sábado, 10 de diciembre de 2016

La resurrección del modelo rentista

Meses atrás, cuando los precios del petróleo habían llegado en la era chavista a su nivel  más bajo, tirios y troyanos quebraron más de una lanza en contra del modelo rentista petrolero y, aunque no hubo una ruptura total con el mismo pues todavía se regalan dólares a diez bolívares, no se encontraba en el país un solo ser que asumiera su defensa. Ahora, solo ha bastado un repunte de los precios petroleros, se estima que pudieran alcanzar los sesenta dólares el barril, para que volvamos a las andadas: el derroche, la regaladera y, por supuesto, la inefable corrupción y un resurgir del modelo rentista en nuestra economía petrolera. El Gobierno parece no advertir que el posible aumento de precios petroleros dentro de un modelo populista es la peor amenaza que deberá enfrentar nuestra principal industria.

 Sí, porque hay que escribirlo con todas sus letras y mayúsculas: LA CRISIS ECONÓMICA QUE PADECEMOS NO SE DEBE A QUE LOS PRECIOS BAJARON, SINO A QUE SUBIERON DEMASIADO.   Dicho así pareciera que no queremos o rechazamos un aumento de los precios del petróleo; nada que ver, celebramos un aumento de precios dentro de la siembra que recomendaba Uslar Pietri, es decir, un aumento que estuviera dirigido a aumentar la productividad en y del país. Pero ese no es el caso de Venezuela, pues ésta no ha podido, o no ha querido, inscribir su política petrolera en una de desarrollo y productividad sino del reparto efectista. Al momento de escribir estas líneas, en los bulevares de Sabana Grande (Caracas) se hacen intentos por reproducir otro “dakazo” populista.

 En Venezuela tal política exhibe su máxima expresión con el llamado populismo socio económico.   El Populismo es una política del reparto y, en ese sentido, es totalmente contrario a todo intento de producción y productividad; no se produce, se reparte. En consecuencia, es una política del derroche que colapsa en época de escases. La Venezuela de Chávez y Maduro son ejemplo típicos del modelo populista. Por eso hay quienes proponen a los gobernantes cuyos países experimentan una riqueza súbita manejar la abundancia con criterios de escases.  Consejo éste que no siempre es aceptado y casi nunca seguido. El problema es que los experimentos  populistas siempre se hacen   con recursos y dineros que no son  suyos.  Venezuela es una de sus últimas víctimas que pasó, en un santiamén,  a ser una ruina con ruindad.

¿Sabrán los señores del Gobierno que cuando se regocijan por una nueva alza de los precios del petróleo sin considerar los peligros del modelo  populista, corren el riesgo de resucitar el modelo rentista? Si le damos el beneficio de la duda tendríamos que admitir que los funcionarios ignoraban lo peligrosa de la situación, en consecuencia sólo sería justo tacharlos de sordos; pero no, desde la muerte de Chávez se ha venido previniendo a Maduro acerca de lo inconveniente del actual modelo económico y no hay manera de que este señor se dé por enterado. Un sistema monetario que presenta una gama de cotizaciones que van desde diez bolívares hasta seiscientos, aproximadamente.  ¿Quién se está robando los dólares a diez bolívares?, porque ese dólar está puesto allí para que se lo roben, y Maduro no dice nada. Al lado de eso, y como una consecuencia de lo anterior, padecemos una inflación indetenible, y Maduro tampoco dice nada.


¿Quién debe decir o hacer algo? Una fulana oposición que no se opone a nada, porque pasan la mayor parte del tiempo oponiéndose entre sí y a dilucidar cuál es el mejor partido político. Es necesario que las llamadas fuerzas “vivas”, hace un buen rato muertas, se apersonen y asuman su responsabilidad. La sociedad toda debe exigirle a Maduro un cambio del Modelo económico y que organice con la sociedad civil el diseño del nuevo modelo; así mismo, que se arbitre lo necesario para frenar la inflación. Estas medidas serían el arranque del cambio que sería apoyado nacionalmente y, además, contaría con la contribución de las mentes más esclarecidas. 

domingo, 27 de noviembre de 2016

La crisis y la lata de pintura

Una de las características que más distingue a la crisis venezolana es que cada vez que se intenta frenar lo que se logra es alejar la posible solución un poco más. Esto nos recuerda un chiste que nos parece apropiado para ejemplificar. Se cuenta que en una oportunidad en que se terminaba una carretera, o más bien un pedazo, se contrató a uno de los obreros para que, lata y brocha dispuestas,  procediera a pintar la raya que divide los dos carriles. Al tercer día el supervisor increpa al obrero en estos términos: el primer día usted  lo hizo muy bien al pintar cincuenta metros; el segundo día pintó sólo treinta metros que atribuimos al cansancio inicial; al tercer día sólo pintó diez metros, lo que nos pareció anormal; pero  el cuarto día sólo pintó cinco metros, lo que nos parece inaudito. Entonces el obrero le respondió en estos términos: no se da cuenta que cada día la lata de pintura me queda más lejos. 
  
Algo similar ocurre con la crisis venezolana. Está archi diagnosticada; llevamos tres años tratando de avanzar en su solución sin que se haya tenido éxito; comisiones van y vienen; se estrenan y despiden ministros que, según el Presidente, lo han hecho muy bien pero a los que ya, inexplicablemente, no se quiere en esos cargos. En otras palabras, a cada nuevo intento de resolver, frenar,  o paliar las “buenas intenciones” nos quedamos, al igual que el obrero del chiste, con la sensación de que la “lata de pintura cada vez nos queda más lejos” Uno de los líderes opositores ha caracterizado la cadena de desaciertos, palabras más, palabras menos, en los siguientes términos: “La oposición se ha convertido en una experta en transformar los triunfos en derrotas; mientras el oficialismo se ha hecho experto en convertir las derrotas en victorias” ¿Porqué no le tomamos la palabra al dirigente opositor? A la actual dirección opositora hay que liquidarla para que pueda seguir viviendo. Veamos.

La sentencia atribuida al líder opositor con la que culminamos el párrafo anterior, quizás solamente pretendía un simple juego de palabras que describiera  sarcástica y “acertadamente” toda la tragedia que nos agobia, mas si se dan como válidas el pensamiento y sentir del líder opositor estamos frente a una confesión que deja muy mal parada la eficacia de la MUD porque revelaría que los fracasos de la oposición se deben a ella misma. Aquí cabría el conocido aforismo que reza: A confesión de parte, relevo de pruebas. Esto abonaría el camino para justificar la reorganización de la MUD, así como también  la organización e incorporación de aquellos que no son maduristas pero tampoco apoyan a los sectores opositores (MUD).  

Cuando hablamos de liquidar la actual dirección opositora nos ubicamos en la misma situación de la dirección oficialista  que solemos criticar con tanta seguridad: si siguen haciendo lo mismo, seguirán obteniendo el mismo resultado;  bueno, esto es válido también para la oposición, ¿tres lustros de reiterados fracasos estratégicos  no son suficientes? Si se llegara a cambiar la dirección opositora  cabría la posibilidad de reorganizarla  para intentar la conformación de una unidad opositora de carácter nacional. ¿Utopía? Posiblemente, pero sin ella no llegaremos a ninguna parte. La dictadura no puede, ni debe ser enfrentada por facciones ni fracciones. Hasta ahora la MUD ha sido dirigida por los líderes partidistas; de ahí que sus aportes estratégicos privilegien el interés partidista. Criticar esta postura nos ganará el calificativo de defensor de la “anti política”, pero ha llegado el momento de darle un chance a los independientes.

Cambiar la dirección opositora implica no sólo cambiar los nombres ni los hombres sino también  los criterios.  Necesitamos cambiar a la vieja dirigencia de la MUD, no porque sean incapaces sino porque sus estrategias no fueron  congruentes  con el tipo de gobierno al que tenían que enfrentar: la dictadura. Su principal pecado político consistió en que su ineficiencia e ineficacia derivaban de los parámetros y estándares pautados por el propio Gobierno. De ahí la paradoja que encabeza el título de este artículo, porque en la medida en que la oposición está  más cercana a la solución de la crisis, más lejana está una salida eficiente y eficaz  de la misma, en otras palabras: ¡Cada vez la lata de pintura nos queda más lejos! ¿Cómo debería ser la nueva dirigencia opositora?

La dirigencia de la MUD es una de tipo partidista, cuyo liderazgo cambia en la medida en que cambia el protagonismo de sus miembros;  en consecuencia, se pretende actuar en pro de una unidad nacional con unos mecanismos que niegan y/o boicotean esa unidad. El comportamiento de los líderes opositores desde Manuel Rosales  hasta el  intocable Timoteo Zambrano, este último con una actuación tan errática como sigilosa que, sin embargo, no ha podido ser desplazado de la dirigencia opositora. ¿Habrá alguien dispuesto a votar por Timoteo? Si, los chavistas de conspiraciones y máscaras. Si se quiere insistir en una unidad nacional opositora deberá pensarse en una dirigencia apartidista no solo distinta sino también diáfana e inclusiva sin los Timoteo Zambrano de siempre.      

domingo, 13 de noviembre de 2016

“El americano feo”

El título refiere a un “best seller” de los años sesenta del siglo XX (Lenderer y Burdike, 1959), en el cual se describe la arrogancia, abuso, ignorancia, mal gusto, “patanería” y otras lacras de las cuales se sentían muy orgullosos los estadounidenses de la época.  En la política y la economía el sentir y ser de estos ciudadanos era claramente excluyente; prueba de ello fue el extrañamiento conceptual del gentilicio americano si sus coordenadas no cuadraban dentro de Canadá por el norte y México por el sur. Todavía hay quienes consideran, mi nieto por ejemplo, que los mexicanos  no son norteamericanos. En lo ideológico también se hizo sentir lo bueno y lo malo del “americano” feo, y,  al tener que elegir la opción de cursar postgrado en el extranjero, rechazamos  hacerlo en los Estados Unidos, aunque era donde más  se había desarrollado nuestra especialidad, pero también  donde corría el riesgo de comulgar con el Imperio. Mocedades de sarampión rojo.

Bueno, el Americano Feo  ha regresado. Se llama Donald y acaba de ganar la presidencia de los Estados Unidos.  ¿Por qué? Porque el estadounidense genuino lo es también el  feo. Egoísta, pragmático y palurdo.  En una retrospectiva de presidentes republicanos recientes pueden encontrar con facilidad que los que han dejado huella (positiva o no) se ubican en el perfil que hemos esbozados: Reagan y Bush, que no tuvieron reparos en declararse incultos, es decir, de proclamar su fealdad gringa. Por eso  Trump, a pesar de no tener pedigrí  republicano pudo llegar a las clases y grupos más estadounidenses, obreros y clase media baja. Por eso no tuvo reparos en embaucar las encuestas, o más bien a los encuestadores.  Trump fue leal  hasta con las estupideces; yo las pienso, yo las digo y, además, asumo la responsabilidad frente a la burla o el epíteto. El estadounidense feo también habla inglés.

Se ha especulado acerca de un supuesto paralelismo político entre la figura del recién electo presidente estadounidense  y la del ex presidente Chávez. Creemos que no existe tal paralelismo, excepto en lo que respecta a sus manifestaciones escatológicas.  Ambos no escatimaron en sus respectivas áreas de gestión política el cultivo de la grosería amparados en un poder económico de origen hereditario en el primer caso y de una circunstancia política en el segundo. Chávez no pudo ver el desmoronamiento de su poder económico, en cambio Trump terminará su mandato (largo o corto) sin que se vea afectado su patrimonio económico. En este sentido es importante destacar que el poder económico administrado por Trump es de carácter estatal; en cambio ese poder en el caso de Chávez era considerado y administrado como uno de tipo personal.


Otro de los elementos que distinguen ambos políticos  es su actuación en el ámbito de las relaciones exteriores. En el caso de Chávez éste jugó fuerte en política exterior e influenció el pensamiento político durante los dos últimos lustros del siglo XXI. Su acción política fue de tipo personal. No podemos ni debemos especular sobre el comportamiento de la política exterior de Trump, pero podemos aventurar que ésta no diferirá mayormente de la que ya ha evidenciado los ex presidentes republicanos que le han precedido.  

jueves, 3 de noviembre de 2016

¿Hace falta un plan “B”?

Mires (Mires, 2016) , al tratar de analizar los posibles errores de la estrategia de la oposición política venezolana señala: que estos pueden sintetizarse en los  siguientes: “el primero dice que la acción política depende de la definición del régimen. El segundo: que la MUD está obligada a tener un plan “B” en el caso de que fracase el RR-16”. El primero fue costosamente practicado durante el fallido intento de activar el RR. La oposición creyó ingenuamente que una dictadura puede entregar democráticamente el poder. El Gobierno estuvo dispuesto a entregarlo todo excepto el poder; de ahí que lo más álgido del RR no giraba  en torno al contenido sino a la fecha de su realización. Más allá del 2016 el Gobierno se jugaba un cargo, dentro del 2016 el Gobierno se jugaba todos los cargos, es decir, el poder.

Con relación al segundo error, Mires lo percibe como una supuesta obligatoriedad de presentar un plan “B” (suerte de objetivos alternos) ante la posibilidad de que no se logren los objetivos principales. Posiblemente el planteamiento resulte en lo teórico y en lo general, pero si se contextualiza en la Venezuela de hoy  lo más probable es que no encontremos evidencias de planificación alguna. De hecho, en todo el período “revolucionario” tanto la democracia representativa como la dictadura sólo presentan un concierto de improvisaciones. Por eso  no es cierto que la oposición haya sido obligada, alguna vez, a tener como seguro resguardo un fulano plan B.

Lo que sí debería ser obligatorio para la oposición es la presencia de un protocolo que asegure a las decisiones tomadas por la oposición la consecución de los objetivos previstos. En vez de pensar en un naipe escondido “bajo la manga” debe considerarse, previamente,  la secuencia de acciones que establezcan la relevancia,  pertinencia, factibilidad (correlación entre lo deseable  y lo posible),  y la viabilidad. Algo parecido a los buenos ajedrecistas que conciben y practican, hasta por cinco pasos,  las jugadas que conduzcan al jaque mate del adversario; totalmente en contrario a los malos políticos de la MUD, que sólo llegan a percatarse de los efectos de sus decisiones mucho tiempo después de  cuando ya las estemos padeciendo.  

A partir de noviembre del año en curso la confrontación entre el oficialismo y la oposición se agudizará; ésta tendrá una gran oportunidad, ¿la última?, pues controlará el patio (la Constitución) y la bandera (el voto). En lo futuro es muy difícil concebir cambios constitucionales que no se concreten  en opciones electorales, y que no puedan ser manipulados por el Ejecutivo, el poder judicial (TSJ) y la misma MUD. Nos estamos refiriendo a los cambios constitucionales: Enmienda, Reforma Constitucional y Constituyente. Ninguno de estos procesos puede ser boicoteado por el Ejecutivo, el TSJ, ni la MUD porque la Constitución previó la posibilidad de que la propuesta de cambio pueda ser asumida como una responsabilidad de un porcentaje de los electores. Será la actuación de la democracia directa que supera a las instituciones ya citadas.

Lo anterior no evita que la dictadura se comporte como tal, en ese caso se la debe enfrentar como lo que es: una costosísima dictadura. Vale enfatizar, sin embargo, que el propósito político de los cambios es evitar que se repitan los entuertos tanto del oficialismo como de la oposición. Por ejemplo, los cambios con relación a las elecciones presidenciales deben considerar la no reelección presidencial y  y el balotaje; lo primero para “cortarle las patas” a los pichones de dictadores; y lo segundo para evitar que alguien pueda llegar a la presidencia sin tener un verdadero respaldo de las mayorías; y otras observaciones importantes podrían aducirse en lo que concierne al CNE, que no es imparcial y que es violatoria de la Constitución en lo que respecta a la proporcionalidad de los resultados electorales.

No hay que esperar al 2019 para preocuparse por estas cosas; de hecho, debimos comenzar ayer.  


Fernando Mires, Noticias Universitarias: “Dos errores”.csarvillarroel8

miércoles, 12 de octubre de 2016

La Habana usurpadora

En algunas contiendas, por ejemplo el boxeo, suele utilizarse un tipo de juez que juzga pero cuyo veredicto no es vinculante. Este personaje se encarga de orientar el cumplimiento de los reglamentos y, en ocasiones, solicitar e  imponer sanciones cuando la transgresión de las reglas así lo ameriten. Todo esto para disminuir al máximo la posibilidad de parcializaciones y/o falta de equidad al dirimir el final de la contienda. Así, por ejemplo, la sede del  evento resulta crucial por la influencia que pueda generar un público cuando su equipo juegue localmente, lo que los futbolistas llaman el jugador Número 12; en estos casos se opta por elegir una sede neutral que garantice la idoneidad e imparcialidad de la contienda.

Lo anterior viene a cuento porque, a propósito del reciente plebiscito realizado en Colombia,  nos luce que en la contienda FARC vs Gobierno Colombiano el arbitraje de la contienda fue claramente parcializado a favor del grupo guerrillero. Veamos. El Gobierno de Colombia que debió representar al pueblo colombiano pero que al final solo le alcanzó para representar a un sector de ese pueblo y el ego de Santos quien, al igual que Ricardo III, estaba dispuesto a cambiar su reino por un caballo en el caso de Ricardo, y un Premio Nobel de la Paz en el caso Santos; y lo consiguió, aunque “chucuto”.  El obsequio de parlamentarios, por ejemplo, solo puede entenderse en el marco de un negociador que está dispuesto a darlo todo,  siempre que le aseguren el Nobel de la Paz.

En la selección de quienes deberían ser los más imparciales fue en donde se generaron las mayores iniquidades. Primero, se acordó como sede de las conversaciones a La Habana. ¿A cuenta de qué? Porque hasta ahora La Habana se ha convertido en el aliviadero “madre” de los diferentes grupos guerrilleros latinoamericanos, y, en consecuencia, no es la sede más idónea para convertirse en asiento de un proceso que exige una total neutralidad en su calidad de negociador. La Habana debió ser considerada la menos indicada porque su sesgo ha sido históricamente notorio. Solo una sede ideológicamente comprometida a favor de la guerrilla pudo aceptar sin chistar el “obsequio” de parlamentarios y la impunidad ante los delitos de lesa humanidad.

Con relación al anfitrión y el grupo de notables que se comprometieron a desbrozarle a Santos el camino hacia Oslo la parcialización no deja lugar a dudas. Raúl Castro es, dentro del espectro latinoamericano, lo más lejano a un demócrata y lo más cercano a una charada guerrillera. Mientras estuvo vivo Chávez no ocultó su admiración por la guerrilla. Declaró en pleno Congreso venezolano  la beligerancia de las FARC, y cuando  Raúl Reyes fue asesinado por las fuerzas colombianas dirigidos por Santos en calidad de Ministro de Defensa de Uribe, Chávez amenazó con movilizar tropas a pesar de que el más afectado había sido el Gobierno del Ecuador. Por cierto, Chávez no tuvo la oportunidad de pasar la factura correspondiente, ¿dejaría  el  encargo a su pupilo Maduro?; quien, ¿por casualidad?, formó parte de los garantes de los acuerdos.


Un balance muy somero perfila desde ya unos resultados posibles, aunque también se asoman algunas dificultades de esas que llaman de posiciones tomadas. Ya veremos. Por de pronto, Santos se salió con la suya no tanto por lo que hizo sino por lo que permitió. Se alzó con su Premio Nobel de la Paz, aunque bastante disminuido por las circunstancias. El premio se quedó en Colombia, pero el tufo también.  ¿Habrá nuevas conversaciones, o se continuará con las ya iniciadas y derrotadas? Por ahora habrá nuevos escenarios y protagonistas. Asoma Quito como nueva sede  y, por supuesto, Correa como anfitrión, ambos comprometidos ideológicamente con la FARC pero en situación muy distinta a la anterior: negociaciones diáfanas y públicas dado que Santos resultó un fiasco. 

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Prorrogando la prórroga

Ante su incapacidad gubernativa, el Gobierno ha decidido gobernar por decreto, o mejor, recurrir al reconocimiento de la  excepcionalidad administrativa estatal cuando ésta amerite liberarse de la normativa que rige un campo específico de la administración pública  por un tiempo específico; para que el Ejecutivo no se encuentre atado al burocratismo en la solución del problema. Suele ocurrir, algunas veces,  que el tiempo previsto para solucionar el problema no es suficiente, razón por la cual se puede prorrogar el plazo previsto para cumplir la tarea encomendada.

La Revolución Bolivariana desde muy temprano explicitó su intención de construir una hegemonía política y administrativa con base no sólo en la excepcionalidad sino en la perpetuidad. Así como Lenin pidió todo el poder para los soviets, en la Venezuela del 2000 Chávez pidió todo el poder para él, y se lo dieron. Uno de los instrumentos que el caudillo utilizó para garantizarse esa hegemonía fue la gobernabilidad por decreto;  las misiones, las leyes habilitantes y la rutinización de la excepcionalidad se inscriben en este burladero de la norma. Así, se crearon las “misiones” para resolver un problema concreto (la exclusión y retardo educativo) pero cuya sustentabilidad estaba sujeta a nuevos fines y objetivos marcados por un sesgo ideológico,  como ocurriera con los proyectos educativos: José Félix Ribas y Gran Mariscal de Ayacucho y, por eso,  devinieron en proyectos permanentes y paralelos a la institucionalidad educacional prevista.

Otro tanto ocurrió con las prórrogas que convirtieron en permanentes los proyectos contenidos en las Leyes Habilitantes durante la gestión de Chávez y los decretos de excepción  durante la administración de Maduro. En ambos casos se abusó de la prórroga que convirtió en permanente lo que no debió pasar, en cada caso, en una prórroga de 60 días. En lo que concierne a la gestión de Chávez el tratamiento de las prórrogas fue abusivo pero contó con una Asamblea Nacional que le aplaudía la gracia; en cambio, en el caso de Maduro no sólo violó la normativa parlamentaria  sino la misma Constitución.

El Presidente Maduro ha prorrogado hasta por cuarta vez el Estado de Excepción y Emergencia Económica. ¿Es posible, legal y factible? En una dictadura sí, solo la MUD parece ignorar que padecemos una neo dictadura en las cuales estas lacras no sólo son posibles sino consustanciales a la misma, porque los encargados de administrar justicia (TSJ) les ha dado por interpretar la ley en beneficio del Ejecutivo. Si nos atenemos al concepto de prórroga manejado por Maduro y sus acólitos, Nicolás podría mantenerse en el poder todo el tiempo que quiera mediante una “prorrogitis” aguda que, según especulaciones, es lo que pretende el señor Presidente.

El rasgo más característico de la prórroga, sin embargo, es su temporalidad específica, es decir, su práctica, en un marco democrático,  no debe utilizarse para perpetuarse en el poder. Pero lo más dramático de estas prórrogas prorrogables del señor Maduro es que no sirven al propósito que los engendró; así, los últimos decretos de Excepción para mejorar la economía no han producido ni una medida que apunte en esa dirección. A menos que se acepte que el verdadero propósito de tales decretos sea el de hacerse del poder por medios fraudulentos.


Si este fuese el caso le sale a la oposición mucho trabajo por delante. Deben desde ya concebirse y comenzar a instrumentar una serie de reformas que no aceptan dilación ni excusa.  Es necesario modificar el sistema de elección presidencial pues es una de las causas por las cuales los gobernantes ocasionales llegan a convertirse en una incubadora de “pichones de dictadores” Así mismo, debe reformarse de inmediato el sistema de elecciones para asegurar, por ejemplo, el reconocimiento  de la representación de las minorías, mediante la aceptación de la proporcionalidad de los resultados electorales. Además, debe corregirse la ligereza con que fue tratada la independencia de poderes en una  Constitución que fue hecha para Chávez. 

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Neo dictaduras seudo democráticas

Parece que en Latinoamérica  el sol de las dictaduras ha venido declinando. Quedan algunas de rancio abolengo cuyas prácticas no solo se mantienen sino que se pretenden justificar, como las cubanas (Castro I y Castro II). Sin embargo, otras de más reciente data como la de Erdogan y Maduro siguen fieles al legado de la dictadura militarista, y han resucitado la saga totalitaria, masacres mediante, el primero por exhibir y cacarear la masacre realizada, y el segundo por prometer emular al primero en ese aspecto, cuando se presente la oportunidad.

Otras dictaduras se disfrazan de democracias, como la de Putin en Europa, con solo pregonar su adhesión  a alguna característica democrática; por ejemplo,  la prueba irrefutable de su condición liberal  es, para algunos,  la práctica de elecciones periódicas que curiosamente siempre deben ser ganadas por el dictador de turno, manteniendo el principal propósito de toda dictadura: perpetuar en el poder a su líder. Son las neo dictaduras. En sus buenos tiempos Chávez exigió a sus  partidarios que, por escrito, renunciaran a la posibilidad de competir electoralmente contra  él. Quienes desoyeron el mensaje, como el general Isaías Baduel, todavía pagan prisión por ese desliz.    

Venezuela es una de esas neo dictaduras que compraron su membresía y pretendido carácter “democrático” a fuerza de petróleo y dólares; de hecho, no se le debe escamotear a Chávez la paternidad del modelo en Latinoamérica, lo que ha permitido un remanente neo dictatorial de gobiernos como el de Rafael Correa en el Ecuador; Ortega en Nicaragua; Evo Morales en Bolivia (frustrada); y Nicolás Maduro en Venezuela. Pero dos acontecimientos ensombrecieron en Latinoamérica la época dorada de las neo dictaduras: la muerte de Chávez y la caída de los precios del petróleo.  En América Latina las neo dictaduras están de regreso;  sólo dos países del grupo antes citado se resisten  a unas posibles reformas democráticas: Nicaragua y Venezuela; y de las dos es Venezuela la que está llevando la peor parte porque sus  conductores políticos se niegan, tozudamente, a rectificar.

La lucha contra la  neo dictadura venezolana, como con cualquier otra, pasa por enfrentarla con una unidad opositora que permita aislarla y, al mismo tiempo, nuclear a las diferentes fuerzas democráticas que la apoyan. Lamentablemente, en Venezuela la oposición está bastante lejos de ofrecer una unidad como la descrita y deseada. El liderazgo opositor parece no haber entendido que la dictadura no es sólo un grupo político más que compite con sus pares partidistas, sino el grupo político que toda democracia está obligada a enfrentar. El problema radica en que las neo dictaduras se disfrazan y guarecen en el cobijo democrático, aunque su accionar revele un comportamiento radicalmente distinto al de esta última. Venezuela es un caso emblemático de estas democracias postizas.

En el caso venezolano el guión seguido fue el siguiente: controlar los poderes públicos que ameritaban para su administración una total imparcialidad (AN, TSJ y CNE), especialmente la que concierne a la indeterminación  de la reelección presidencial;  y si ésta no se da de manera natural, entonces se recurrirá al soborno, chantaje, represión y cualquier otro mecanismo que permita mantener en el poder, reelección mediante, al pichón de dictador en ciernes.  El modelo no es nuevo ni único, en Asia lo practican con mucho fervor los gobernantes de Corea del Norte, Putin hace lo propio en Europa, y ya  hemos nombrado los especímenes suramericanos de ayer  y de hoy.

Con base en lo anterior es dable concluir que las principales batallas que deberán librarse en Venezuela en defensa de la democracia tendrán sus desafíos más importantes a lo interno del propio grupo opositor, al hacer que éste llame y considere a la dictadura como tal. De otro modo las fortalezas de las democracias resultarán ineficientes e ineficaces porque las dictaduras no respetan el juego democrático. Ejemplo, el 6-12 de 2015 se eligió una Asamblea Nacional que la oposición ganó con un 66% de los curules, pero que la dictadura rebanó y aporreó a su gusto sin que la oposición reaccionara. Ahora el oficialismo se burla de la oposición y la Constitución al retardar los lapsos para activar un revocatorio al Presidente Maduro. Es el momento de reaccionar. ¿Cómo? Enviando al Gobierno un ultimátum, que si es desatendido genere la rebeldía nacional y el desconocimiento del CNE, con base en el 350.

Pareciera que detrás de esta propuesta se esconde un propósito belicista. Nada que ver. No tenemos ni intenciones  ni medios para acariciar acciones de violencia; pero es la última oportunidad que tiene la AN para hacer respetar la Constitución. En la escaramuza política que se avecina debe quedar claro, nacional e internacionalmente, que si no se realiza el revocatorio en el 2016 es por culpa del Gobierno y de nadie más. Pueda que no se dé el revocatorio dentro de los lapsos previstos en la Constitución, pero se restaurará la independencia de uno de los poderes más importante: el Legislativo (AN). La opinión internacional sólo espera que la oposición venezolana fije la pauta; el pueblo de Venezuela también.


En el marco de las tácticas y estrategias es posible concebir un espacio de cohabitación entre ambas formas de gobierno, pero quedando claro que  el propósito fundamental e ineludible de cada uno es la transformación del otro, para lo cual es necesario un equilibrio de poderes.  Por eso, en la lucha contra un déspota es imprescindible contar con una unidad  a prueba de trácalas y dispuesta al sacrificio; que sin eufemismos ni medias tinta llame a las cosas por su nombre, pero con la inteligencia suficiente que amerita la tarea que se le ha encomendado. 

sábado, 13 de agosto de 2016

Transición en dos tiempos: unidad y cambio

En las filas de la oposición se ha aceptado que la llamada transición política se enmarque dentro de los parámetros de la unidad y el cambio; mas sin embargo, la unidad que se ha alcanzado no logra superar los acuerdos con toldas afines, como PJ y VP, y los cambios que se han sugerido e instrumentados no han podido sortear las alcabalas del TSJ. Mucho tememos que de seguir las cosas como van nos encontrará el 2018 con una oposición, el pedazo menor, “que se niega a retratarse con el otro” aduciendo en aquél  impureza ideológica y ausencia de pedigrí  revolucionario pero que en cambio aceptaría que el TSJ y CNE lleven de la mano a Maduro para ungir su reelección.

Con base en lo anterior, oposición y oficialismo parecen, desde el  7-12-2015, estar jugando a la “democracia en diferido”. Así, la oposición se ha limitado en el primer semestre del 2016 a diseñar y proponer iniciativas que sólo han llegado a ser eso: iniciativas, huérfanas de motivación,  concreción y logros,  como si fuera todavía muy temprano para ocuparnos y preocuparnos del acontecer democrático, es decir, la AN habría optado por diferir la democracia y libertad. Mientras el oficialismo, aprovechándose una vez más  del onanismo opositor, también ha decidido, TSJ y CNE mediantes,  diferir la derrota de diciembre de 2015 amparado en la perplejidad que el evento produjera, más en los victoriosos que en los derrotados.  El balance de estos diferimientos favoreció al oficialismo.

Nos imaginamos que en la oposición habrá propósito de enmienda y disposición al cambio; la cuestión es con quién y qué cambiar. La primera duda nos remite al problema de la unidad conformada ésta por un grupo de retazos que no quieren unirse sino que esperan que los demás se les unan, pretendiendo “derechos” adquiridos en contiendas pasadas. Así, el 6 de diciembre se contentaban “con algo”, pero el 7 eran los dueños del  66% de los diputados electos, excepto por los tres diputados de Amazonas que se dejaron escamotear.  Por su parte, los opositores  ideológicamente “puros” prefieren el naufragio definitivo de la democracia “antes  que empañar su reputación revolucionaria”. Los opositores deberían recordar que en sus enfrentamientos ninguno ganará; en la unidad  nacional, sin embargo, todos ganaremos. La primera y más importante batalla por la democracia se dará en los tiempos de la unidad.


Suponiendo que llegara a darse la unidad supra partido opositora,  y que pudiéramos decir con Andrés Eloy Blanco: “cómo sin haber dormido pudimos haber soñado”, la unidad opositora debería encarar dos agendas inaplazables, aunque una lo sea más que la otra: atacar las crisis económica (urgente) y judicial. Las dos deberían  atacarse desde  ahora aunque la inmediatez en el tratamiento lo exija lo económico.  Como lo diría el refrán: en lo adelante la AN deberá  simultáneamente”caminar  y masticar chicle” Los eventos más inmediatos en la lucha por la democracia y libertad (referendo revocatorio y elección de gobernadores) ameritan de una unidad nacional   ¿Y qué pasa si la oposición no logra concretar la unidad nacional? Se seguirá insistiendo, pero no en lo mismo ni con los mismos. Si no logramos cambiar el  Gobierno, entonces habrá que cambiar la MUD y los rebeldes sin causa. Cumplir las promesas será una realidad en los tiempos de cambios.

miércoles, 6 de julio de 2016

No a la polarización; Sí a la polarización

En la política venezolana es difícil encontrar un término que concite tanto rechazo como el de polarización. El término se ha satanizado a tal punto que tirios y troyanos han consensuado lo negativo del concepto. ¿Cuál polarización? La que insurgió a la sombra del maridaje de laboristas y conservadores en el Reino Unido; Republicanos y Demócratas en los Estados Unidos; la que campeaba en Venezuela (Acción Democrática y Copey) durante la Cuarta República; o la que llegaron  a disfrutar los partidos españoles (PP y Psoe) durante la era “posfranquista”, entre otras.  Esta polarización descarta los terceros que en los últimos tiempos presentan una no desdeñable fuerza electoral.

El principal efecto negativo de esta polarización  es que te obliga, “sin obligarte”, a jugar al monopolio de la política. Ese espacio sustantivo en donde los contendores supuestamente deben oponerse sin que nadie pierda aunque haya derrotas;  correspondiendo a los sectores progresistas y “revolucionarios” el papel del polo “bueno”; cuyo principal antecedente fueron las barras “jacobinas” que durante la Revolución Francesa expropiaron, se adjudicaron y monopolizaron las consignas supuestamente progresistas. Por eso son pocos los que pregonan su filiación conservadora, todos se proclaman progresistas,  aunque en los últimos tiempos están apareciendo los conservadores genuinos, sin caretas y sin pudor, a lo Donald Trump, pero sin cambiar las reglas del juego.

Para los países latinoamericanos esas reglas de juego están contenidas en la Carta Interamericana de Derechos Humanos que caracterizan la Democracia Representativa. En el artículo 3 se esbozan y sintetizan los principios y compromisos que deben acatar los Estados miembros: Respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales; sujeción al estado de derecho; celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal; régimen plural de partidos y; separación e independencia de los poderes públicos. Se puede apreciar, sin mayor esfuerzo, que la polarización política partidista es contraria al juego democrático, por eso debe decírsele NO a esta polarización.

Cuando los países insurgen  contra estos principios y compromisos se colocan al margen del sistema democrático; primero en un tímido desacato de las leyes  y, especialmente, de su respectiva  Constitución mediante un despotismo que al agudizarse se puede convertir en un ejercicio autoritario hasta alcanzar la práctica y estatus de pleno desacato de principios y leyes, es decir, de Dictadura. Dos ejemplos bastarán para corroborar lo expresado en dos de esos países. Uno es Nicaragua que ante la proximidad (noviembre de 2016) de unas elecciones presidenciales ha decidido eliminar de la contienda al único partido de oposición que participaría. ¿Qué nos importa? Nada, pero por si acaso la MUD debería “poner sus barbas en remojo”. El otro ejemplo nos lo proporciona el señor Maduro (Presidente de Venezuela) quien exclamó (el 1-7-2016) lo siguiente: ¡Asamblea Nacional prepárate para despedirte de la historia que tu hora  va a llegar! Que casualidad, la misma AN que derrotó ampliamente a Maduro el 7-12-2015.  

Para combatir esta plaga populista en América Latina es menester una unidad intransigente, aunque no tozuda, que  trascienda la individualidad partidista. En otras palabras, una unidad que polarice la lucha contra la dictadura. Con la democracia todo; con la dictadura nada; de ahí el título de este artículo aparentemente contradictorio: NO a la polarización; SI a la polarización. Por ahora, frente a la dictadura que nos agobia, es necesario que táctica y estratégicamente activemos la polarización “buena” porque es la única que en un plazo más inmediato nos pueda devolver  la libertad.    

sábado, 18 de junio de 2016

¿Estado fallido, u oposición fallida?

La contienda política venezolana ha sido caracterizada como una polarización entre el oficialismo y la oposición; el primero como un gobierno fuerte que conquista lo que quiere,  y el segundo como una institución débil que obtiene y tiene lo que el primero quiera darle. Sincerando los conceptos, en nuestra opinión la polarización venezolana no refleja el enfrentamiento entre una dictadura y una democracia, porque un espectro político, la oposición, no reconoce todavía la existencia de la dictadura y actúa en consecuencia. Así, la democracia juega el papel que todas las seudo democracias practican: ceder al chantaje del militarismo sin uniforme, aunque sí con guayabera. En una dictadura la democracia está obligada a enfrentarla, incluso en el nivel de desconocimiento como lo exige el artículo 350 de nuestra Constitución.

Según el DRAE, algo es fallido cuando es “frustrado y sin efecto”, en consecuencia, calificar como fallido al Estado venezolano supone atribuir a éste el alejamiento del ejercicio responsable que caracteriza a una política democrática. Pero qué pasa cuando se transita por una dictadura que, además, desde ya se nos vende como una realidad que “llegó para quedarse”. Un Estado dictatorial no le puede fallar a una democracia, so pena de incurrir en una flagrante contradicción. Por lo contrario, una oposición que pretenda cohabitar con una dictadura le está fallando a su contexto socio político natural: la Democracia. De ahí el título de este artículo, porque la dictadura criolla no le ha fallado a nadie; en cambio,  la oposición venezolana  nos ha fallado a todos  y en todo, es decir, es una oposición fallida.

Una oposición que pretenda restaurar la democracia debería, en nuestra opinión, polarizarla. O se está con la democracia o con la dictadura; no caben  “medias tintas” La oposición venezolana ha elegido la cohabitación y, por eso, el devenir oposicionista de nuestra política se ha convertido en un rosario de oportunidades fallidas. Si se quiere rescatar la democracia es ineludible confrontar y derrotar la dictadura. ¿Cómo? Polarizando la contienda y admitiendo sólo dos bandos: Democracia y Dictadura. Para los demócratas, no importa si de izquierdas o derechas, lo que está planteado es derrotar la dictadura mediante la organización y acciones pertinentes. Nunca como ahora es imprescindible la unidad, la verdadera, la que es capaz de renunciar  a liderazgos pendejos y ambiciones agalludas.

Confrontar políticamente una dictadura supone, a más de una unidad opositora verdadera, el ejercicio inteligente y valiente de los postulados democráticos porque la dictadura jamás aceptará la derrota política y en buena ley. El comportamiento actual del TSJ, al servicio de la dictadura, es la prueba más fehaciente de lo que expresamos en el párrafo anterior. En este sentido el TSJ se ha permitido eliminar,  de hecho, a la Asamblea Nacional mediante la permanente violación de la Constitución. ¿Pudo evitarse tal situación? Sí, pero con una oposición diferente; una que pueda ceder a la fuerza de la dictadura, pero jamás a la impunidad cómplice de una sumisa AN.


La AN, con el respaldo de los votantes que los llevaron al parlamento, debería iniciar el proceso de reformar la Constitución. Lo peor que le puede ocurrir a la poca democracia que nos queda, es arribar al 2018 con el mismo andamiaje jurídico y mafioso que todavía padecemos; la no reelección presidencial; el adecentamiento del TSJ; un CNE que se atenga a su condición de árbitro; la inclusión del  balotaje en la elección presidencial, son todas, entre otras, medidas que deberán tomarse antes del 2018. Para esto no se necesita permiso del TSJ, sino restearse contra la impunidad.

domingo, 29 de mayo de 2016

Venezuela en dos palabras: tiene hambre

No sólo de los alimentos que nutren el cuerpo, y que no se encuentran (proteínas, carbohidratos, vitaminas y medicamentos, entre otros) sino también del alimento socio político: observancia de la ley y respeto a los principios democráticos en un marco de libertad. A riesgo de lucir fuera de contexto al evaluar la prioridad del tratamiento de las carencias antes mencionadas, diríamos que es lo relativo al alimento socio político el que debe ser priorizado en su tratamiento. ¿Por qué? Porque no puede saciarse el hambre física sin antes haberlo hecho con el hambre espiritual; de otro modo, la perspectiva sería más veterinaria que humanista.

Venezuela es un buen ejemplo de lo anterior.  Veamos. El 6-D (2015) la oposición obtuvo una delirante victoria durante la elección de la nueva AN con un margen de un 66%, es decir, mayoría calificada. El oficialismo perdió la Asamblea Nacional y, desde entonces, toda la política del Gobierno se ha centrado en hilvanar un rosario de argucias y triquiñuelas para que no se defenestre, legalmente, al señor Maduro. Así,  el TSJ comenzó por expropiarle, impunemente,  al  Estado Amazonas a tres de sus diputados, con lo cual dejaron sin efecto la mayoría calificada que la oposición había obtenido en buena lid. Resultado, ahora estamos frente a una política errada que debe urgentemente rectificarse, pero que no se puede porque Maduro lo impide. Mientras no se sacie el hambre política, sólo tendremos la maltrecha sobrevivencia del hambre física.

Lo anterior demuestra que la dictadura madurista no permitirá un juego limpio con relación a las salidas electorales porque sabe que la oposición ganaría, de aquí y en adelante, cualquier contienda electoral que pretenda ser limpia y justa. Eso pareciera  la descripción de juego trancado; sin embargo, la oposición no le podrá ganar políticamente a la dictadura “madurista”, pero el “chavismo” sí. La defensa de la Revolución Bolivariana no pasa, necesariamente, por el sacrificio de ésta en aras de hacer que perdure el “madurismo”.  La defensa de la Revolución Bolivariana pasa por un diálogo y un compromiso entre el chavismo (que no solo Psuv y Polo Patriótico) y la oposición (que no solo PJ, VP y un NT). Un compromiso que culmine en una transición consensuada.


Un proceso de transición política y socioeconómica  debería  ser el vehículo que haga factible la propuesta anterior. Para alcanzarla es necesario instrumentar un diálogo que deje de lado la retórica madurista y que comience por atender prioritariamente la inflación y la productividad. Con solo prestar atención preferente a esos dos rubros se estaría dando un golpe psicológico con una iniciativa que no es hija de nadie pero de los cuales todos seríamos padres. Por supuesto, no pretendemos que esta sea  la única propuesta, ni la única con pretensiones de éxito; de hecho, la única certeza que podemos defender  es que esta propuesta, y las otras que se puedan presentar, siempre será mejor que el marasmo “madurista”  Ah, y que lo que se proponga mañana debió haberse hecho ayer.

jueves, 12 de mayo de 2016

La “eficiente” inutilidad

Durante la Guerra de los Seis Días entre israelíes y egipcios (1967), y que ganaran arrolladoramente los primeros,   circuló a título de sarcasmo jocoso un chiste, según el cual, Nasser habría pedido a su contraparte soviético que le enviase más aviones de combate, a lo que éste habría respondido afirmativamente con un solo requerimiento: si los enviaba enteros o desbaratados para evitarle ese trabajo a los egipcios. Eso es lo que llamamos “eficiente” inutilidad, la incapacidad de sacar ventaja aunque se tengan todas las de ganar.

El chiste viene a cuento cuando analizamos el comportamiento de la AN frente a los desmanes del TSJ, que rechaza cualquier iniciativa de la Asamblea sin que ésta se tome el trabajo de disentir, mucho menos de protestar. Ante las propuestas del Parlamento el TSJ,  en aras de una mayor eficiencia burocrática, debería elaborar un formato con un membrete que destacara  la inconstitucionalidad de cualquier asunto que provenga de la AN, porque lo que importa es el origen parlamentario; y hacerlo firmar por el Presidente de la AN para dejar constancia de su entrega, en su doble acepción, al Ejecutivo.

Ante cada desmán del TSJ la AN queda paralizada; semeja la inmovilidad que aqueja a los conejos que en las cacerías nocturnas se ven sorprendidos por el  haz de luz de los faros de los vehículos de los cazadores. Los pobres conejos no osan moverse, y los diputados oposicionistas  de la Asamblea tampoco.  Mas, hay una diferencia sustancial entre los conejos de los llanos y los del parlamento: los primeros se enfrentan por primera vez a esa experiencia, los segundos sabían lo que pasaría antes de comenzar la cacería. En el ajedrez, como en política, los buenos jugadores y los buenos políticos siempre prevén las jugadas alternativas (Plan B, C, etc.) que aseguren darle jaque mate al Rey contrario.

No sabemos si los partidos de la MUD planifican la consecución de sus metas, hasta ahora sólo sabemos de su preocupación por alcanzar las metas, casi bíblicas por el protagonismo de María, José y Juan, pero muy poco se sabe, a pesar de haber transcurrido casi un semestre de habérsele prometido al país,   de las ideas opositoras con las cuales enfrentar la crisis económica que agobia al país; de los cambios posibles en el sistema electoral (la proporcionalidad por ejemplo); y la eliminación de la reelección indeterminada, entre otros.


Por supuesto, para enfrentar una dictadura como la que padecemos hay que dejar de ser conejos que se pueden encandilar. Planificar la consecución de metas y no ladrar tanto si a la postre no tienen intenciones de morder. Es posible, y bastante probable, que la MUD no tenga líderes que puedan, idóneamente, enfrentar esta crisis, pero una dirección colectiva (que no colectivo) si lo tendrá. La unidad opositora sigue siendo un desafío que deberá concretarse con todas las fuerzas que adversan este régimen, no sólo la MUD, para atender la convocatoria que permanentemente nos hace la Constitución mediante su artículo 350 a desconocer cualquier tipo de dictadura.

viernes, 6 de mayo de 2016

La convocatoria al diputado No. 113

La victoria de la oposición el 7-12-2015 se volvió sal y agua por el mal manejo del liderazgo opositor. Después de dejarse robar, sin chistar y sin pudor,  la representación de la diputación del Estado Amazonas la mesa quedó servida para que el TSJ hiciera lo que le diera la gana con las decisiones tomadas por la AN que, en resumidas cuentas, se concretan en una sola: declarar inconstitucional cualquier iniciativa asumida, y hasta pensada, por el parlamento. La gravedad de la situación no estriba tanto en el reiterado abuso del tribunal, pues, al fin y al cabo, se está bregando contra una dictadura que no escatima desmanes ni violaciones, sino a la reacción del propio parlamento (mayoría) que al ser requerido por su reacción frente a los abusos del  alto tribunal, admite que ellos seguirán aprobando leyes aunque el  alto tribunal  las desconozca. ¿Y entonces?

Si la actitud del “Supremo” es censurable, la de la Asamblea Nacional es inaudita, pasando por dañina,  ya que no ha sabido defender la ganancia electoral  que significó el 7-12-2015. En consecuencia, es el momento de cambiar la estrategia del Parlamento. No se trata sólo de aprobar leyes, sino de aprobarlas y defenderlas de los abusos del Poder Judicial, y de cualquier otro poder; especialmente del Ejecutivo que, en Venezuela, es el  que controla a todos los demás.  Para ello es necesario convocar al parlamentario opositor No. 113, es decir, al que lleva por nombre” Opositor” y por apellido “Mayoría”. Primero hay que reivindicar esa mayoría opositora, habría que manifestar y denunciar frente al TSJ y organismos internacionales el despojo de que ha sido víctima la oposición y la democracia venezolana, y  ponerle fecha a la devolución de lo sustraído.  

La conducta del Poder Judicial, y la de los otros poderes durante el  lapso posterior a la instalación de la nueva AN,  ha evidenciado como único propósito salvar a Maduro y su Gobierno de una segura derrota electoral por cualquiera de las vías señaladas en la Constitución. Por eso tuvieron que escamotearle a la oposición los diputados de Amazonas; de este modo quebraron la mayoría calificada que la oposición obtuvo limpiamente en las urnas, pero que no supo ni defender ni mantener.

Actualmente asistimos al despliegue de argucias y triquiñuelas exhibidas por el Psuv y Maduro para evitar  que este último sea revocado. El hombre es lo peor que se pueda concebir y padecer como gobernante, pero no está solo en su mediocridad administrativa, lo acompañan los llamados “enchufados”, suerte de ladrones de arte menor y dinero devaluado que le impiden a Maduro una muerte política eutanásica, es decir, con dignidad.


Si  la oposición está dispuesta a enfrentar  la dictadura deberá reconocerla como tal; y utilizar en ese enfrentamiento la única arma eficiente y eficaz capaz de lidiar con regímenes de esta clase: la calle. Ello supone que el parlamentario “113” debe ser activado para cumplir con una agenda pro revocación. Una agenda que señale los plazos máximos que les sería permitido a los abusadores, antes de activar el diputado “113”. De no actuar según agenda igual o similar a ésta, la lucha por el revocatorio estaría condenada a seguir la caprichosa y burlona agenda  de Cabello, Rodríguez y Aristóbulo, que inexorablemente conduce al atornillamiento, con toda la impunidad del caso, de lo enchufados.

viernes, 15 de abril de 2016

AN: inexplicable e inaceptable


En efecto, después de la  apoteósica victoria de la oposición en las elecciones de la AN (7-12-2015) la nueva  Asamblea Nacional ha tenido un comportamiento inexplicable e inaceptable. Lo primero porque no hay explicación para que el nuevo poder haga mutis después de haber triunfado con una ventaja superior al 66%; tanto, que se dejó robar (inhabilitar) con total impunidad  la mayoría calificada que la oposición había obtenido en las urnas. De ahí en lo adelante, todas las iniciativas de la AN han sido bloqueadas con éxito por parte del TSJ, poder sumiso ante el soborno y la represión. Lo inexplicable no es la violación de la ley, al fin y al cabo padecemos una dictadura, sino la impunidad con la que se actúa y la oposición lo permite.

Y es que la nueva asamblea es la responsable de la impunidad que estamos registrando y comentando.  Es cierto que no es fácil enfrentar una dictadura que no sólo está apoyada por las armas de los militares, sino por grupos de la delincuencia organizada, pero la calle y los organismos internacionales siguen siendo espacios válidos para la protesta, como ocurre con la gestión de Almagro, quien protesta más que la MUD;  y el abandono  de la calle y de los millones de votantes  que se creyeron  que las dictaduras pueden ser académicas.  Se trata de aislar y desenmascarar la dictadura, para después derrotarla.

 En la situación actual la nueva AN no es capaz de protestar nada.  ¿Qué sentido tiene, entonces, que los opositores defiendan leyes y decisiones que luego el  TSJ va a objetar impunemente? Mejor sería no tomar la decisión que seguir desacreditando a la AN con su inacción La situación actual me recuerda a un personaje del  Carúpano de mi niñez quien, ante situaciones no creíbles por lo inexplicable, solía acuñar el estribillo de “Ta puteao”. La nueva asamblea también  está puteada por su falta de credibilidad.

Su accionar es inaceptable, porque la aceptación de tal política supone la permisividad de la actuación dictatorial. Aceptar calladamente los abusos del TSJ que, en realidad, se le endilgan a este tribunal aunque  el  verdadero responsable es el Ejecutivo, porque aquel  es un adlátere de éste ya que no existe en Venezuela la separación o independencia de poderes.  Si se continúa por esta vía, y de este modo, será el TSJ el que decida el control de cualquier proceso electoral que en lo futuro se active en el país, y no valdrá caudal de votos ni de buenos candidatos, porque la dictadura para entronizarse no necesita de mayorías sino de falta de escrúpulos.

La oposición de la  nueva AN si tiene posibilidad de enfrentar con éxito la dictadura chavista, pero debe hacerlo con base en inteligencia y coraje. Lo primero supone el control de las apetencias partidistas y el uso habilidoso del manejo de sus fortalezas; lo segundo, enfrentarse a quienes desde el Psuv y de la MUD boicotean los esfuerzos unitarios al afanarse en la búsqueda de líderes en lugar de un liderazgo unitario.


Todavía la oposición no ha jugado sus mejores cartas;  su diputado No.  113 está listo pero no lo han dejado  y ,  por eso, no ha podido llegar a la calle que es  donde debería estar, aunque no cuenta, aún, con planes que revelen la presencia de tácticas y estrategias que aseguren su eficiencia y eficacia. Más temprano que tarde habrá un enfrentamiento entre  las  fuerzas democráticas y las dictatoriales y tendrá que concluirse que a la democracia, para llegar a ser tal, no le bastaría con una legitimidad de origen sino que sería necesario, y a lo mejor indispensable,  una legitimidad de desempeño. Como reza el refrán castizo: Para hacer tortilla, hay que romper huevos.

martes, 12 de abril de 2016

¡Despacio, que tenemos prisa!

El título de este artículo parafrasea una sentencia atribuida a Camilo Cienfuegos durante los inicios de la revolución cubana quien advertía así, a sus ayudantes, que lo importante, como lo establece también la conocida ranchera mexicana, es que “no hay que llegar primero sino hay que saber llegar” Toda esta abundancia de parafraseos  viene a cuento porque  pareciera que al comportamiento de la oposición, después del 7-12-2015, les caben todos ellos pues su accionar se ha varado por el pertinaz abuso del TSJ sin que la AN haya podido, ¿o querido?, dar una respuesta adecuada a los desafíos y desmanes del alto tribunal. Mientras la nave democrática continúe varada será imposible llevarla a puerto, ya sea éste bueno o malo.

En efecto, las iniciativas de la AN lucen improvisadas aunque, curiosamente, todas terminan en un déjà vu  adelantado pues ya es sabido que el TSJ terminará por rechazar al estilo de las letras de cambio, sin aviso y sin protesto,  todo lo que proponga la Asamblea; dicho de otro modo, Venezuela padece la dictadura judicial del TSJ quien sólo admite por encima de él al jefe del Gobierno. Frente a este panorama dictatorial la AN luce desconcertada y no atina a mellar la dictadura. Una confrontación no sería prudente ni pragmática, una espera onanística tampoco. En nuestra opinión se impone que la oposición deje de improvisar y priorice el desenmascarar y aislar la dictadura.

En el cumplimiento de este propósito la oposición solo cuenta con dos aliados: el caudal de votantes que derrotó al oficialismo el 6-12-2015, y el grupo de naciones, especialmente latinoamericanas, que ya no creen en la miseria digna, sobre todo cuando no hay ejemplos que seguir.  Estos apoyos están por encima del TSJ porque sus actuaciones no dependen exclusivamente de éste. La solicitud de consultas puede convertirse en el mecanismo de democracia directa. Por ejemplo, es inaudito que la oposición todavía no haya presentado un plan de emergencia económica y que el mismo, ante un eventual desacuerdo entre Gobierno y oposición se someta a consideración de los ciudadanos por vía plebiscitaria. Una situación similar puede presentarse con relación a la Ley de Amnistía, y dejar que sean los ciudadanos los que decidamos al respecto.


Si se puede luchar contra la dictadura chavista, pero hay que hacerlo con prudencia e inteligencia. Por ejemplo, la AN puede emprender desde ya la reforma de la ley electoral por lo menos en tres aspectos claves: la eliminación, parcial o absoluta, de la reelección presidencial; implantación del sistema de balotaje;  y la proporcionalidad de los resultados electorales. De ese modo las posibles dictaduras de corte chavista tendrían menos posibilidades de cuajar, aunque al final siempre habrá una confrontación, pero entre dictadura y democracia. El régimen luce cansado y desorientado; no oxigenemos y retardemos su caída con nuestra errática improvisación.  

lunes, 28 de marzo de 2016

Poderes venezolanos: ni equilibrados ni alternativos

Nos referimos en el título a dos de los principios que son más caros a la tipificación democrática de una forma de gobierno: el equilibrio de poderes y la alternabilidad de los gobernantes, y que en el caso venezolano “brillan por su ausencia”. La vulneración de cualquiera de los mismos implica la presencia de dictaduras seudo jurídicas y de fuerza incompatibles con la presencia de estados soberanos. ¿Cómo es posible que no existan dudas acerca de la existencia de los anti valores y, sin embargo, los grupos llamados democráticos no muevan lo conducente para su cuestionamiento o erradicación? Aventuremos algunas hipótesis.

El equilibrio de poderes sancionado por toda Constitución democrática (Monstesquieu y) devino en Venezuela en ser cuestionado y tácitamente rechazado, nada más y nada menos que por quien, para entonces, era Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia, la ex magistrada Morales. Eso le permitió al  citado tribunal desconocer los resultados electorales para elegir a la Asamblea Nacional (equivalente en otras legislaciones al Congreso de la República) mediante el subterfugio de interpretar como superior todo lo que le venga en gana, a este tribunal en comandita con el Ejecutivo. Mayor desequilibrio de poderes no es posible, así como tampoco lo es el mayor abuso que un Estado pueda esgrimir contra la Constitución y la Democracia.  La práctica del poder Judicial venezolano (TSJ) niega cualquier pretensión de equilibrio y decencia.

El principio de alternabilidad en una democracia cobra su mayor relevancia con el cambio de jefe del gobierno por la vía electoral; los mecanismos de pulcritud, respeto y apego a la ley electoral, así como el uso comedido y no ventajista del poder para fines electorales, deben destacar el talante probo y recto de un  candidato presidencial demócrata. La doctrina chavista impuso y demostró lo contrario. La Constitución de 1999 deroga el principio de alternabilidad presidencial para que, mediante el ventajismo electoral sólo Chávez pudiese ganar. Período presidencial aumentado a seis años, con reelección hasta por un período más, y un intento de aumentar un año más (7) al período presidencial en la reforma que intentó fallidamente durante 2007. Inauguró así la política de perpetuarse en el poder mediante la fuerza del billete que solo la muerte logró interrumpir. La alternabilidad hecha añicos.

No aparece haber dudas acerca de la ausencia de poderes equilibrados concebidos y plasmados en la Constitución venezolana; pero la reacción de los sectores democráticos no ha sido acorde con la gravedad de la violación a la Carta Magna;  tanto más si la misma Constitución señala mediante el artículo 350 la vía que debe seguirse para enfrentar tal desafuero: “El pueblo de Venezuela…desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos”  Entonces, ¿por qué se  soporta, impunemente,  esta dictadura? Hay varias razones, pero la más impactante después de la elección del 6-D, sería la desacertada política de los opositores al régimen quienes no han sabido lidiar con el abuso de los oficialistas, amparados, a su vez,  en el abuso superior del TSJ. Pareciera que la oposición ya no necesita ni de la unidad ni de la inteligencia. Mas, si tiene que acatar hágalo bajo protesta; y si tiene que marchar que ésta siempre mayor a la última realizada.

El grupo escuálido del oficialismo le metió las cabras en el corral a la mayoría opositora. Y lo pudo hacer porque la oposición no respondió adecuadamente a los desmanes del oficialismo.  Nadie está pidiendo otra salida ni otra guarimba, esas van a salir pero organizadas por los mismos sectores oficialistas; pero si se pide que los desmanes de los oficialistas sean denunciados y ventilados ante los organismos internacionales. Se argumenta que la oposición no debe ser beligerante porque lo importante es ganar tiempo para sacarlos a punto de votos; lo que la MUD no ha considerado es que de aquí en lo adelante, en cualquier contienda electoral quien contará los votos será el TSJ; y que en una hipotética elección presidencial de un 2019 la oposición debe llegar fuerte (unida) y en igualdad de condiciones que disminuyan en la oposición los efectos negativos del ventajismo electoral al que ya hemos estado sometidos.  Esta pelea no la ganaremos durante el 2019, sino en el mientras tanto de hoy y de mañana.   

martes, 15 de marzo de 2016

El cambio es imprescindible

El cambio político y económico es imprescindible si se considera necesario y urgente abrir una ventana hacia la búsqueda de posibles soluciones a la crisis que nos agobia. Esto parece una verdad de “Perogrullo”, sin embargo, cuando se analizan las medidas que el Ejecutivo ha venido instrumentando para enfrentarla encontramos que el discurso va dirigido a justificar lo injustificable, ya sea por la vía de atribuirle a los opositores al régimen todas las culpas posibles, y a los bajos precios del barril de petróleo la causa de nuestra ruina. Se olvida que el máximo culpable es el difunto líder de la revolución, y que los precios bajos del petróleo no son la causa de la crisis, sino los precios altos mal administrados.

El manejo populista que los políticos venezolanos han hecho de la renta petrolera durante el chavismo semeja una de esas películas famosas que se proyectaron primero en  blanco y negro y, después ante el avance tecnológico, se proyectaron a todo color. Durante el socialismo siglo XXI, la película sobre el rentismo petrolero fue proyectada dos veces pero alterando el orden tecnológico: primero la parte a color proyectada y vivida durante los tres primeros lustros de la era chavista, y ahora la versión en blanco y negro que actualmente se está proyectando. No se está cambiando de película sino comenzado a conocer y padecer la versión oscura del film. Por eso solo se puede aceptar como una burla o tozudez del Ejecutivo la pretensión de que el tratamiento de la crisis implique el uso y justificación de los elementos que la engendraron. Si quieres un cambio tienes que  cambiar pero, ¿se querrá el cambio?

¿Cómo se reconoce la presencia del cambio? Cuando esté acompañado de lo distinto; o como dijo Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”  En la Venezuela de hoy, es decir, la que arrastra la peor crisis socioeconómica de toda su historia pareciera que hay consenso con relación a la necesidad de un cambio para enfrentar la crisis, pero no existe el mismo consenso con relación a lo que gobierno y oposición entienden por cambio. Para la oposición el cambio supone descontinuar la política socioeconómica que se viene desarrollando, aunque todavía no se esté muy claro en cuanto a la orientación que debe tener ni a su posible efectividad. Lo primero es el cambio, después hay que hacerlo eficiente.

Por su parte, el oficialismo considera que el cambio supone la adopción de una serie de medidas que, recordando a Maquiavelo, cambian lo accesorio para que nada cambie en lo sustancial. Pero en la postura  del oficialismo se especula que su posición sobre el cambio es casi a título personal, es decir, este cambio ficticio no es respaldado por el Gobierno, ni siquiera por el Ejecutivo, sino por Maduro, ya sea que el jefe de Estado esté convencido de la validez de su posición o, como se especula, por ser objeto de presiones de sectores radicales que no lo dejan tomar la dirección correcta. En todo caso,  pareciera que la posibilidad de acompañar al cambio en la atención a la crisis pasa por salir del señor Maduro, lo cual no significa, necesariamente, un cambio de Gobierno.

La presencia de Maduro en el Gobierno es lo que impide que Gobierno y oposición se acuerden en un programa conjunto que ataque de inmediato el problema económico y,  paulatinamente, que rescate los elementos de la fisonomía democrática que han sido distorsionados. Esto puede hacerse sin que ninguno de los sectores pierda, por ahora, su respectiva condición de Gobierno y oposición.

¿Se puede frenar el desmadre económico?

Gobierno y oposición continúan en lo mismo… y con los mismos. Lo primero que resalta es la paradoja de pregonar la necesidad y urgencia de, por ejemplo, frenar la inflación y, sin embargo, no mover ni un ápice en esa dirección. Así, el Gobierno cacarea viejas medidas para atacar la inflación que fueron y son  las causantes  de la debacle económica (control de cambio híper inflacionario) y el desarrollo desmedido y descarado de la corrupción. Todo lo malo que se ha hecho en la economía del socialismo siglo XXI no solo se mantiene a pesar de las protestas de cambio, sino que se reivindica.

A la oposición, por su parte,  se le olvidó que entre sus prioridades electorales figuraba la necesidad de transformar el actual modelo económico, habida cuenta que éste aparecía como el principal responsable de la justificación “teórica” del ya mencionado desmadre. Pues bien, a tres meses de haberse proclamado en la AN la derrota del oficialismo, todavía no aparece ni un proyecto, ni una idea, ni siquiera una señal del sector opositor de cómo lidiar con esta prioridad. En su lugar, las baterías se han centrado en un cambio de Presidente que presenta un menú multivariado e inclusivo de acciones que privilegian cómo salir de una dictadura enarbolando las banderas de la democracia. ¿Ingenuidad o bolsería?

El cambio en lo económico precede al político, y está sujeto a dos condicionantes: debe ser realizado en conjunto por Gobierno y oposición, y debe significar un verdadero cambio, es decir, no puede ser igual a lo que se ha aplicado y desarrollado en materia económica durante los últimos años. En este sentido, Gobierno y oposición están “obligados” a concebir y diseñar sus planes de cambio y a confrontarlos para acordarse en las áreas y propuestas comunes. Esto no implicaría cambio de Gobierno,  excepto cuando éste pretenda rechazar u oponerse a lo acordado. En ese caso la oposición debería invocar los artículos constitucionales que por vía de excepción defiendan los valores, principios y garantías democráticas y los derechos humanos como se establece en el articulado de la Carta Magna.

En la Venezuela de hoy, altamente polarizada y con visos de totalitarismo dictatorial, es necesario recurrir a la democracia directa,  es decir, al pueblo soberano que es el único que puede estar por encima de tribunales corruptos como el TSJ. El desmadre económico nos afecta, aunque no por igual, a tirios y troyanos; por eso es necesario que sea confrontado por tirios y troyanos. Sin embargo, el Gobierno que es de los actores en vida uno  de los principales responsables de la crisis, no solo sigue empeñado en desconocer su responsabilidad en la misma sino que pretende reivindicar el desmadre económico que nos agobia.   

Si el Gobierno mantiene su tozudez, entonces a la oposición no le queda otro recurso que desconocerlo mediante la activación del artículo 350 de la Constitución que reza: “El pueblo de Venezuela …desconocerá a cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe, los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos” .  El 350 tiene pertinencia y validez cuando se apoya en una mayoría popular que se manifiesta en una certificación plebiscitaria. En el caso venezolano estaría dada por la rotunda exhibición de mayoría que el pueblo diera durante la elección de la nueva AN (6-12-2015) así como la incipiente pero progresivo respaldo  internacional. De este modo, el desmadre económico sería revertido por Fuenteovejuna.

miércoles, 24 de febrero de 2016

¿Mayoría parlamentaria para qué?

El triunfo de la oposición durante las elecciones del 6-12-2015 fue sobrevenido y, afortunadamente,   más que bienvenido, pues se consideraba que se había generado una trinchera desde la cual se podría luchar contra la hegemonía oficialista con cierta probabilidad de éxito, ya que si bien la mayoría de los poderes estaban conculcados, excepto el Legislativo, este último había conquistado al soberano, es decir, al pueblo ( más de siete millones y medio de votantes) que rechazó, sin ningún género de dudas, la gestión de Nicolás Maduro. Pero he aquí que desde su proclamación la nueva AN, mayoritariamente opositora,  no ha luchado con nadie ni contra  nadie porque su principal arma (votantes del 6-12-2015) ha sido  “engavetada”.

Se suponía que en esa hipotética lucha se establecerían prioridades cuyo tratamiento y éxito no dependieran exclusivamente de lo que acuerden las dictaduras del  Ejecutivo y el TSJ. En este sentido proponemos dos prioridades urgentísimas: una  que atienda lo del modelo económico, y la otra que se ocupe de rescatar la poca democracia que todavía perdura en emporios antidemocráticos como el Ejecutivo, TSJ y CNE. Esto no significa que se posponen materias y asuntos considerados importantes por la AN como la Ley de Amnistía o el otorgamiento de titularidad a los propietarios de viviendas entregadas por el Gobierno, esos asuntos se seguirían atendiendo,  pero la prioridad en la atención  debe tenerla la lucha contra los atropellos del TSJ y la búsqueda, ¡ya!, de un modelo alternativo para el cambio económico.

La AN tiene que proponer al pueblo y al Gobierno un plan de contingencia económica que debería ser acordado y desarrollado por pueblo y Gobierno; y que en el caso de que no haya acuerdo se someta a consideración de un referéndum popular. No se le debe permitir al Gobierno, y mucho menos a Nicolás Maduro, que para enfrentar la crisis económica se esgriman las mismas medidas que las generaron. En caso de ser necesario se debería recurrir a lo establecido en la Constitución: art. 350. Con relación al comportamiento antidemocrático  y anticonstitucional del TSJ la AN debe denunciarlas y, apoyándose en el respaldo popular, salir a la calle y ventilar la denuncia  en  los planos nacional e internacional.

La consulta al ciudadano no depende de la aceptación del Ejecutivo, en otras palabras, la activación de la calle, en un sistema democrático, no está sujeta al parecer del gobernante de turno sino a la gravedad de la situación. Si ante una política fracasada el gobernante insiste en reiterarla, pareciera llegado el momento de cambiar de política y de gobernante, que no de Gobierno. Para esto el liderazgo soberano  debe estar atento a las señales que indiquen la necesidad de “patear” la calle. Por ejemplo, el robo a la MUD de los diputados de Amazona, dictadura mediante, tenía que acatarse pero “no dejarlo pasar por debajo de la mesa”. Otro tanto habría que decir del “cheque en blanco” para dirigir la economía, aunque en este caso la MUD ganó el premio a la ingenuidad parlamentaria. De todos modos el TSJ lo iba a hacer, pero no hay que ponérsela “bombita”.


En un gobierno autoritario y despótico es fácil encontrar en el día a día motivos para ejercitar el músculo de la democracia de calle; por ejemplo, ¿cómo es posible que se haya aumentado el precio de la gasolina y la oposición no se haya pronunciado, pública y de manera vehemente, sobre el subsidio a Petrocaribe y las regalías a los hermanos Castro?; o que el Decreto de Emergencia Económica tenga la duración que le plazca al señor Maduro. En otras palabras señores opositores, su papel principal es el de hacer que se descubra el carácter dictatorial de este régimen; que los ilícitos administrativas de este Gobierno no puedan cobijarse debajo del ropaje de trasnochadas argucias leguleyas. No aprobar tales argucias, aunque, por ahora, se tengan que acatar bajo protesta; porque siempre habrá alguien en la calle que les recordará que somos un pueblo sometido por una desvergonzada dictadura.

sábado, 20 de febrero de 2016

¿Más de 7. 700. 000 jarrones chinos?

Antes de las elecciones del 6-D (2015) las expectativas de la oposición eran muy modestas; en el mejor de los casos la MUD podría ganar la contienda, pero “en forma muy apretada” y, sin embargo, sobraban planes y proyectos en dos direcciones: el rescate (en lo mediato) del sistema democrático, y el abordaje (en lo inmediato) de los problemas que han hecho colapsar nuestra economía. Se realizaron los comicios en diciembre y sus resultados mostraron una realidad sobrevenida que evidenció un triunfo apoteósico del sector opositor pero que la MUD no ha sabido manejar pues, hasta ahora, los propósitos básicos de una nueva AN (rescate de la democracia y cambio urgente del modelo económico) no ha recibido atención prioritaria; por el contrario el oficialismo ha arropado a la oposición nulificando su eficiencia y eficacia.

¿Ha podido el sector opositor, a las primeras de cambio,  actuar de manera distinta? Sí. El Gobierno decidió convertir al TSJ en alcahuete mayor de sus sinvergüenzuras, lo que no puede evitarse, por ahora, porque nos enfrentamos a una dictadura que nos obliga a acatar sus dictámenes pero no su impunidad. Cuando el TSJ decidió quitarle tres diputados a la oposición, ésta tenía que acatarlo pero denunciando nacional e internacionalmente el verdadero motivo de esta medida: preservarle a Maduro una prerrogativa que desaparecía si la oposición hubiese contabilizado como ganancia las dos terceras partes de los votantes, suficientes para revocar el mandato de Maduro. Eso no solo hay que decirlo sino gritarlo para sincerar las cosas. Esa derrota de Maduro tiene, y siempre tendrá, tufo a puntapié electoral.

¿Porqué en las primeras confrontaciones la oposición lució tan desvalida? Porque ha equivocado su compromiso y sus fortalezas. El compromiso no es solo con el país, sino, principalmente, con los más de siete millones de votantes que consideraron que el modelo económico debía cambiar, y que hoy miran y sienten que son jarrones chinos, es decir, instrumentos inocuos que no cumplen ninguna función o propósito. El equívoco por parte de los opositores es creer que el proceso electoral termina cuando la señora de siempre proclama que los resultados son irreversibles, no, el proceso nunca  termina porque los resultados de una elección siempre deberían convertirse en un sistema de hipótesis a ser corroboradas en la acción planificada. Eso es lo que debería ser el principal propósito de los resultados electorales del 6-D: planificar el cambio inmediato hacia un nuevo modelo económico.


La urgencia de la AN debe estar signada por la atención y consideración del problema económico, para esto no se necesita el permiso del Ejecutivo porque no se pretende crear leyes, sino someter a la consideración del electorado (tanto de los siete millones opositores como de los cinco millones del sector oficial) una propuesta de acuerdo sobre el tratamiento de urgencia que debe dársele a nuestra colapsada economía. Un acuerdo sobre cosas concretas; por ejemplo, ¿quién es el responsable de mantener un dólar a 6,30? Si Maduro es quien decide su permanencia, entonces que le explique públicamente al país las razones de tal medida. Y así como esa hay una serie de medidas puntuales que no definirán la política económica del país porque eso se resolverá durante la próxima contienda presidencial, pero que ayudarán a frenar la crisis. Y, ¿qué pasa si tirios y troyanos no se ponen de acuerdo? Entonces habrá que consultar al soberano como lo establece la Constitución.

lunes, 8 de febrero de 2016

¿Ocaso del rentismo petrolero?

Cuando el precio del barril de petróleo comenzó a rondar los veinte dólares observamos como los altos funcionarios del Gobierno, jefe de Estado incluido, mostraban alborozados su entusiasmo por el agotamiento del modelo rentista y, por supuesto, se atribuían una contribución importante en el fulano agotamiento. ¿Será verdad que en Venezuela se agotó el rentismo petrolero? Creemos que no, porque la ruina que hoy padecemos se debe, precisamente, a que todavía se mantiene el modelo rentista; éste no se ha abandonado. Hay menos ingresos por una renta magra, pero los artífices del rentismo (uno difunto y el otro en terapia) sigue siendo el modelo populista. Si por alguna circunstancia los precios del barril repuntaran veríamos, con toda seguridad, a un rentismo petrolero vigorizado en los precios aunque siempre errático en su política. Porque lo que se ha agotado es la capacidad inaudita de desaprovechar la oportunidad de haber hecho realidad la consigna de Uslar Pietri: sembrar el petróleo. 

A partir de 1999 se dan en Venezuela las condiciones para haber acabado con el rentismo petrolero: altos precios del barril de petróleo, adscripción al modelo de democracia representativa y una floreciente economía de mercado; sólo bastaba saber administrar la siembra del petróleo. Pero, por alguna sin razón que todavía no logramos explicárnosla, a estas condiciones óptimas para acabar de una vez por todas con el rentismo petrolero se le opuso el sistema sociopolítico que más favorece y desarrolla un modelo rentista: el populista; con el agravante que a todo lo negativo del populismo, per se, se añadiera la administración más disparatada de este modelo. En otras palabras, malo y peor administrado. Se cosechó una RUINA, sin atenuantes y con mayúsculas que ha hecho de Venezuela el prototipo de lo peor.

Para ejemplificar el desastre populista bastan unos pocos señalamientos. El diagnóstico del desastre populista condujo a rechazar, “de la boca pa’ fuera” el modelo rentista, pero las pocas acciones concretas que se ha realizado para enfrentar la crisis apuntan hacia el mejoramiento de los precios. No nos cansamos de pedir dinero prestado para administrarlo como hasta ahora. ¿Significa que no queremos que los precios del petróleo suban? Nada que ver, pero recordar que estamos como estamos no por los precios bajos, sino por los precios altos mal administrados. Un sistema productivista es lo que hay que oponer al modelo ramplón que nos agobia. Productividad y libertad económica; que privilegie la calidad del producto o servicio; pertinencia del producto o servicio; eficiencia en la confección del producto o servicio; y eficacia en la obtención de productos y servicios de calidad.


Esta política no tendrá éxito de la “noche a la mañana”, pero cada día que pase sin   instrumentarla supone un mayor alejamiento de su posibilidad. Se creyó que el mensaje de las últimas elecciones (6/12/2015) había sido escuchado por el Gobierno; parece que si fue escuchado (las triquiñuelas post electorales así lo evidencian) pero, al mismo tiempo, ignorado. Al parecer habrá que acudir a la Constitución y a los más de siete millones de electores, mayoría indiscutible, que votaron por un cambio. Ya el Gobierno no cuenta, ello ha quedado demostrado por su inacción ante la crisis. Esto conduce, en época de agotamientos: a la falta de comida, agua, medicinas, repuestos, vehículos, justicia,  respeto  y PACIENCIA.

sábado, 16 de enero de 2016

Primer “round” para el malandraje oficialista

En la confrontación ya  iniciada entre la nueva AN y la vieja dictadura chave-madurista, el primer “round” parece haberlo ganado el malandraje oficialista; mejor sin el “parece” para no caernos a embustes, la oposición fue derrotada, y punto.  Sin pretender tener la Razón en cuanto al  comentario crítico, sino las propias como diría Antonio Machado, nos animamos a exponerlas sin la pretensión de buscar verdades sino tácticas y estrategias que nos reivindiquen en los próximos “rounds”. La primera consideración refiere a la naturaleza política de los contendores: una férrea dictadura vs una cándida democracia; esto hizo que mientras la dictadura ya había tomado por asalto el recinto de la AN, los parlamentarios opositores se atrincheraban detrás de leyes y poderes hace rato conculcados.

El reconocimiento de la dictadura y la resistencia a ella supone que ésta, en su condición de tal, nunca jugará limpio porque es su naturaleza y su deber (dictadura no respeta leyes ni puede perder elecciones), como ha sucedido actualmente con las elecciones de la AN, que al no poder ganarlas, arrebataron.  Por eso sorprendiera que hasta el final de la primera escaramuza los opositores se sintieran confiados y hasta arrogantes. Al final de este primer round, dictadura es dictadura y oposición es mezcla de ingenuidad e ignorancia. ¿Qué debió pretenderse en aras de la razón y el derecho? ¿Inmolar la joven asamblea? Todavía no, porque cuando eso suceda las llamadas fuerzas de la democracia deberán hacerse presentes  en la calle, el país y naciones amigas. Mientras, toca esperar.

El futuro reto para el sector opositor es ganar más adeptos que batallas. Los resultados del 6-D fue un gran comienzo, pero todavía hay gente que piensa más en el estómago que en la democracia. Cuando la mayoría opositora salga a la calle, a votar o protestar, deberá hacerlo con un espectro político que supere, en mucho, la actual unidad opositora. Mientras tanto se debe actuar en consecuencia: denunciar puertas adentro los abusos que el Gobierno ejecute en aras y a la sombra de su condición totalitaria. Puertas afuera, mantener e incrementar el repudio  que un buen número de países mantiene y aumenta frente al desgobierno venezolano. Las principales fuerzas con las que cuenta la nueva AN son los siete millones y medio de electores de la última elección y el repunte del apoyo internacional. Este apoyo no debe derrocharse, mas mientras llega su momento hay que mantener la maquinaria aceitada.

La oposición debe abocarse a debatir, con o sin los representantes del oficialismo, lo concerniente a la economía del país. Que los técnicos, si los tiene, de la AN propongan los aspectos de la economía en los que Gobierno y oposición puedan acordarse. De no ser posible, entonces habría que pensar los mecanismos para solicitar la opinión del soberano (los 7.700.000 del 6-D)


Los abusadores seguirán abusando, por eso hay que diseñarle y escribirle su bitácora de iniquidades y ventilarlas nacional e internacionalmente; pero también los opositores deben tener la suya, quizás no de iniquidades pero sí de “fe de erratas”. Los que quieran tener su guerrita particular pueden hacerlo, pero sin poner en peligro los avances de la unidad.