Se fijó la fecha (8-12-2013) del
próximo evento electoral; se sabe porque, además del pronunciamiento del CNE,
ya comenzó a aparecer, cual obligada letanía, la eterna interrogante acerca de
si vale la pena votar, y el ofrecimiento de Capriles para ponerse al frente de la
campaña de los candidatos de la unidad, por cierto, aceptada con mucho
entusiasmo por Aveledo. Estos hechos revelan dos circunstancias que deben
destacarse: primero, todavía no se ha alcanzado la unidad opositora; de haberse
logrado, la pregunta sobre si vale la pena votar no tendría razón de ser, todo
quien esté con la unidad sabe que vale la pena votar en esta y futuras
elecciones, hasta que nos devuelvan el país.
La segunda circunstancia refiere a la pretensión de Capriles de convertirse
en el líder de la oposición para, en su nombre, poder intervenir en todo asunto
político que incumba a ésta y, en consecuencia, atribuirse el usufructo de
cualquier voto emitido por la oposición. La eventual coordinación de la próxima
campaña electoral por parte de Capriles no sólo es incongruente sino que podría
resultar perjudicial para el logro de una unidad supra partido, es decir,
nacional. En este caso lo nacional no se cubre con la presencia de un candidato
presidencial, que puede ser o no de partido, sino con condiciones incluyentes
que coadyuven a la conformación de la unidad nacional, como son la tarjeta
única y el compromiso antichavista.
Los liderazgos que requiere la oposición en esta elección del 8-D son
regionales y locales; no vamos a votar por alcaldes y concejales porque
Capriles nos lo pide, sino porque es una gran oportunidad para construir la
unidad nacional de abajo hacia arriba y no sólo para intervenir en elecciones.
Si Capriles quiere meterle el hombro a estas elecciones entonces que se ponga
al frente de su estado, y que se comprometa a conseguir más alcaldes y
concejales que los que se obtuvieron en la elección anterior; lo mismo es
válido para Falcón en Lara y Guarulla en Amazonas; y en los estados sin
gobernadores opositores hay que fomentar la aparición y crecimiento del nuevo
liderazgo opositor.
Mientras que en las filas oficialistas la muerte de Chávez ha incrementado la
necesidad de un liderazgo colectivo, en las opositoras se le ha permitido a
Capriles convertirse en vocero y “primer
chicharrón” de la MUD, es decir, individualizan y personalizan la dirección. La
MUD es un colectivo de partidos, y aunque no estamos de acuerdo con su
organización y finalidad, debemos reconocer que, en cuanto tal, su dirección no
puede concentrarse en un individuo. La actuación de Capriles está ligada a las
recientes acciones electorales, allí tiene cancha, pero tratar de supeditar los
liderazgos regionales a un dudoso liderazgo nacional es una falta de respeto
que puede convertir la gracia en morisqueta.
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