domingo, 19 de julio de 2015

Guyana no, Maduro tampoco

Los recientes diferendos entre Guyana y Venezuela con motivo de la reclamación del Esequibo, ha generado  en el país la solidaridad automática con las medidas adoptadas por el Ejecutivo. No cabría otra cosa, siempre que se confiara en la capacidad técnica y política del actual gobierno para tratar el asunto de Guyana; pero no es así. Primero, la posición de Venezuela con relación a este asunto deja mucho que desear. El “Gigante” se empequeñeció al máximo cuando en su compra de votos y conciencias declaró lo siguiente: “El asunto de El Esequibo será eliminado del marco de las relaciones sociales, políticas y económicas de los dos países” y “el gobierno venezolano no será un obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en El Esequibo, y cuyo propósito sea beneficiar a los habitantes del área”(1). Ayer la motivación fue electorera, y hoy también.

Se podrá argumentar que la era de Chávez es una y  la de Maduro es otra; sin embargo, las comprometedoras declaraciones de Chávez fueron apoyadas por Maduro en su condición de militante del Psuv, y ahora defendidas en la era postchávez  en el marco del  mantenimiento del legado del caudillo, del cual Maduro es su más fiel exponente. Pero las cosas y las gentes cambian, ¿se ha cambiado de política con relación a la defensa del Esequibo? Creemos que no; se emite un decreto (1787) del cual parece emanar un tufo electorero: mejorar la imagen política del Presidente sacando a relucir el patrioterismo criollo; mas no lo logran pues el decreto evidencia tal improvisación e ignorancia que no le permiten ser eficiente; al contrario, acrecienta el rechazo de los vecinos y el malestar de toda la región.

No queda otra que derogar el decreto 1787, para lo cual, y aunque usted no lo crea, primero se modifica y luego se sustituye por el decreto 1859. Hasta aquí, y en lo que respecta al reclamo de El Esequibo, no hay mucho por lo cual se deba felicitar y arropar a Maduro, de hecho, en un primer momento hubo muchos que se ilusionaron con la emisión del decreto 1787 para luego desencantarse en la promulgación del mismo. Si Maduro quiere abanderar cambios sustanciales en la política exterior, así como en otras áreas de la política nacional, debería considerar que la política chavista desarrollada hasta ahora ha sido un verdadero fracaso; mantenerlas es ahondar en el error. No puede pretender apoyo para políticas erráticas e instrumentadas por profesionales cuasi analfabetas.


La intención de la nueva postura frente a Guyana no está exenta de una motivación electorera: hacer sonar tambores de guerra para reclamar un apoyo irrestricto montado sobre la ola de un patrioterismo trasnochado, al igual que hizo Galtieri en la Argentina durante la guerra de Las Malvinas; de ese modo se pone en “tres y dos” a la oposición, es decir, si respalda el desatino chavista se hará cómplice de las burradas antes comentadas, y si no las respalda, entonces se le endilgará el calificativo de traidor. En la lucha contra las pretensiones  guyanesas Venezuela cuenta con un ejército (sin uniformes pero con más guáramos que aquellos) que será apoyado irrestrictamente sin que nadie se lo pida: las Universidades. Sí, esas universidades (oficiales y privadas) que el gobierno de Maduro ha vilipendiado, emboscado y arruinado. Si Maduro quiere ganar la guerra de Guyana deberá incorporar al campo de batalla al ejército de la academia. ¿Querrá?

(1)    Chávez, febrero del 2004. Declaraciones desde Guyana.

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