Agotados los eufemismos que pretenden justificar la dictadura que
padecemos, tirios y troyanos, exceptuando Teodoro Petkoff, han terminado por denominarla con su nombre,
apellido y todas sus letras, y dedican todos sus esfuerzos no en negar su
naturaleza sino en resaltar, a pesar de ella, sus supuestas bondades. Para
abundar en este aspecto recomendamos un excelente artículo publicado por
Mauricio Gomes Porras en El Nacional (4/6/2015) en la página Opinión titulado: La palabra dictadura. Por nuestra parte
comentaremos aquí la polémica tesis de
que padecemos una dictadura chavista, pero no madurista.
En efecto, entre todas las características que tipifican una dictadura
destaca la concentración del poder en un solo individuo o ente, es decir, para
que haya dictadura debe haber un dictador, individual o colectivo. La pregunta
es, ¿Maduro concentra el poder oficial en la actual coyuntura política?
Aparentemente no, se especula que hay tres sectores que concentran ese poder:
los militares, los cubanos y los familiares, tanto los frutos del eterno como las flores de la comadre. No es casual el orden en que han sido citados,
pretende significar el grado de poder que ostentan. Nótese que en esta supuesta
distribución del poder no aparece Nicolás por ninguna parte, ni tampoco los que
pretenden salvar la revolución. Unidos por la obscena corrupción, su mayor
fortaleza pero también su mayor debilidad.
Puede explicar también el mutismo de Maduro en el marco de las decisiones
sustantivas, por eso debe contentarse con la emisión de declaraciones frívolas
(pleitos intrascendentes) y acciones represivas que derivan el costo político
hacia quien no tiene el poder sino su representación, o sea, culpa y poder
tercerizados. De ahí el título del artículo pues el poder se ha tercerizado,
suerte de testaferro que goza de determinadas prebendas pero sin capacidad de
producir cambios relevantes; en otras palabras, un gobierno que no puede serlo,
porque, como dirían los ingleses, es un gobierno second hand.
Ahora bien, que Maduro no es, ni puede ser, un dictador no significa que no
padezcamos una dictadura, aunque no individualista sino colegiada. Ya en la
Roma antigua el poder llegó a estar repartido entre varias autoridades, por
ejemplo, existió el triunvirato, y en
los siglos XX y XXI los soviéticos alcanzaron, y nos dejaron, el súmmum de la dictadura colegiada: la del
proletariado, la de los obreros, solo que al final resultó la madre de todas
las farsas. Chávez creó la peor de las dictaduras, aquella que oprime a los
tuyos para que los otros puedan aceptarte y mantenerte en el gobierno, que no
en el poder. No supo ser dictador, a lo sumo no pasó de déspota.
Según lo anterior no es mucho ni poco lo que podemos esperar de Maduro
porque él no es quien gobierna, sólo manda. Parafraseando una sentencia popular
diríamos que: “Quienes esperan que Maduro resuelva alguno de los problemas que
nos agobian, no sólo esperan un tren que nunca llegará sino que, además, lo hacen
en una estación equivocada” No creo que Nicolás esté interesado en revertir lo
anterior, pero si en un rapto de locura decide intentarlo necesitará
enfrentarse a los militares, a Fidel, Raúl y a su propia familia. Mientras, en esta
farsa, la oposición sigue jugando su papel de espectadora.
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