lunes, 17 de junio de 2013

¿Capriles multilíder?

Se fijó la fecha (8-12-2013)  del próximo evento electoral; se sabe porque, además del pronunciamiento del CNE, ya comenzó a aparecer, cual obligada letanía, la eterna interrogante acerca de si vale la pena votar, y el ofrecimiento de Capriles para ponerse al frente de la campaña de los candidatos de la unidad, por cierto, aceptada con mucho entusiasmo por Aveledo. Estos hechos revelan dos circunstancias que deben destacarse: primero, todavía no se ha alcanzado la unidad opositora; de haberse logrado, la pregunta sobre si vale la pena votar no tendría razón de ser, todo quien esté con la unidad sabe que vale la pena votar en esta y futuras elecciones, hasta que nos devuelvan el país.

La segunda circunstancia refiere a la pretensión de Capriles de convertirse en el líder de la oposición para, en su nombre, poder intervenir en todo asunto político que incumba a ésta y, en consecuencia, atribuirse el usufructo de cualquier voto emitido por la oposición. La eventual coordinación de la próxima campaña electoral por parte de Capriles no sólo es incongruente sino que podría resultar perjudicial para el logro de una unidad supra partido, es decir, nacional. En este caso lo nacional no se cubre con la presencia de un candidato presidencial, que puede ser o no de partido, sino con condiciones incluyentes que coadyuven a la conformación de la unidad nacional, como son la tarjeta única y el compromiso antichavista.

Los liderazgos que requiere la oposición en esta elección del 8-D son regionales y locales; no vamos a votar por alcaldes y concejales porque Capriles nos lo pide, sino porque es una gran oportunidad para construir la unidad nacional de abajo hacia arriba y no sólo para intervenir en elecciones. Si Capriles quiere meterle el hombro a estas elecciones entonces que se ponga al frente de su estado, y que se comprometa a conseguir más alcaldes y concejales que los que se obtuvieron en la elección anterior; lo mismo es válido para Falcón en Lara y Guarulla en Amazonas; y en los estados sin gobernadores opositores hay que fomentar la aparición y crecimiento del nuevo liderazgo opositor.  


Mientras que en las filas oficialistas la muerte de Chávez ha incrementado la necesidad de un liderazgo colectivo, en las opositoras se le ha permitido a Capriles convertirse en vocero  y “primer chicharrón” de la MUD, es decir, individualizan y personalizan la dirección. La MUD es un colectivo de partidos, y aunque no estamos de acuerdo con su organización y finalidad, debemos reconocer que, en cuanto tal, su dirección no puede concentrarse en un individuo. La actuación de Capriles está ligada a las recientes acciones electorales, allí tiene cancha, pero tratar de supeditar los liderazgos regionales a un dudoso liderazgo nacional es una falta de respeto que puede convertir la gracia en morisqueta.

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