Parece haber consenso con relación al fracaso de la oposición al oponerse
al régimen chavista; y no por la cantidad de errores cometidos, que fueron
pocos, sino por las reiteradas torpezas que han sido muchas. El error es
susceptible de enmendarse; la torpeza nubla el entendimiento y por eso el
torpe, como lo establece el DRAE, “es tardo en comprender” y perseverante en la
terquedad.
La oposición se ha negado, de forma
sistemática, a reconocer y enmendar sus grandes errores; por el
contrario, siempre ha recurrido a la torpeza de justificarlos. Veamos, el golpe
de Estado del año 2000 aún tiene en la oposición quien lo defienda; la mega
abstención del 2005 todavía tiene quien la racionalice y recomiende su aplicación
entre una y otra elección; y el haber convertido a la unidad opositora en un
cónclave de partidos (MUD), no sólo no es reconocido como error sino que se le
ha impuesto a los ciudadanos como línea oficial opositora. Pero la situación se
ha agravado.
La torpeza seudo unitaria se ha fragmentado y ahora vemos a las partes
justificar, sin pudor, su particular “metida de pata”. Capriles jura y perjura
que con la ayuda del Gobierno alcanzará la salida hacia una nueva candidatura
presidencial; mientras que los de la otra “Salida” (Leopoldo y María Corina) son
incapaces de criticarse y pedir perdón al país opositor. Los estudiantes,
infalibles en el propósito son, sin embargo, altamente vulnerable en su
romántico accionar y han sido presa fácil del cliché. De los guarimberos sólo basta decir que
persisten en su público y estéril onanismo. Parafraseando a Machado (Antonio,
no Corina) ninguno tiene la razón, pero tienen razones de sus fracasos que
podrían contribuir a consensuarla.
¿Qué hacer? Volver a unir los pedazos con lo único que le es común: el
fracaso. Para ello es necesario que sus representantes, al igual que se hace en
“Alcohólicos Anónimos”, comiencen por reconocer el fracaso ante sus pares. El
fracaso será el mecanismo igualador, por eso, en una unidad así concebida no
caben la participación partidista y hegemónica. La oposición se hará fuerte por
el conocimiento de sus debilidades, no siempre identificadas como tales; las
fortalezas no necesitan que alguien las descubra pues la necesidad siempre exigirá
su presencia.
Diagnosticar la solución es la parte fácil, instrumentarla es lo complicado
pues hay que atravesar un nido de alacranes que están dispuestos a hundirse con
la ranita opositora porque “así lo exige
su naturaleza partidista”. Son los alacranes que siempre tienen, y han tenido,
“la razón”. Frente a esto, para vadear el río, habrá que afrontar la arremetida
partidista; la unidad opositora no será posible mientras los partidos de la MUD
(y los putativos) no se sometan a la unidad nacional.
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