domingo, 2 de noviembre de 2014

“El salario del miedo”

Película franco-italiana de los años 50 del siglo pasado que junto a “Las diabólicas” y “Rififí” constituyen muestras memorables del cine francés de esa época. Narra las peripecias de cuatro aventureros europeos anclados en un agreste país de Suramérica, que para salir de esa situación aceptan transportar (a quinientos kilómetros) dos cargamentos de nitroglicerina para apagar un incendio en un pozo petrolero; por eso la paga debe ser exageradamente generosa para vencer el miedo que les sobrecoge, pues en ello les va la vida. No les contaré la película porque es de suspenso; sólo analizaremos qué clase de miedos está confrontando el Gobierno para que  decida, “sin ton ni son”, aumentar el salario de los militares  de manera abrupta e inexplicable.

Nos sorprende en esta decisión lo del “sin ton ni son” así como la ausencia de una justificación, ni siquiera una explicación. Y no es que en situaciones anteriores las hayan necesitado, sino porque la situación no parece ser normal; por eso recurriremos a las conjeturas. Nos luce que este no es el mejor momento para aumentar el sueldo a los militares, pues se hace cuando el sector castrense ha sido severamente golpeado por la remoción del gabinete de  un connotado General,  y los malpensados tienden a confundir entre aumento y soborno (el salario del miedo); de ahí que se haya actualizado la vieja conseja que establece que a los militares siempre hay que tenerlos contentos, aumentos mediante, ¡por si acaso!   

Sólo en una verdadera democracia los militares no infunden temor ni disfrutan de privilegios que no les hayan sido concedidos por el pueblo. En las cuasi, seudo y semi democracias, es decir, en los remedos de democracia los militares hacen de las suyas; y en las dictaduras, paraísos militaristas (incluyendo la “inocente” dictadura del proletariado), los militares hacen de la suya y de la de todos los demás. En Venezuela los militares se han apropiado del Estado y para justificar su hegemonía estatal se ha concebido un poder híbrido: el cívico-militar, supuestamente conformado por el Psuv y los militares, pero que después de la remoción de Rodríguez Torres se ha convertido en el binomio: militares y colectivos irregulares.

Los colectivos son grupos irregulares que fueron creados para hacer el trabajo sucio de la revolución; al comienzo se limitaban a  amedrentar opositores pero, últimamente, algunos de sus integrantes se han visto involucrados en actividades de hampa común; son ilegales, no le rinden cuentas a nadie y  están apoyados y armados por el altísimo Gobierno. Tienen poder, tanto, que en fecha reciente “lograron meterles al Gobierno las cabras en Miraflores” al solicitar, y obtener, del Gobierno la defenestración de Rodríguez Torres. Lo que el Gobierno pudo resolver en el marco legal, se ha convertido en una lucha de poderes cuya primera víctima es la supuesta unión cívico-militar. Los colectivos tomaron partido, y los militares también. 

Consecuencia de lo anterior es la generalización del miedo en los predios oficialistas. Colectivos y militares se temen, y el Gobierno le teme a los dos; con el agravante de que el Gobierno se puso de lado de los facinerosos al legitimarlos y complacerlos; al ser creados para hacer el trabajo sucio, mal pueden estos grupos pretender un “tú a tú” con el Ejecutivo, ni mucho menos que les acepten, públicamente, un ultimátum, como al parecer ocurrió. Como decía Antonio Machado: “Un hombre público que queda mal en público es mucho peor que una mujer pública que no queda bien en privado” (1) Esta agua derramada no podrá recogerse con zalameros aumentos de sueldo.



(1)    Machado, Antonio. Juan de Mairena. P.23

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