Antes de las elecciones del 6-D (2015) las expectativas de la oposición
eran muy modestas; en el mejor de los casos la MUD podría ganar la contienda,
pero “en forma muy apretada” y, sin embargo, sobraban planes y proyectos en dos
direcciones: el rescate (en lo mediato) del sistema democrático, y el abordaje
(en lo inmediato) de los problemas que han hecho colapsar nuestra economía. Se
realizaron los comicios en diciembre y sus resultados mostraron una realidad
sobrevenida que evidenció un triunfo apoteósico del sector opositor pero que la
MUD no ha sabido manejar pues, hasta ahora, los propósitos básicos de una nueva
AN (rescate de la democracia y cambio urgente del modelo económico) no ha
recibido atención prioritaria; por el contrario el oficialismo ha arropado a la
oposición nulificando su eficiencia y eficacia.
¿Ha podido el sector opositor, a las primeras de cambio, actuar de manera distinta? Sí. El Gobierno
decidió convertir al TSJ en alcahuete mayor de sus sinvergüenzuras, lo que no
puede evitarse, por ahora, porque nos enfrentamos a una dictadura que nos
obliga a acatar sus dictámenes pero no su impunidad. Cuando el TSJ decidió
quitarle tres diputados a la oposición, ésta tenía que acatarlo pero
denunciando nacional e internacionalmente el verdadero motivo de esta medida: preservarle
a Maduro una prerrogativa que desaparecía si la oposición hubiese contabilizado
como ganancia las dos terceras partes de los votantes, suficientes para revocar
el mandato de Maduro. Eso no solo hay que decirlo sino gritarlo para sincerar
las cosas. Esa derrota de Maduro tiene, y siempre tendrá, tufo a puntapié
electoral.
¿Porqué en las primeras confrontaciones la oposición lució tan desvalida?
Porque ha equivocado su compromiso y sus fortalezas. El compromiso no es solo
con el país, sino, principalmente, con los más de siete millones de votantes
que consideraron que el modelo económico debía cambiar, y que hoy miran y
sienten que son jarrones chinos, es decir, instrumentos inocuos que no cumplen
ninguna función o propósito. El equívoco por parte de los opositores es creer
que el proceso electoral termina cuando la señora de siempre proclama que los
resultados son irreversibles, no, el proceso nunca termina porque los resultados de una elección
siempre deberían convertirse en un sistema de hipótesis a ser corroboradas en
la acción planificada. Eso es lo que debería ser el principal propósito de los
resultados electorales del 6-D: planificar el cambio inmediato hacia un nuevo
modelo económico.
La urgencia de la AN debe estar signada por la atención y consideración del
problema económico, para esto no se necesita el permiso del Ejecutivo porque no
se pretende crear leyes, sino someter a la consideración del electorado (tanto
de los siete millones opositores como de los cinco millones del sector oficial)
una propuesta de acuerdo sobre el tratamiento de urgencia que debe dársele a
nuestra colapsada economía. Un acuerdo sobre cosas concretas; por ejemplo, ¿quién
es el responsable de mantener un dólar a 6,30? Si Maduro es quien decide su
permanencia, entonces que le explique públicamente al país las razones de tal
medida. Y así como esa hay una serie de medidas puntuales que no definirán la
política económica del país porque eso se resolverá durante la próxima
contienda presidencial, pero que ayudarán a frenar la crisis. Y, ¿qué pasa si
tirios y troyanos no se ponen de acuerdo? Entonces habrá que consultar al
soberano como lo establece la Constitución.
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