a)
La oposición logre, primero, una unidad
nacional. Una unidad
nacional no es anti partido, pero nunca debería ser de partido como ocurre
actualmente con la MUD. Una unidad nacional no convoca con base en la
militancia sino en el gentilicio; todo militante es venezolano, pero no todo
venezolano es militante y, por eso, estos últimos nunca podrán ser ni hacer la
mayoría opositora. Esto no significa que todo venezolano opositor esté de
acuerdo con la unidad nacional y quiera participar de ella y en ella. Hay muchos así, escépticos por
experiencia y abstencionistas por
costumbre, ellos son los militantes del desencanto a quienes la unidad nacional
debe atender prioritariamente.
b)
La Unidad Nacional sea el candidato de la
oposición durante las elecciones del 2015. No debe
haber una Unidad Nacional y una diáspora de candidaturas. Es lo que ha venido
ocurriendo con la MUD y las elecciones corporativas, en las cuales los partidos
políticos han asumido el protagonismo y, en consecuencia, actúan en función de
sus intereses; de ahí que acepten, sin chistar, la discriminación de las
minorías al violar el artículo 63 de la Constitución sobre la proporcionalidad
electoral. Por eso, y mientras persista la contingencia de la dictadura, la
Unidad Nacional deberá ser con candidatos de tarjeta única, seleccionados en
procesos de elección primaria y que respeten la proporcionalidad.
c) En las elecciones del 2015 la Unidad
Nacional debe intentar ganar la elección aunque no gane la AN. Debe intensificarse una campaña que haga
ver a los electores de las comunidades en las que la oposición ha exhibido
mayor debilidad, que con su voto se puede ganar en toda Venezuela aunque pierda
en su entidad electoral. De ahí que el
voto que está emitiendo es un voto político y nacional que va mucho más allá de
las reivindicaciones económicas. Si se logra una votación general holgada y mayor que la oficialista, entonces,
y sólo entonces, se estarían contabilizando los primeros votos para la nueva
Constituyente.
Lo que planteamos es que todo proceso para
restaurar la democracia mediante un cambio de gobierno, sea Constituyente o
cualquier otro, implica,
inevitablemente, que la oposición demuestre ser mayoría de hecho o de derecho;
si no lo demuestran todas las iniciativas estarán condenadas al fracaso.
Demostrar ser mayoría es el preámbulo de cualquier lucha contra una dictadura;
si en la oposición venezolana se acepta esa premisa, es hora de que vaya
pensando cómo instrumentarla.
El cambio que acaba de ocurrir en la MUD podría
ser el punto de partida; hasta ahora ha sido cosmético, pero podría adquirir
relevancia y trascendencia si se le encarga al nuevo secretario general la
responsabilidad de transformar la MUD, es decir, de construir la Unidad
Nacional. Si la oposición pierde las elecciones del 2015, la bandera de una
nueva Constituyente pasará a las manos del oficialismo.
Tal como están las cosas esta propuesta resulta poco
factible, casi utópica, pero no inviable;
sobre todo si se toma en cuenta que una unidad nacional de la oposición es la
única forma de fortalecerla para los períodos de contingencia y transición que
se avecinan. En todo caso, los bemoles de esta y otras propuestas deberían
ventilarse amplia y profundamente y no conformarnos con “vocerías, ¿o
bolserías?, coyunturales”.
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