El artículo 63 reza así: “El sufragio es un derecho…La ley garantizará el
principio de la personalización del sufragio y la representación proporcional”.
En las elecciones colegiadas de los últimos años se ha violado descaradamente
este derecho de las minorías al haber aprobado y aceptado una ley electoral que
sobrerrepresenta a los grupos mayoritarios en perjuicio de las minorías;
fenómeno electoral conocido como “Efecto Mateo”: A quien mucha tiene (fe) se le
dará más, y a quien poca tiene se le quitará la poca que tenga. Por eso en las
elecciones parlamentarias del 2012 el oficialismo se alzó con 98 escaños a pesar de haber obtenido un 48,2% de los votos; mientras que la
oposición, con una votación de un 47%, sólo obtuvo 65.
Varios políticos (Luis Fuenmayor, Luis Lander y Eugenio Martínez, entre
otros) han denunciado la inconstitucionalidad y perversión del sistema electoral,
pero las agrupaciones partidistas se han hecho las desentendidas, especialmente
la llamada oposición democrática. ¿Por qué? Para algunos porque ya no se puede
hacer nada y para otros porque les conviene (el oficialismo dominaría el “monte”
y la oposición la urbanización). Ambos supuestos son falaces; no puede haber
una ley por encima de la Constitución; y si un sistema judicial corrupto (como
el nuestro) lo permitiese debemos denunciar a aquél y combatir a éste…en la
calle y en los foros internacionales.
Y si después de la denuncia y la protesta el Gobierno no permite que se
adecente el proceso electoral, la oposición debería unificarse para darle al
oficialismo un buche de su propia medicina. Nunca como ahora en la era chavista
estuvo la AN a punto de ser dominada por la oposición, pero no por cualquier
oposición sino por una que sea capaz de sacrificar (temporalmente) sus
apetencias partidistas en aras de generar condiciones políticas que nos
permitan comenzar el rescate de la democracia. Se trata de ganar en las
elecciones del 2015 la mayor cantidad de entidades densamente pobladas; eso nos
daría la victoria y la reducción de la presencia oficialista en la AN, como ocurrió el 2010 en
las elecciones del Zulia.
Pero primero hay que ganar; y para ganar es imprescindible un esfuerzo
unitario y con una tarjeta que no represente a ningún partido pero que, al
mismo tiempo, los represente a todos. A primera vista la oposición no parece
estar dispuesta a sacrificar, aunque sea temporalmente, sus pretensiones partidistas.
Ya han dejado claro que la identidad partidista irá por delante, y esto supone
que al lado del capital político que apoye a una agrupación existirá otro
capital que lo rechace. La única forma de eliminar el rechazo en los candidatos
es eliminando en ellos su identificación partidista.
Una tarjeta unitaria de la oposición estará por encima de PJ, VP, AD, UNT,
Progresismo, MUD y, eventualmente, por encima del PSUV; una tarjeta opositora
que represente a una agrupación partidista sólo representará a una fracción de
la unidad; la dirigencia chavista está contando con eso. Por eso estimulan y
aúpan a Henry Falcón y a cualquiera que reste votos a una tarjeta unitaria. Ni
López, ni Capriles, ni Falcón; es la hora de Fuenteovejuna.
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