Al observar la querella epistolar de los jerarcas del chavismo con relación
en la responsabilidad que cada grupo tiene en el desastre económico-político en
que han sumido al país, viene a mi memoria un viejo chiste que considero pertinente
con la ocasión. Se cuenta que durante una fiesta que realizaban los animales
para celebrar el cumpleaños del tigre, al final de la misma decidieron que se
quedara a limpiar el más feo de todos ellos; todas las miradas apuntaron hacia
el sapo, a lo cual éste, mirando fijamente al cocodrilo, ripostó: ¿qué me ves
tú?, coge una escoba y vamos a barrer los dos. Pareciera que en el apañamiento
de la fiesta de la corrupción chavista, Jorge y Nicolás deberían agarrar sus
escobas y ponerse a barrer los dos.
Que este país es un desastre no es difícil de ver y aceptar, aunque para
los chavistas era un desastre sin responsable ni culpable (excepto por el
Imperio); lo nuevo en la carta de Giordani y la réplica oral de Maduro es el
reconocimiento de la crisis a lo interno del partido de Gobierno con
responsabilidad y culpabilidad muy definida en la izquierda endógena, ahora
trasnochada según Maduro; en otras palabras, ya es poco creíble responsabilizar
al Imperio y la guerra económica; ahora hay que determinar en este desastre la
responsabilidad y culpabilidad del Gobierno, o sea, de Hugo Rafael Chávez
Frías; él fue lo bueno y lo malo (más de lo segundo) de este proceso
revolucionario.
De ahí que ambas tendencias converjan, sin proponérselo, en el
cuestionamiento de la gestión chavista. La leyenda de Chávez es la primera víctima
del Magnicidio post mórtem de aquél. Si el político ha sido tan cuestionado
hasta en su propia tolda, ¿cómo mantener la figura del Gigante, del Eterno, del
Estadista, si a la postre no pasa de ser
un pésimo gerente que arruinó a una de las naciones más ricas de
Latinoamérica? La leyenda ha sido herida de muerte. En efecto, tanto la carta
de Giordani como la defensa de Maduro insisten en que ellos actuaron y actúan
como lo hubiese querido Chávez pero, al mismo tiempo, admiten que este es un
desastre heredado. El legado de Chávez es la certificación de su fracaso.
El Magnicidio post mórtem de la leyenda chavista ha comenzado; así, en
progresivo como suelen ser los magnicidios denunciados por este Gobierno, por
etapas y cuentagotas, pero ya se develan los primeros misterios de esta leyenda
de la mano de sus propios protagonistas. Ahora sabemos que Chávez no era
infalible, que se equivocó de la A a la Z, aunque la culpa era de Giordani; que conocía lo
que pasaba en Cadivi, pero la culpa era de Giordani; ahora se sabe
(Giordani dixit) que durante la campaña de 2012 Chávez, leyó bien, despilfarró los
dineros públicos para poder ganar.
En síntesis, y aunque Ud. no lo
crea, “desperdiciar 14 años de
billonaria renta petrolera que no fue invertida en industrializar el país ese
(fue) el error inexcusable de Giordani” (Jesús Silva, La Razón, 29-6-2014). Puras
excusas, aquí lo único inexcusable es atribuir a Giordani la corrupción e irresponsabilidad histórica que sólo
corresponde a Hugo Chávez.
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