Cuando el precio del barril de petróleo comenzó a rondar los veinte dólares
observamos como los altos funcionarios del Gobierno, jefe de Estado incluido,
mostraban alborozados su entusiasmo por el agotamiento del modelo rentista y,
por supuesto, se atribuían una contribución importante en el fulano
agotamiento. ¿Será verdad que en Venezuela se agotó el rentismo petrolero?
Creemos que no, porque la ruina que hoy padecemos se debe, precisamente, a que
todavía se mantiene el modelo rentista; éste no se ha abandonado. Hay menos
ingresos por una renta magra, pero los artífices del rentismo (uno difunto y el
otro en terapia) sigue siendo el modelo populista. Si por alguna circunstancia
los precios del barril repuntaran veríamos, con toda seguridad, a un rentismo
petrolero vigorizado en los precios aunque siempre errático en su política. Porque
lo que se ha agotado es la capacidad inaudita de desaprovechar la oportunidad
de haber hecho realidad la consigna de Uslar Pietri: sembrar el petróleo.
A partir de 1999 se dan en Venezuela las condiciones para haber acabado con
el rentismo petrolero: altos precios del barril de petróleo, adscripción al
modelo de democracia representativa y una floreciente economía de mercado; sólo
bastaba saber administrar la siembra del petróleo. Pero, por alguna sin razón
que todavía no logramos explicárnosla, a estas condiciones óptimas para acabar
de una vez por todas con el rentismo petrolero se le opuso el sistema
sociopolítico que más favorece y desarrolla un modelo rentista: el populista;
con el agravante que a todo lo negativo del populismo, per se, se añadiera la
administración más disparatada de este modelo. En otras palabras, malo y peor
administrado. Se cosechó una RUINA, sin atenuantes y con mayúsculas que ha
hecho de Venezuela el prototipo de lo peor.
Para ejemplificar el desastre populista bastan unos pocos señalamientos. El
diagnóstico del desastre populista condujo a rechazar, “de la boca pa’ fuera”
el modelo rentista, pero las pocas acciones concretas que se ha realizado para
enfrentar la crisis apuntan hacia el mejoramiento de los precios. No nos
cansamos de pedir dinero prestado para administrarlo como hasta ahora. ¿Significa
que no queremos que los precios del petróleo suban? Nada que ver, pero recordar
que estamos como estamos no por los precios bajos, sino por los precios altos
mal administrados. Un sistema productivista es lo que hay que oponer al modelo
ramplón que nos agobia. Productividad y libertad económica; que privilegie la
calidad del producto o servicio; pertinencia del producto o servicio;
eficiencia en la confección del producto o servicio; y eficacia en la obtención
de productos y servicios de calidad.
Esta política no tendrá éxito de la “noche a la mañana”, pero cada día que
pase sin instrumentarla supone un mayor alejamiento de
su posibilidad. Se creyó que el mensaje de las últimas elecciones (6/12/2015)
había sido escuchado por el Gobierno; parece que si fue escuchado (las
triquiñuelas post electorales así lo evidencian) pero, al mismo tiempo,
ignorado. Al parecer habrá que acudir a la Constitución y a los más de siete
millones de electores, mayoría indiscutible, que votaron por un cambio. Ya el
Gobierno no cuenta, ello ha quedado demostrado por su inacción ante la crisis. Esto
conduce, en época de agotamientos: a la falta de comida, agua, medicinas,
repuestos, vehículos, justicia,
respeto y PACIENCIA.
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