Las resonantes victorias de las alcaldesas de San Diego y San Cristóbal nos
llenó de una gran alegría y esperanza porque, además de haberle dado una
soberana paliza a Maduro y sus pretensiones hegemónicas, constituía la gran
oportunidad para transformar el movimiento opositor en una instancia viable de
poder con una amplia base unitaria, sin hegemonía partidista y sin traumas que
lamentar; pero muy pronto se fue el gozo al pozo al ver que la victoria de
estas damas la pretenden convertir en una continuidad del viejo movimiento opositor (MUD) en lugar de una
oportunidad de transformación como la anteriormente aludida.
En efecto, en los análisis post electorales los diferentes grupos
políticos, y algunos que no quieren que se les tilde de tales, se atribuyen su
mayor o menor contribución al triunfo en cuestión. Así, la MUD, y dentro de ésta
especialmente PJ, UNT y AD; Voluntad Popular y los grupos que revoletearon en
torno a la “salida”; los estudiantes, curiosamente sin desprenderse de su
militancia partidista; sectores representantes de la llamada sociedad civil; y
los radicales, anarquistas de “medio pelo” con su buena dosis de infiltrados,
se supone que constituyeron la base unitaria con la que se derrotó a Maduro y
que, por eso, hay que mantenerla.
La unidad requerida por la Venezuela de hoy debe ser como aquella que nos
pintara Lope de Vega en su gran obra
teatral: Fuenteovejuna, una unidad sin contribuyentes identificados e
interesados; por eso, cuando en la obra teatral las autoridades preguntan quién
mató al comendador abusador, la respuesta es tajante e inequívoca:
Fuenteovejuna, es decir, la comunidad toda.
Las “Fuenteovejuna” de San Diego y San Cristóbal fueron las que pusieron en su sitio a este otro gobernante abusador; y debería ser esta nueva unidad la necesaria para enfrentar electoralmente, y en otros escenarios políticos, en lo futuro a cualquier desmán chavista. La unidad de una comunidad, de un pueblo o de una nación no puede ser la suma de acuerdos con base en intereses partidistas, sino el llamado a defender la ciudadanía, para lo cual lo importante no es el número de remeros, sino lo parejo del esfuerzo.
Ahora se pretende que la oposición se enfrasque en el pugilato de dos opciones (a más de un anarquismo misceláneo) igualmente negativas: el electoralismo “caprilero” y el popular pero ineficiente voluntarismo “lopecista”. Ambos le han hecho un gran daño a la ya maltrecha “unidad” partidista (MUD); uno pretende maniatar y amordazar la protesta, mientras que el otro la quiere lanzar en desenfrenada carrera sin norte ni propósito. Hagamos como Fuenteovejuna, convirtamos al pueblo en líder y desechemos de una vez estos remedos partidistas.
La victoria en estas alcaldías no se debe a nadie porque se les debe a
todos, aún a los que no votaron pero alentaron, por eso la votación de las
damas fue superior al de los respectivos conyugues. La afrenta y el abuso fueron nacionales, como
nacional debe ser la respuesta; porque si bien los votos tienen la misión muy
concreta de reivindicar a Enzo Scarano y Daniel Ceballos, la lección impartida
tuvo como principal destinatario a todas las instancias gubernamentales no
chavistas a quienes se les recordó que, con una unidad a lo Fuenteovejuna, ¡si se puede!
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