Los cambios políticos acaecidos en los últimos años en los países árabes
han logrado patentar un modus operandi
para enfrentar dictaduras y gobiernos autoritarios de la región; y la fórmula
ha sido tan exitosa que ya se ha exportado a Europa (Ucrania). Básicamente
consiste en aprovechar un detonante que justifique una protesta de calle que
sea lo suficientemente intensa para generar una represión desproporcionada por
parte del gobierno, y tan extensa que en lo inmediato pueda ser sembrada como
parte de la solución política que se adopte, aunque ésta no siempre sea
inmediata (Siria).
En Venezuela se acaba de ensayar la fórmula porque se consideró que la
acción del Gobierno estaba madura para proveer varios detonantes: un país
arruinado (alta inflación y frecuentes devaluaciones) a pesar de los ingresos
petroleros; que entrega su soberanía política a Cuba, la económica a China y la
militar a la camarilla política en el poder; en la que el Ejecutivo ha
conculcado los otros poderes públicos y viola reiteradamente la Constitución; y
una hipercorrupción dolarizada. Entonces, ¿por qué si los detonantes valen para
todo el país, sólo la mitad de él reacciona positivamente ante la protesta que
ahora languidece sin encontrar la “salida” que ella misma propuso e impuso?
Nos luce que los líderes opositores (no sólo los que fracasaron ahora, sino
los que tienen quince años haciéndolo) sólo han leído la parte superior de la
primera página del folleto de promoción, y no se han percatado que para
Venezuela, en nota al pie y letra chiquita, se puntualizan “Ciertas Condiciones
que Aplican” para que la aventura tenga la posibilidad de ser exitosa:
- Asegurarse que la oposición está realmente unida. La unidad con base en los partidos políticos no es verdadera porque los intereses partidistas privan sobre los nacionales; como sucede actualmente con PJ, cuyos intereses privan sobre todo lo demás y por eso persigue la hegemonía partidista dentro de la mesa. La unidad partidizada es excluyente.
- Que la oposición esté comprometida con un mismo propósito. Por ejemplo, en las últimas protestas no estaba claro si se quería que el Gobierno cambiara o un cambio de Gobierno. A la postre, ambas posiciones fracasaron. Quienes pretenden que la dictadura cambie sin presionarla; y los que quieren derrocarla sin saber ni tener cómo.
- La oposición debe asegurarse de ser mayoría, y esto no sólo se alcanza por vía electoral, especialmente cuando se lidia con una dictadura. Actualmente la oposición es mayoría en la calle, pero no puede usufructuar ese capital porque carece de una conducción que sea reconocida y aceptada. En la mayoría deben estar representados todos los estratos sociales.
- La oposición debe contar con una dirección colectiva. Este es el mejor mecanismo para evitar el caudillismo y un liderazgo partidista como sucede actualmente con PJ que se preocupa más por su proyecto particular, que por los efectos de la dictadura que sufrimos. Ningún opositor puede estar por encima de la unidad; aunque puede estar fuera de ella.
- La oposición debe dedicar todo el esfuerzo posible para granjearse el apoyo de la opinión internacional, a pesar de que en América Latina la mayoría de los gobernantes que han recibido ayuda económica de Venezuela son reacios a entender que la gratitud debe ser con el pueblo, no con los gobernantes; en todo caso, los países tienen ex gobernantes y personalidades muy relevantes que no le adeudan petróleo a la dictadura chavista.
César Villarroel Castillo
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