición no reparan en  lo que lograron y ahora arriesgan torpemente, no merecen que se les considere como tales.

¿Qué se logró? El regreso a la calle por la puerta grande; cierto, esta particularidad no es exclusiva de la oposición, pero a ésta le cuesta menos llenarla y hacerla vibrar que al sector oficialista que para asistir debe ser bozaleado e intimidado, y siempre que no se cometa el error de Capriles de considerar estos apoyos de masa como un depósito a plazo fijo que sólo se moviliza en el momento de una elección. La calle opositora de ahora en adelante debe convertirse en la principal instancia de contraloría social y política, hasta que se restaure la democracia y volvamos a tener una contraloría decente.

El otro logro muy significativo es que la ocasión permitió desnudar internacionalmente el carácter  represivo del régimen; por supuesto esto no es un haber de la oposición sino un error garrafal del oficialismo al tratar de censurar a las agencias internacionales de noticias, especialmente lo sucedido con CNN que durante estos días privilegió en su parrilla de noticias los sucesos de Ucrania y Venezuela, estableciendo veladamente (a veces no tan velada) un paralelismo entre ambos gobiernos. Ahora el Gobierno de Maduro ha recibido una repulsa internacional que no lo saca del poder pero que lo impregna del tufo totalitario de los Estados forajidos. 

Lo anterior fueron grandes logros, pero a un costo exorbitante. La presencia de muertos y heridos nos debe hacer recordar que ellos no tienen filiación porque su condición común es la de víctimas. En lo que respecta a la oposición debe planificarse muy bien para reducir al mínimo el número de ellas. Sabemos que en las acciones de calles siempre encontraremos Guardias Nacionales y sicarios motorizados y de a pie; por eso hay que extremar las precauciones y, sobre todo, no darles oportunidad a los violentos, ni mucho menos imitarlos con acciones, retaliativas o no, que sólo ayudan al régimen a “justificar” su represión. No se pretende evitar la protesta sino hacerla más eficiente y eficaz, en suma, más inteligente.

La oposición reconquistó la calle pero no preservó la unidad, para ello debemos caminar por la misma acera aunque nos vistamos de diferentes colores pero uniformados en un mismo propósito. Ella no pertenece  a personalidades ni grupos; ni a Capriles ni a su partido; ni a Corina, Ledezma o López; ni a los valientes estudiantes a quienes queremos pero a los que no reconocemos derechos particulares en la defensa del país; cuando pretendamos hablar en nombre de la oposición recordar que en esta hora aciaga lo hacemos en nombre del país y sus ciudadanos. Por eso, la respuesta a las reiteradas invitaciones a dialogar por la Paz que nos hace el Ejecutivo; sólo debe ser atendida por una oposición reorganizada.

El Gobierno aprovecha la desunión opositora y los está invitando, con nombre y apellido, a un supuesto diálogo que no tiene otro propósito que el de atenuar la imagen totalitaria del régimen. Ante esto sólo cabe la creación de un frente no chavista, con un liderazgo compartido, que incorpore a los auto nombrados  líderes e incluya nuevos representantes de la sociedad civil. Cuando le demostremos al Gobierno que estamos unidos, a éste no le quedará otra que implorar el diálogo verdadero. Del Gobierno se ha dicho que cambia, o lo cambian; de la oposición también.    

(  1)    Moleiro, Alonso. El derecho y el deber de protestar. TalCual. 15-2-2014

(  2)    cvillarroelc.blogspot.com