jueves, 7 de noviembre de 2013

El ocaso de la MUD

Las elecciones de próximo 8-D no se podrán ganar ni perder; los contendores, obligados a polarizarse, sólo diagnosticarán  el espacio y condiciones en las cuales dirimirán la transición post electoral en la que Chávez intervendrá como pajarito, figura y voz en afiches y videos, y hasta como rostro espectral  sin sudario ni Verónica, pero sin capacidad de decisión.

 En las elecciones de diciembre no se juega la continuidad del apoyo al Gobierno, sino la capacidad de cada extremo  para enfrentar exitosamente eso que se ha dado en llamar “la transición”. Hay que  destacar que la transición de la que hablamos no se refiere a un gobierno sino al transcurrir político hasta que se rescaten (o se pierdan definitivamente) los poderes y valores democráticos. Las elecciones del 8-D es el preámbulo de un nuevo capítulo de la política venezolana.

 El oficialismo enfrentará los mayores retos. El 8-D le corresponderá la carga de la prueba, es decir, tendrá que obtener una mayoría significativa de votos porque una  no significativa, como la última, aumentará la percepción de que gana por el apoyo del CNE. Para la etapa post elecciones no tiene ningún cambio que ofrecer, pues al negarse a rectificar ve a la transición como una repetición del desastre (legado) del cual  venimos. Súmese a esto una izquierda radical que, ahora sin la presencia física de Chávez, comenzará a pasar facturas ideológicas y morales, lo que aumentará la resistencia al cambio.

Por todo lo anterior, es bastante probable que la oposición oficial quede mejor posicionada el 8-D, aún “perdiendo“ por estrecho margen, pero resultará casi nula durante la transición si no cambia radicalmente. En efecto, se ha convertido en obediente mecanismo que avala la política del oficialismo y que vive de la promesa de que si se porta bien (no protestar, denunciar ni confrontar) pudiera llegar a Miraflores mediante el voto popular; es la estrategia de la MUD y Capriles, una mezcla de paciencia e inacción con una buena dosis de ingenuidad.

 La transición amerita de una oposición que se oponga, que defienda hasta con las uñas la poca democracia que nos queda; en lo inmediato la meta no debe ser Miraflores, sino un TSJ y Fiscalía decentes y una Contraloría eficiente. Este Gobierno sólo respetará el resultado electoral que le favorezca. ¿Esto implica un llamado a la abstención? Todo lo contrario. Exige de la oposición una votación masiva que fuerce al régimen a mostrar su verdadero rostro: el dictatorial.  

¿No es una contradicción criticar la MUD y, al mismo tiempo, pedir que el 8-D se vote por sus candidatos? No, si enfrentas electoralmente a una dictadura debes votar por la oposición, sea quien sea. En este sentido hay que emular a Henry Ford quien prometía a los estadounidenses un carro de cualquier color, siempre que fuese negro. A los opositores a la dictadura chavista hay que decirles que voten por quien quieran, ¡siempre que sea contra Maduro! Guárdate las facturas para después del 8-D.


¿Puede la MUD estar a la altura del desafío de la transición? Creemos que no, la inacción de este organismo es un freno que tendremos que tascar sólo hasta el 8-D; de ahí en adelante, sin importar los resultados de las elecciones, es imperioso transformar la MUD en un frente amplio, incluyente, que tenga la voluntad suficiente para denunciar y protestar las prácticas dictatoriales del Gobierno, y que reciba el apoyo de todos los venezolanos que quieran defender la democracia, y no sólo el de los partidos políticos.

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