Película franco-italiana de los años 50 del siglo pasado que junto a “Las
diabólicas” y “Rififí” constituyen muestras memorables del cine francés de esa
época. Narra las peripecias de cuatro aventureros europeos anclados en un agreste
país de Suramérica, que para salir de esa situación aceptan transportar (a
quinientos kilómetros) dos cargamentos de nitroglicerina para apagar un
incendio en un pozo petrolero; por eso la paga debe ser exageradamente generosa
para vencer el miedo que les sobrecoge, pues en ello les va la vida. No les
contaré la película porque es de suspenso; sólo analizaremos qué clase de miedos
está confrontando el Gobierno para que
decida, “sin ton ni son”, aumentar el salario de los militares de manera abrupta e inexplicable.
Nos sorprende en esta decisión lo del “sin ton ni son” así como la ausencia
de una justificación, ni siquiera una explicación. Y no es que en situaciones
anteriores las hayan necesitado, sino porque la situación no parece ser normal;
por eso recurriremos a las conjeturas. Nos luce que este no es el mejor momento
para aumentar el sueldo a los militares, pues se hace cuando el sector
castrense ha sido severamente golpeado por la remoción del gabinete de un connotado General, y los malpensados tienden a confundir entre
aumento y soborno (el salario del miedo); de ahí que se haya actualizado la
vieja conseja que establece que a los militares siempre hay que tenerlos
contentos, aumentos mediante, ¡por si acaso!
Sólo en una verdadera democracia los militares no infunden temor ni
disfrutan de privilegios que no les hayan sido concedidos por el pueblo. En las
cuasi, seudo y semi democracias, es decir, en los remedos de democracia los
militares hacen de las suyas; y en las dictaduras, paraísos militaristas
(incluyendo la “inocente” dictadura del proletariado), los militares hacen de
la suya y de la de todos los demás. En Venezuela los militares se han apropiado
del Estado y para justificar su hegemonía estatal se ha concebido un poder
híbrido: el cívico-militar, supuestamente conformado por el Psuv y los
militares, pero que después de la remoción de Rodríguez Torres se ha convertido
en el binomio: militares y colectivos irregulares.
Los colectivos son grupos irregulares que fueron creados para hacer el
trabajo sucio de la revolución; al comienzo se limitaban a amedrentar opositores pero, últimamente,
algunos de sus integrantes se han visto involucrados en actividades de hampa
común; son ilegales, no le rinden cuentas a nadie y están apoyados y armados por el altísimo
Gobierno. Tienen poder, tanto, que en fecha reciente “lograron meterles al
Gobierno las cabras en Miraflores” al solicitar, y obtener, del Gobierno la
defenestración de Rodríguez Torres. Lo que el Gobierno pudo resolver en el
marco legal, se ha convertido en una lucha de poderes cuya primera víctima es
la supuesta unión cívico-militar. Los colectivos tomaron partido, y los
militares también.
Consecuencia de lo anterior es la generalización del miedo en los predios
oficialistas. Colectivos y militares se temen, y el Gobierno le teme a los dos;
con el agravante de que el Gobierno se puso de lado de los facinerosos al
legitimarlos y complacerlos; al ser creados para hacer el trabajo sucio, mal
pueden estos grupos pretender un “tú a tú” con el Ejecutivo, ni mucho menos que
les acepten, públicamente, un ultimátum, como al parecer ocurrió. Como decía
Antonio Machado: “Un hombre público que queda mal en público es mucho peor que
una mujer pública que no queda bien en privado” (1) Esta agua derramada no podrá
recogerse con zalameros aumentos de sueldo.
(1)
Machado,
Antonio. Juan de Mairena. P.23
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