jueves, 6 de junio de 2013

Yerros sin culpables

La cuasi derrota de Maduro el 14-4 disparó las alarmas autocríticas e incrementó el balance de la gestión del Gobierno de Chávez, ahora posible por su ausencia física. Tomaron la iniciativa las bases chavistas altamente ideologizadas, destacándose en el análisis un conjunto de acciones y políticas que, al diagnosticarse, se consideraron contrarias y lesivas a la revolución bolivariana.

 Destacan, la ausencia de una dirección colectiva que velara por el cumplimiento y respeto de la Constitución de 1999; el desarrollo de un culto a la personalidad que individualizó  el proceso y su propósito; una relación política y económica con Cuba que puso en entredicho nuestra soberanía, y que hasta parece haber determinado la línea sucesoral; la militarización del gobierno y el país; el desatino en la economía y la corrupción más intensa y descarada que haya padecido este país, comparada con la de la Cuarta República.

Preguntemos por los responsables: ¿quién, con un exceso de autoritarismo y sin tapujos, negó la posibilidad de una dirección colectiva en el Psuv?; ¿y quién estimuló el culto a la personalidad del primer gobernante al instaurar la reelección indefinida para perpetuarse en el poder?;  ¿ y quién estableció una relación con Cuba, más bien con los  Castro, en la que Venezuela ponía la piñata y Fidel la tumbaba y usufructuaba, a tal punto, que al Gobierno de la isla se le atribuyó  contar con  una candidatura presidencial, por cierto victoriosa?; ¿quién desparramó los cuarteles  por toda la administración pública y colmó de prebendas de dudosa legalidad a los oficiales de alta graduación?; ¿y quién permitió la corrupción?

Las respuestas a lo anterior parecen remitir a Chávez y su entorno porque él monopolizó hasta la posibilidad de equivocarnos, y los otros cohonestaron sus desaciertos;  pero cuando las bases chavistas  hurgan sobre responsabilidades, Chávez  queda libre de culpa;  su acción gubernamental de los últimos catorce años es proclamada como el legado del caudillo y se invita a fieles y simpatizantes a continuarlo. Se aduce, para justificar los errores y disminuir la responsabilidad, que él no podía estar en todo y que el legado responde más a su pensamiento e ideas que a sus acciones; según esto cabría aquí el  conocido parafraseo: “Hagan lo que dije, pero no lo que hice”, pues aunque su Gobierno fue pésimo, todavía hay quien espera que su palabra oriente al retazo de revolución que queda.

No debe aceptarse como legado a un gobierno corrupto, ineficiente y sumiso frente a la expoliación cubana; eso, más temprano que tarde conducirá a la aniquilación de la Revolución Bolivariana, por eso, se impone una  AUTOCRÍTICA (si, con mayúsculas) que deslinde chavismo de revolución; el primero pretende el seguimiento de un hombre y sus ideas, la segunda persigue la causa de los hombres: la libertad.


César Villarroel Castillo

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