La Universidad fue un factor determinante en el triunfo de Hugo Chávez en
el 1998; motivó la necesidad del cambio político y su clase media allanó el
camino para la victoria electoral. Ella se constituyó - como debe ser - en el espacio
más válido y eficaz para debatir sobre la ideología que se debía justificar,
acordar y defender intelectualmente, pues no se trataba de crear una institución
chavista o izquierdista sino una en la cual el chavismo y la izquierda, así
como los otros grupos sociales y políticos, pudieran demostrar y usufructuar políticamente
sus verdades. La Constitución de 1999 señaló el camino que todos, aún los no
partidarios del mismo, se comprometieron a transitar. La Universidad era el
espacio en el que tirios y troyanos
trabajaban juntos. En el Plan de Desarrollo 2001-2007 se registraron los
acuerdos operativos.
Después del Revocatorio Presidencial ganado por el Gobierno (2004), éste
comienza a legislar –mediante leyes
habilitantes- para transformar al país en uno de corte socialista con el
pretexto de formar “al hombre nuevo”, es decir, socialista. Este ideario
teleológico se plasma en el Plan de desarrollo 2007-2013 que, al analizarlo
detenidamente, revela el propósito oculto del nuevo régimen: contribuir a perpetuar
en el poder a Hugo Chávez.
Así, se modifica la Constitución,
los poderes públicos se conculcan, los débiles y vulnerables se sobornan, y a
los disidentes, como la Universidad, se les amenaza, atemoriza y agrede. De ahí
en adelante todos teníamos que ser “socialistas” y votar por él, o disentir y
ser expatriado en su propia tierra. Desde el segundo lustro de las décadas del
siglo XXI la Universidad autónoma sufre las consecuencias por negarse a ser una
fábrica de sumisos “jala mecates”.
La muerte de Chávez parecía que allanaba el camino para que la Universidad
pudiera, otra vez, ayudar a entender y resolver técnica, científica y
socialmente los problemas más apremiantes que confronta el país, especialmente
los de índole económica y volver a las raíces de la revolución bolivariana;
pero el manejo del conflicto universitario revela que el Ejecutivo no se ha
dado cuenta que debe cambiar, que ya no hay, ni habrá, gobernante alguno que
perpetuar, y que algunos se conformarán con la corta pasantía que les
corresponda en el reparto.
Que Maduro y el Gobierno no actúen racionalmente es problema de ellos; pero
que la llamada oposición democrática ni siquiera actúe “para no contaminar
políticamente la lucha estudiantil” es una sospechosa estupidez que es problema
de todos (más de siete millones) quienes se resisten a la cubanización
heredada; y eso está por encima de MUD y Capriles porque media Venezuela no sólo no quiere ser
socialista sino que está dispuesta a enfrentarse a quienes nos lo quieren
imponer y a quienes dejan, impunemente, que nos lo impongan.
Es hora de estrenar en defensa de la
Universidad y el país la altísima votación que la oposición obtuvo en la
elección del 14-A, y protestar y rechazar con serenidad, pero con energía, las
cláusulas: 5, 7, 8, 16, 94 y 157 de la llamada: I Convención Colectiva Única por
ser violatorias de los derechos de los universitarios venezolanos.
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