Los resultados tan estrechos de la última elección presidencial han asustado, a pesar de “haber ganado”, a
algunos ideólogos de la Revolución Bolivariana (Vladimir Acosta dixit) y ya se han asomado tímidas autocríticas,
aunque más profusas y abiertas que las que se podían hacer mientras
existía ese muro de contención (hiperliderazgo) que
impidió la primera rectificación revolucionaria (2007. Derrota de la Reforma
Constitucional) pues se privilegió la permanencia en el poder en desmedro del camino
revolucionario. La autocrítica no pudo realizarse porque hubiese significado el
cuestionamiento del hiperlíder y sus acciones no revolucionarias.
Ahora a la revolución se le presenta una segunda oportunidad de corregirse
ideológicamente, pero en condiciones más precarias que en el 2007 pues los herederos políticos de Chávez: cubanos,
familiares, militares, plutócratas,
menesterosos de la ALBA y funcionarios de agalla menor revelan una orfandad de ideologías e ideólogos
sólo comparable, por contraste, a sus apetencias por la cuota de poder que les
corresponda o breguen. La dirección colectiva que ahora se pretende podrá
combatir el culto a la personalidad, más por su condición de herejía chavista
que por ser lesivo al proceso revolucionario, pero no podrá hacer frente al nido de alacranes que,
según Müller Rojas, tenían y tienen como práctica diaria la corrupción con
impunidad, pues estarían escupiendo para el techo.
Mas, qué pasará con los que llegaron a esta revolución que se gestó en
Güere y se plasmó en la Constitución de 1999, con ideales de libertad,
soberanía y justicia; quienes se han sentido traicionados al querérsele imponer
como prácticas “democráticas” el culto a la personalidad, la supresión de la dirección
colectiva, la sumisión y dependencia de los poderes públicos, la mega corrupción dolarizada con seguro de
impunidad y la entrega a los Castro de la soberanía política.
¿Se resignarán a la condición de
beneficiarios del reparto populista, o lo intentarán otra vez apoyados en el
bagaje de errores de este fracaso? Al parecer optarán por lo primero: criticar
la estrategia electoral y exonerar a Chávez de cualquier responsabilidad y
culpabilidad de las desviaciones revolucionarias y errores cometidos durante su
Gobierno. El nido de alacranes antes mencionado es herencia y legado de Chávez,
y sólo enfrentándolo se podrá salvar a la Revolución Bolivariana aunque se
pierda el poder. El futuro de la
Revolución Bolivariana pasa por la negación de su presente. ¿Se atreverán?
Los que lo hagan tendrán que comenzar por el principio: el porqué y para
qué de esta revolución, porque, hojarasca retórica al margen, la revolución
bolivariana ha servido, primordialmente,
para perpetuar a un gobernante en el poder e inaugurar y tratar de imponer una
dinastía; lo primero no pudo darse por circunstancias sobrevenidas, lo segundo
se comenzó a gestar el 8-12-2013 cuando, en un extraño acto “monárquico”, se le
impuso a la revolución una línea sucesoral que, por ahora, sólo representa los
intereses del castrismo cubano.
César Villarroel Castillo
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