El título refiere
a un “best seller” de los años sesenta del siglo XX (Lenderer y Burdike, 1959),
en el cual se describe la arrogancia, abuso, ignorancia, mal gusto, “patanería”
y otras lacras de las cuales se sentían muy orgullosos los estadounidenses de
la época. En la política y la economía
el sentir y ser de estos ciudadanos era claramente excluyente; prueba de ello
fue el extrañamiento conceptual del gentilicio americano si sus coordenadas no
cuadraban dentro de Canadá por el norte y México por el sur. Todavía hay
quienes consideran, mi nieto por ejemplo, que los mexicanos no son norteamericanos. En lo ideológico
también se hizo sentir lo bueno y lo malo del “americano” feo, y, al tener que elegir la opción de cursar
postgrado en el extranjero, rechazamos
hacerlo en los Estados Unidos, aunque era donde más se había desarrollado nuestra especialidad,
pero también donde corría el riesgo de
comulgar con el Imperio. Mocedades de sarampión rojo.
Bueno, el
Americano Feo ha regresado. Se llama Donald y acaba de ganar la presidencia de los Estados Unidos. ¿Por qué? Porque el estadounidense genuino lo
es también el feo. Egoísta, pragmático y
palurdo. En una retrospectiva de
presidentes republicanos recientes pueden encontrar con facilidad que los que
han dejado huella (positiva o no) se ubican en el perfil que hemos esbozados: Reagan
y Bush, que no tuvieron reparos en declararse incultos, es decir, de proclamar
su fealdad gringa. Por eso Trump, a
pesar de no tener pedigrí republicano
pudo llegar a las clases y grupos más estadounidenses, obreros y clase media
baja. Por eso no tuvo reparos en embaucar las encuestas, o más bien a los
encuestadores. Trump fue leal hasta con las estupideces; yo las pienso, yo
las digo y, además, asumo la responsabilidad frente a la burla o el epíteto. El
estadounidense feo también habla inglés.
Se ha especulado
acerca de un supuesto paralelismo político entre la figura del recién electo presidente
estadounidense y la del ex presidente
Chávez. Creemos que no existe tal paralelismo, excepto en lo que respecta a sus
manifestaciones escatológicas. Ambos no
escatimaron en sus respectivas áreas de gestión política el cultivo de la
grosería amparados en un poder económico de origen hereditario en el primer
caso y de una circunstancia política en el segundo. Chávez no pudo ver el
desmoronamiento de su poder económico, en cambio Trump terminará su mandato
(largo o corto) sin que se vea afectado su patrimonio económico. En este
sentido es importante destacar que el poder económico administrado por Trump es
de carácter estatal; en cambio ese poder en el caso de Chávez era considerado y
administrado como uno de tipo personal.
Otro de los
elementos que distinguen ambos políticos
es su actuación en el ámbito de las relaciones exteriores. En el caso de
Chávez éste jugó fuerte en política exterior e influenció el pensamiento
político durante los dos últimos lustros del siglo XXI. Su acción política fue
de tipo personal. No podemos ni debemos especular sobre el comportamiento de la
política exterior de Trump, pero podemos aventurar que ésta no diferirá
mayormente de la que ya ha evidenciado los ex presidentes republicanos que le
han precedido.
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