El pretendido diálogo entre el Gobierno y una parte de la oposición, ni es
tal ni puede contribuir al rescate de la democracia. Habrá verdadero diálogo
cuando la ganancia de cada interlocutor dependa de la pérdida del otro, es
decir, que de no hacerse el costo sería mayor al beneficio. El Gobierno está en
su peor momento pues sólo los une el miedo a perder las prebendas políticas y
materiales (legado) que el difunto les deparó; unidad chucuta, pero unidad;
pero el pedazo de oposición está mucho peor, porque concurre sin el
reconocimiento de la facción más activa en la calle, ni el respeto por el
organismo (MUD) que los representa, en otras palabras, no exhibe ni una pizca
de unidad. Su falta de unidad la condena a sólo perder.
¿Tiramos la toalla? Claro que no, pero hay que comenzar la construcción de
una nueva unidad opositora que no esté partidizada (la MUD es un reducto de
PJ); que sea incluyente (todo el que se oponga a la política del Gobierno será
bien recibido), y con una dirección
colectiva (recordar que el conflicto que se inició el 12-2-2014 fue, y sigue
siendo, una contienda entre líderes de PJ). Añádase a esto la aparición de un
nuevo elemento opositor que para algunos efectos puede ser de los “buenos” y
para otros ser de los “malos”. Me refiero a los estudiantes que, como dice
Aveledo, son oposición pero se representan a sí mismos. Pasamos de una sequía opositora
a un exceso anárquico de opositores “freelancer”.
Se aprobará lo que el Gobierno quiera y los organizadores de las protestas
admitan; lo que apruebe la oposición oficialista no cuenta porque está sujeta a
la consideración y aprobación de la disidencia opositora. Los “mudistas” quedarán
entrampados: si acuerdan con el Gobierno quedarán mal frente al país; si
rechazan lo que el Gobierno ofrece, quedarán mal frente al mundo.
¿Qué puede ofrecer el Gobierno que
parezca ceder sin avanzar un milímetro? Una amnistía selectiva que libere
algunos políticos, pero deje castigados a los líderes de la revuelta. El
adecentamiento de los poderes públicos, así como el Plan de la Patria es
materia constitucional que no se ventilará en estos “diálogos” sino en la calle,
porque el Gobierno, en esto, no cederá
un ápice.
Las acciones de protesta languidecen sin que se vislumbre una salida
honrosa y pragmática, de hecho, la otra “salida” que debía darnos esa
satisfacción, murió al nacer. Pero estas escaramuzas nos dejan dos tareas que
pueden alentar la esperanza de Pandora: la conquista de la calle (a pesar del
despecho de Jorge Rodríguez) y la defenestración de la MUD, acción clave para
quitar a este organismo el monopolio opositor. En ambos casos los estudiantes
deben llevar la voz cantante porque son los menos partidizados, que no
apolíticos, pero sin perseguir hegemonía alguna sobre la dirección colectiva
que habrá de establecerse.
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