La cuasi derrota de Maduro el 14-4 disparó las alarmas autocríticas e incrementó
el balance de la gestión del Gobierno de Chávez, ahora posible por su ausencia
física. Tomaron la iniciativa las bases chavistas altamente ideologizadas, destacándose
en el análisis un conjunto de acciones y políticas que, al diagnosticarse, se
consideraron contrarias y lesivas a la revolución bolivariana.
Destacan, la ausencia de una
dirección colectiva que velara por el cumplimiento y respeto de la Constitución
de 1999; el desarrollo de un culto a la personalidad que individualizó el proceso y su propósito; una relación
política y económica con Cuba que puso en entredicho nuestra soberanía, y que
hasta parece haber determinado la línea sucesoral; la militarización del
gobierno y el país; el desatino en la economía y la corrupción más intensa y
descarada que haya padecido este país, comparada con la de la Cuarta República.
Preguntemos por los responsables: ¿quién, con un exceso de autoritarismo y
sin tapujos, negó la posibilidad de una dirección colectiva en el Psuv?; ¿y
quién estimuló el culto a la personalidad del primer gobernante al instaurar la
reelección indefinida para perpetuarse en el poder?; ¿ y quién estableció una relación con Cuba,
más bien con los Castro, en la que
Venezuela ponía la piñata y Fidel la tumbaba y usufructuaba, a tal punto, que
al Gobierno de la isla se le atribuyó
contar con una candidatura
presidencial, por cierto victoriosa?; ¿quién desparramó los cuarteles por toda la administración pública y colmó de
prebendas de dudosa legalidad a los oficiales de alta graduación?; ¿y quién
permitió la corrupción?
Las respuestas a lo anterior parecen remitir a Chávez y su entorno porque él
monopolizó hasta la posibilidad de equivocarnos, y los otros cohonestaron sus
desaciertos; pero cuando las bases
chavistas hurgan sobre responsabilidades,
Chávez queda libre de culpa; su acción gubernamental de los últimos
catorce años es proclamada como el legado del caudillo y se invita a fieles y
simpatizantes a continuarlo. Se aduce, para justificar los errores y disminuir
la responsabilidad, que él no podía estar en todo y que el legado responde más
a su pensamiento e ideas que a sus acciones; según esto cabría aquí el conocido parafraseo: “Hagan lo que dije, pero
no lo que hice”, pues aunque su Gobierno fue pésimo, todavía hay quien espera
que su palabra oriente al retazo de revolución que queda.
No debe aceptarse como legado a un gobierno corrupto, ineficiente y sumiso
frente a la expoliación cubana; eso, más temprano que tarde conducirá a la
aniquilación de la Revolución Bolivariana, por eso, se impone una AUTOCRÍTICA (si, con mayúsculas) que deslinde
chavismo de revolución; el primero pretende el seguimiento de un hombre y sus
ideas, la segunda persigue la causa de los hombres: la libertad.
César Villarroel Castillo
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