El presidente Maduro ha declarado sus intenciones de “democratizar” el
ingreso a las universidades oficiales, porque en estas instituciones existe
“una cúpula que se agarró las universidades autónomas” (1). ¿Qué es para el
señor Maduro una universidad democrática? Una en donde estudien los “hijos del
obrero y de la obrera y del campesino” (la exclusión de la campesina es un
lapsus comprensible); en otras palabras, que garantice el acceso de los más
humildes, de este modo el ingreso a la educación superior se considera como
parte del pago de la deuda social que el Estado contrajo con los sectores más
socialmente desfavorecidos.
Que esa deuda existió y existe es algo que no puede negarse; pero es más
que discutible que en una revolución socialista se pretenda pagarla con dádivas
y prebendas que escamotean el esfuerzo meritocrático y la persecución de la
calidad. Por eso, en el socialismo la
democratización universitaria supone la universalización de una formación de
calidad mediante una exigencia meritocrática. En el caso venezolano la
pretensión de que se tiene que estar en la universidad por ser “hijo de la
panadera” es un insulto no sólo a la señora sino también al hijo. Otra cosa es la obligación y compromiso que tiene el
Estado para garantizar un cupo universitario a todo aquel (venda panes o
empanadas) que demuestre vocación y aptitud para cursar una carrera. Debe
superarse la discriminación y exclusión, pero igualando por arriba.
La “democratización” de las universidades oficialistas es, por su carácter
populista, contraria al espíritu y letra del artículo 103 de la
Constitución que reza: “Toda persona
tiene derecho a una educación integral, de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades,
sin más limitaciones que las derivadas de sus aptitudes, vocación y aspiraciones”. De lo anterior se desprende
que el actor más importante en una educación y formación de calidad, es el estudiante de calidad; de ahí que sean
los estadios de la educación primaria y media los más determinantes en una
formación de calidad, especialmente el nivel medio que es donde se debe
asegurar la calidad del estudiante universitario.
Durante el desarrollo del Plan de la
Nación 2001-2007 se intentó diseñar por parte de la OPSU y bajo la dirección de Luis Fuenmayor, un Nuevo Sistema
Nacional de Ingreso y Prosecución en la Educación Superior Venezolana en el
marco de la universalización de la formación universitaria de calidad y su
exigencia meritocrática. Aunque se pudo concluir el diseño del nuevo Sistema
Nacional de Ingreso y Prosecución no se pudo instrumentar porque las
autoridades del Ministerio de Educación Superior entendieron que no se trataba
de ubicar en la educación superior a todos con base en sus aptitudes y
vocación, sino conseguirles un cupo (casi lo mismo que en la Cuarta República).
Por eso el señor Maduro descubre que hay muchos hijos e hijas de panaderos
y panaderas que quieren estudiar en las universidades autónomas, aunque éstas
sean un nido de oligarcas que se han agarrado las universidades autónomas. Lo
cierto es que aumentando el cupo de las autónomas se logrará que más humildes
pasen por la universidad, pero no que las universidades pasen por ellos. Las
misiones Ribas y Sucre son un lastre muy pesado. El sistema de ingreso a la
educación superior no puede semejar una tienda de línea blanca (DAKA) en la
cual el título y la nevera se obtienen a costos demagógicos.
(1)
Alocución
del Presidente de la República. 21/11/2014.
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