lunes, 28 de abril de 2014

Oposición sin capacidad de diálogo

El pretendido diálogo entre el Gobierno y una parte de la oposición, ni es tal ni puede contribuir al rescate de la democracia. Habrá verdadero diálogo cuando la ganancia de cada interlocutor dependa de la pérdida del otro, es decir, que de no hacerse el costo sería mayor al beneficio. El Gobierno está en su peor momento pues sólo los une el miedo a perder las prebendas políticas y materiales (legado) que el difunto les deparó; unidad chucuta, pero unidad; pero el pedazo de oposición está mucho peor, porque concurre sin el reconocimiento de la facción más activa en la calle, ni el respeto por el organismo (MUD) que los representa, en otras palabras, no exhibe ni una pizca de unidad. Su falta de unidad la condena a sólo perder.

¿Tiramos la toalla? Claro que no, pero hay que comenzar la construcción de una nueva unidad opositora que no esté partidizada (la MUD es un reducto de PJ); que sea incluyente (todo el que se oponga a la política del Gobierno será bien recibido),  y con una dirección colectiva (recordar que el conflicto que se inició el 12-2-2014 fue, y sigue siendo, una contienda entre líderes de PJ). Añádase a esto la aparición de un nuevo elemento opositor que para algunos efectos puede ser de los “buenos” y para otros ser de los “malos”. Me refiero a los estudiantes que, como dice Aveledo, son oposición pero se representan a sí mismos. Pasamos de una sequía opositora a un exceso anárquico de opositores “freelancer”.

Se aprobará lo que el Gobierno quiera y los organizadores de las protestas admitan; lo que apruebe la oposición oficialista no cuenta porque está sujeta a la consideración y aprobación de la disidencia opositora. Los “mudistas” quedarán entrampados: si acuerdan con el Gobierno quedarán mal frente al país; si rechazan lo que el Gobierno ofrece, quedarán mal frente al mundo.

¿Qué puede ofrecer el Gobierno que parezca ceder sin avanzar un milímetro? Una amnistía selectiva que libere algunos políticos, pero deje castigados a los líderes de la revuelta. El adecentamiento de los poderes públicos, así como el Plan de la Patria es materia constitucional que no se ventilará en estos “diálogos” sino en la calle, porque el Gobierno, en esto,  no cederá un ápice.


Las acciones de protesta languidecen sin que se vislumbre una salida honrosa y pragmática, de hecho, la otra “salida” que debía darnos esa satisfacción, murió al nacer. Pero estas escaramuzas nos dejan dos tareas que pueden alentar la esperanza de Pandora: la conquista de la calle (a pesar del despecho de Jorge Rodríguez) y la defenestración de la MUD, acción clave para quitar a este organismo el monopolio opositor. En ambos casos los estudiantes deben llevar la voz cantante porque son los menos partidizados, que no apolíticos, pero sin perseguir hegemonía alguna sobre la dirección colectiva que habrá de establecerse.

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