Se dice que durante
la primera guerra mundial los alemanes
clasificaron su ejército con base
en dos variables: inteligencia y dinamismo. Se formaron 4 grupos: Inteligentes Pasivos
(Estado Mayor), Inteligentes Activos (oficiales de primera línea), Brutos
Pasivos (soldados rasos) y Brutos Activos, a quienes el informe técnico
indicaba que fuesen fusilados por los
propios alemanes porque… ¡son los que
nos hacen perder la guerra!
El bruto activo es altamente
ineficiente, entendiéndose por tal la incapacidad para hacer lo correcto,
correctamente (la Revolución Bolivariana era correcta, pero no así su
irreversible prostitución). Su espacio natural es el caos y su accionar
favorito es la anarquía, por eso los efectos de sus acciones son, casi siempre,
contrarios al logro de su propósito, con lo cual da armas al adversario y
pierde las posiciones que hubiese conquistado.
En la política venezolana se ubican en ambos
bandos, se hacen llamar radicales, dominan la dirección de los sectores en
pugna: oficialismo y oposición, y deberán
ser controlados so pena de hacerles perder la “guerra” a los dos contendores:
democracia y dictadura. Durante los gobiernos de Chávez éste monopolizó el
nacimiento, desarrollo y auge de los brutos activos en el sector oficialista;
de hecho, es el único de estos especímenes que en la política venezolana pudo
considerarse como el más exitoso. Su muerte dejó en la orfandad al sector
oficialista que, desconcertado, no atina a bregar con lo peor de Chávez: su
legado.
En el campo de los
opositores el sector de los brutos activos vivió su época dorada durante el
primer lustro del siglo XXI: un fallido golpe de Estado, una huelga petrolera
que fue un fracaso prolongado, y una abstención bendecida por el oficialismo porque
permitió el comienzo de la legitimación
de la dictadura. Después de 2007 (primera y única derrota de Chávez), los brutos activos se aplacan, aunque
persisten las críticas (en mi opinión válidas) por la mala conducción de la
dirección opositora. La muerte de Chávez, sin embargo, desata los demonios
(brutos activos) opositores que cumplen la “hazaña” de La Salida y acogen las
ridículas sanciones de Washington.
Actualmente los
brutos activos tienen el control de ambas facciones, lo que augura para cada
una de ellas un desenlace de “perder-perder”. ¿Cómo se puede revertir la
situación para que la relación devenga en un “ganar-ganar”? Sincerando las
verdaderas fuentes de poder. El chavismo deberá deslastrarse del legado de
Chávez para poder continuar (renovada) la revolución chavista. Atarse al legado
del caudillo es compartir la responsabilidad por el mayor descalabro político,
social y económico que haya padecido Venezuela durante toda su historia. Para
que el chavismo pueda seguir, Chávez deberá quedarse donde está.
En el campo
opositor la ciudadanía debe estar por encima de la filiación partidista. Es
imprescindible que durante la transición hacia el rescate pleno de la
democracia se conforme y consolide una unidad nacional. Una unidad que represente
a la ciudadanía y que, además, pueda acordarse con el chavismo sin Chávez para
llevar adelante acciones conjuntas de coexistencia política mientras dure la
transición. Un nuevo gobierno no es lo fundamental para iniciar el rescate de
la democracia, sino la transformación paulatina de las instituciones claves
para el ejercicio democrático: AN, TSJ y CNE.
El futuro no luce
promisor; los brutos, tanto oficialistas como opositores, parecen tener ganada
la partida, y siguen esperando, respectivamente, la resurrección de Chávez y la
renuncia de Maduro.