viernes, 28 de noviembre de 2014

Democratización chavista, o la calidad imposible

El presidente Maduro ha declarado sus intenciones de “democratizar” el ingreso a las universidades oficiales, porque en estas instituciones existe “una cúpula que se agarró las universidades autónomas” (1). ¿Qué es para el señor Maduro una universidad democrática? Una en donde estudien los “hijos del obrero y de la obrera y del campesino” (la exclusión de la campesina es un lapsus comprensible); en otras palabras, que garantice el acceso de los más humildes, de este modo el ingreso a la educación superior se considera como parte del pago de la deuda social que el Estado contrajo con los sectores más socialmente desfavorecidos.

Que esa deuda existió y existe es algo que no puede negarse; pero es más que discutible que en una revolución socialista se pretenda pagarla con dádivas y prebendas que escamotean el esfuerzo meritocrático y la persecución de la calidad. Por eso,  en el socialismo la democratización universitaria supone la universalización de una formación de calidad mediante una exigencia meritocrática. En el caso venezolano la pretensión de que se tiene que estar en la universidad por ser “hijo de la panadera” es un insulto no sólo a la señora sino también al hijo. Otra cosa  es la obligación y compromiso que tiene el Estado para garantizar un cupo universitario a todo aquel (venda panes o empanadas) que demuestre vocación y aptitud para cursar una carrera. Debe superarse la discriminación y exclusión, pero igualando por arriba.

La “democratización” de las universidades oficialistas es, por su carácter populista,  contraria  al espíritu y letra del artículo 103 de la Constitución que reza: “Toda persona  tiene derecho a una educación integral, de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades, sin más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones”. De lo anterior se desprende que el actor más importante en una educación y formación de calidad, es el estudiante de calidad; de ahí que sean los estadios de la educación primaria y media los más determinantes en una formación de calidad, especialmente el nivel medio que es donde se debe asegurar la calidad del estudiante universitario.

 Durante el desarrollo del Plan de la Nación 2001-2007 se intentó diseñar por parte de la OPSU  y bajo la   dirección de Luis Fuenmayor, un Nuevo Sistema Nacional de Ingreso y Prosecución en la Educación Superior Venezolana en el marco de la universalización de la formación universitaria de calidad y su exigencia meritocrática. Aunque se pudo concluir el diseño del nuevo Sistema Nacional de Ingreso y Prosecución no se pudo instrumentar porque las autoridades del Ministerio de Educación Superior entendieron que no se trataba de ubicar en la educación superior a todos con base en sus aptitudes y vocación, sino conseguirles un cupo (casi lo mismo que en la Cuarta República).

Por eso el señor Maduro descubre que hay muchos hijos e hijas de panaderos y panaderas que quieren estudiar en las universidades autónomas, aunque éstas sean un nido de oligarcas que se han agarrado las universidades autónomas. Lo cierto es que aumentando el cupo de las autónomas se logrará que más humildes pasen por la universidad, pero no que las universidades pasen por ellos. Las misiones Ribas y Sucre son un lastre muy pesado. El sistema de ingreso a la educación superior no puede semejar una tienda de línea blanca (DAKA) en la cual el título y la nevera se obtienen a costos demagógicos.


(1)    Alocución del Presidente de la República. 21/11/2014.

lunes, 24 de noviembre de 2014

El escaso optimismo opositor

Se atribuye a Winston Churchill la siguiente frase: “Soy optimista. No parece muy útil ser otra cosa”. Totalmente de acuerdo; aunque después de leerla me pregunté si el gran estadista la hubiese pronunciado en la Venezuela de hoy y, además, en la hipotética condición de ciudadano opositor al régimen chavista; porque en este país ser opositor implica transitar un viacrucis político que supone el cultivo de un férreo pesimismo a prueba de flema británica.

Primero hay que toparse con una coordinación (MUD) que es inconmovible frente a violaciones constitucionales, de derechos humanos y saqueo de la hacienda pública sin que se arrugue ni un solo músculo de su faz opositora. Y no es que se pretenda tomas de calle y de bastiones oficialistas, bastaría con que tomaran la palabra y nos hicieran conocer una fe de vida, es decir, necesitamos saber que existe. A estas alturas el pesimismo se hace presente aunque no ineludible.

Si esta coordinación no atiende las violaciones, ¿de qué se ocupa? Es el espacio en el cual los partidos políticos compiten por el liderazgo opositor. Y decir partidos políticos es especificar los que lideran esa lucha: Primero Justicia, AD, Copei, UNT en un primer momento, y actualmente la situación se ha polarizado entre PJ y VP. Especificar partidos es señalar responsables: por PJ Capriles, Borges y Carlos Raúl Hernández; por VP López, María Corina Machado y Ledezma. El pesimismo es fuerte pero con esperanza. 

Recientemente los liderazgos de PJ y VP se enfrentaron en unas elecciones universitarias; entre los contendores un mismo apellido y un solo propósito: aniquilar al contrario, incluso con las mismas argucias y maniobras que tanto se le ha criticado al sector oficialista. No hubo consideraciones con relación a las consecuencias políticas de tal pugnacidad; y no podía haberlas porque para los líderes de ambas agrupaciones enfrentadas sólo cabía el interés por su respectivo partido, y éstos, como ya se ha dicho, no tienen entre sus prioridades la salud de la oposición, ni mucho menos la del país. En este punto del recorrido hacia el rescate de la democracia el pesimismo se ha hecho irreversible. 


A pesar de lo anterior a los venezolanos opositores todavía nos queda meter la mano en la caja de Pandora y tratar de alcanzar la jugada milagrosa, es decir, la “panqueada de ahogado” que no es otra que votar contra Maduro, pero también contra los representantes de los partidos políticos identificados  en los párrafos anteriores.  Con referencia a las elecciones pautadas par el 2015 he señalado que la hora electoral no es la de algún partido político sino la de Fuenteovejuna, es decir, la de individuos y grupos que no están identificados por siglas sino por un propósito.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Defendamos el artículo 63 de la Constitución

El artículo 63 reza así: “El sufragio es un derecho…La ley garantizará el principio de la personalización del sufragio y la representación proporcional”. En las elecciones colegiadas de los últimos años se ha violado descaradamente este derecho de las minorías al haber aprobado y aceptado una ley electoral que sobrerrepresenta a los grupos mayoritarios en perjuicio de las minorías; fenómeno electoral conocido como “Efecto Mateo”: A quien mucha tiene (fe) se le dará más, y a quien poca tiene se le quitará la poca que tenga. Por eso en las elecciones parlamentarias del 2012 el oficialismo se alzó con 98 escaños  a pesar de haber obtenido  un 48,2% de los votos; mientras que la oposición, con una votación de un 47%, sólo obtuvo 65.

Varios políticos (Luis Fuenmayor, Luis Lander y Eugenio Martínez, entre otros) han denunciado la inconstitucionalidad y perversión del sistema electoral, pero las agrupaciones partidistas se han hecho las desentendidas, especialmente la llamada oposición democrática. ¿Por qué? Para algunos porque ya no se puede hacer nada y para otros porque les conviene (el oficialismo dominaría el “monte” y la oposición la urbanización). Ambos supuestos son falaces; no puede haber una ley por encima de la Constitución; y si un sistema judicial corrupto (como el nuestro) lo permitiese debemos denunciar a aquél y combatir a éste…en la calle y en los foros internacionales. 

Y si después de la denuncia y la protesta el Gobierno no permite que se adecente el proceso electoral, la oposición debería unificarse para darle al oficialismo un buche de su propia medicina. Nunca como ahora en la era chavista estuvo la AN a punto de ser dominada por la oposición, pero no por cualquier oposición sino por una que sea capaz de sacrificar (temporalmente) sus apetencias partidistas en aras de generar condiciones políticas que nos permitan comenzar el rescate de la democracia. Se trata de ganar en las elecciones del 2015 la mayor cantidad de entidades densamente pobladas; eso nos daría la victoria y la reducción de la presencia  oficialista en la AN, como ocurrió el 2010 en las elecciones del Zulia.

Pero primero hay que ganar; y para ganar es imprescindible un esfuerzo unitario y con una tarjeta que no represente a ningún partido pero que, al mismo tiempo, los represente a todos. A primera vista la oposición no parece estar dispuesta a sacrificar, aunque sea temporalmente, sus pretensiones partidistas. Ya han dejado claro que la identidad partidista irá por delante, y esto supone que al lado del capital político que apoye a una agrupación existirá otro capital que lo rechace. La única forma de eliminar el rechazo en los candidatos es eliminando en ellos su identificación partidista.


Una tarjeta unitaria de la oposición estará por encima de PJ, VP, AD, UNT, Progresismo, MUD y, eventualmente, por encima del PSUV; una tarjeta opositora que represente a una agrupación partidista sólo representará a una fracción de la unidad; la dirigencia chavista está contando con eso. Por eso estimulan y aúpan a Henry Falcón y a cualquiera que reste votos a una tarjeta unitaria. Ni López, ni Capriles, ni Falcón; es la hora de Fuenteovejuna.

domingo, 2 de noviembre de 2014

“El salario del miedo”

Película franco-italiana de los años 50 del siglo pasado que junto a “Las diabólicas” y “Rififí” constituyen muestras memorables del cine francés de esa época. Narra las peripecias de cuatro aventureros europeos anclados en un agreste país de Suramérica, que para salir de esa situación aceptan transportar (a quinientos kilómetros) dos cargamentos de nitroglicerina para apagar un incendio en un pozo petrolero; por eso la paga debe ser exageradamente generosa para vencer el miedo que les sobrecoge, pues en ello les va la vida. No les contaré la película porque es de suspenso; sólo analizaremos qué clase de miedos está confrontando el Gobierno para que  decida, “sin ton ni son”, aumentar el salario de los militares  de manera abrupta e inexplicable.

Nos sorprende en esta decisión lo del “sin ton ni son” así como la ausencia de una justificación, ni siquiera una explicación. Y no es que en situaciones anteriores las hayan necesitado, sino porque la situación no parece ser normal; por eso recurriremos a las conjeturas. Nos luce que este no es el mejor momento para aumentar el sueldo a los militares, pues se hace cuando el sector castrense ha sido severamente golpeado por la remoción del gabinete de  un connotado General,  y los malpensados tienden a confundir entre aumento y soborno (el salario del miedo); de ahí que se haya actualizado la vieja conseja que establece que a los militares siempre hay que tenerlos contentos, aumentos mediante, ¡por si acaso!   

Sólo en una verdadera democracia los militares no infunden temor ni disfrutan de privilegios que no les hayan sido concedidos por el pueblo. En las cuasi, seudo y semi democracias, es decir, en los remedos de democracia los militares hacen de las suyas; y en las dictaduras, paraísos militaristas (incluyendo la “inocente” dictadura del proletariado), los militares hacen de la suya y de la de todos los demás. En Venezuela los militares se han apropiado del Estado y para justificar su hegemonía estatal se ha concebido un poder híbrido: el cívico-militar, supuestamente conformado por el Psuv y los militares, pero que después de la remoción de Rodríguez Torres se ha convertido en el binomio: militares y colectivos irregulares.

Los colectivos son grupos irregulares que fueron creados para hacer el trabajo sucio de la revolución; al comienzo se limitaban a  amedrentar opositores pero, últimamente, algunos de sus integrantes se han visto involucrados en actividades de hampa común; son ilegales, no le rinden cuentas a nadie y  están apoyados y armados por el altísimo Gobierno. Tienen poder, tanto, que en fecha reciente “lograron meterles al Gobierno las cabras en Miraflores” al solicitar, y obtener, del Gobierno la defenestración de Rodríguez Torres. Lo que el Gobierno pudo resolver en el marco legal, se ha convertido en una lucha de poderes cuya primera víctima es la supuesta unión cívico-militar. Los colectivos tomaron partido, y los militares también. 

Consecuencia de lo anterior es la generalización del miedo en los predios oficialistas. Colectivos y militares se temen, y el Gobierno le teme a los dos; con el agravante de que el Gobierno se puso de lado de los facinerosos al legitimarlos y complacerlos; al ser creados para hacer el trabajo sucio, mal pueden estos grupos pretender un “tú a tú” con el Ejecutivo, ni mucho menos que les acepten, públicamente, un ultimátum, como al parecer ocurrió. Como decía Antonio Machado: “Un hombre público que queda mal en público es mucho peor que una mujer pública que no queda bien en privado” (1) Esta agua derramada no podrá recogerse con zalameros aumentos de sueldo.



(1)    Machado, Antonio. Juan de Mairena. P.23