Ganar la contienda del próximo mes de diciembre “como sea” es la amenaza
con la cual el señor Maduro nos informa con su peculiar estilo “democrático”
que, no importa lo que el pueblo diga
(es la única traducción posible del como sea), él, junto a Unasur y la señora
Lucena expropiarán los resultados de esa elección. Posterior a esa declaración
(27-10-2015) y, suponemos que tratando
de remendar el capote, declaró lo siguiente: (el propósito de la campaña
es)…”movilizar al pueblo y ganar como sea por paliza”, es decir, un “como sea”
precisado. O sea, que en metida de pata,
como dicen los españoles, “ya éramos muchos, y parió la abuela”. Lo mejor en
estos casos es darle vacaciones a la jeta, pero no creo que el actual encadenamiento
lo permita.
Sin embargo, y en honor a la verdad, Maduro lo que está es tratando de ser
fiel al legado de Chávez; porque quien inauguró la amenaza electoral de ganar
como sea y pronosticar un apocalipsis si la oposición llegara a ganar, fue
Chávez. La diferencia estriba que Maduro profiere la amenaza y la deja ahí
hasta que se desgasta o se convierte en retórica “revolucionaria”; mientras que
las amenazas de Chávez se cumplieron, en
su mayoría, salvo algunas tremebundas como la de freír a los adecos en aceite, aunque
quedó claro su desconocimiento, por un rato, de los resultados del plebiscito
(2007) en los cuales acompañó su renuencia con golpes de escritorio y una fétida y escatológica calificación.
Por eso, el “como sea” para ganar elecciones no se estrenará el 6-D; de hecho, su existencia electoral es
consustancial al chavismo, excluida la elección de 1998 porque para entonces no
sabíamos quién era ni lo que quería Chávez. Pero el “como sea” chavista siempre
estuvo allí, por eso rotulamos “como sea
y como siempre”, es decir, mellizos en el como sea y como siempre en la sumisión de los
poderes públicos, en la compra de votos de nacionales y extranjeros, en la
dilapidación, saqueo y simple robo de nuestras riquezas, en la estructuración
de un CNE parcializado a favor del Poder Ejecutivo, en las brigadas motorizadas
de los llamados “colectivos”, en suma, en ese monstruo antidemocrático que
solemos calificar de ventajismo electoral.
¿Los herederos de la revolución
seguirán obcecadamente el legado de Chávez? Parece que sí; de ahí que para la
salida a la crisis solo vislumbran un hipotético repunte de los precios del
petróleo en un lapso no menor de un año; y el aumento de la gasolina en un
momento en que sea menor el daño político que ocasione. ¿Agenciarle a la
revolución parte de unos recursos que no supieron cuidar ni reproducir?; ¿continuar
reiteradamente instrumentando la política errónea que dio lugar a este desastre
y con los mismos actores fracasados?, no parece lo más conducente. Maduro y su
gobierno debe ser cambiado en el marco de lo pautado en la Constitución.
Porque el Gobierno ya ha hecho
suficientes “méritos” para hacerse acreedor del
desconocimiento pautado en la Constitución mediante el artículo 350 de
la misma. El problema no reside en saber si este es un gobierno forajido, eso
es como la muerte de Gardel: noticia vieja; lo que verdaderamente importa es
cómo probarlo. Por eso, todo el esfuerzo opositor debería estar dirigido a
demostrar lo obvio. Por de pronto, considerar que el 6-D ninguno se quede en
casa.
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