Las neo dictaduras de América Latina: Bolivia, Ecuador, Nicaragua y
Venezuela (no se incluye Cuba porque ésta es la dictadura más vieja de todo el
planeta) se acostumbraron, compra o sumisión mediante, a “liderar”, naricear
sería más válido, a las seudodemocracias latinas y sus respectivas
instituciones. El soborno y la retaliación sustituyeron los procedimientos
democráticos por la práctica despótica y totalitaria, tanto, que la decana de
las dictaduras latinoamericanas fue invitada con bombos y platillos a regresar
al seno de la OEA, de donde había sido excluida desde 1962; en otras palabras,
la dictadura cubana regresó al corro de la democracia representativa con
pretensiones de paradigma político.
Venezuela, durante las dos últimas décadas, lideró el nacimiento y
desarrollo de las nuevas dictaduras latinoamericanas. Tenía los dos ingredientes básicos: una
inmensa riqueza sobrevenida, altos precios del petróleo, y un gobernante que
consideró e hizo suya tal riqueza. Consecuencia de esto, las instituciones
supuestamente defensoras de la democracia terminaron por concebir y aceptar que
ellas no representaban a los pueblos sino a los gobiernos. De ahí que en los
organismos como la OEA, por ejemplo, su Secretario General siempre obedeció las
directrices del gobierno que lideraba la organización, es decir, Venezuela; aunque
en algunos casos, la mayoría, contravinieran los principios democráticos que
debía defender la institución. Por supuesto nos referimos al señor Insulza.
Hasta comienzos del tercer lustro (siglo XXI) de la era chavista la
mediocridad se enseñoreó en la organización y conducción de la OEA, siendo el
Secretario General Insulza el personaje más representativo de la mediocre
administración del organismo durante este período. Sin embargo, a comienzos del
tercer lustro del siglo XXI los soportes básicos de las neo dictaduras
latinoamericanas (económico e “ideológico”) comienzan resquebrajarse casi de
manera simultánea: el deterioro de los
precios del petróleo y la salud del dictador; en el 2013 fallece éste y el
precio del barril acusa una baja significativa. Ya no es posible mantener la
dictadura en estas condiciones, pues su deterioro es, como diría Lucena,
definitivamente irreversible.
Mas los herederos ideológicos de Chávez no se dieron, ni se dan, por
aludidos y mantienen las prácticas totalitarias y despóticas que caracterizaron
el Gobierno del finado dictador, especialmente en lo que concierne a dos áreas
claves para el desarrollo político: lo jurídico y lo electoral. En lo que
respecta a la OEA el antiguo Secretario
General cohonestó tales prácticas sin emitir el más mínimo reproche político o
administrativo; pero, he aquí que desde mayo de 2015 la OEA estrena nuevo
Secretario General, Luis Almagro, quien, al parecer, no está dispuesto a
dejarse naricear por los facsímiles dictatoriales de la ALBA. Ya no tienen con
qué sobornar a nadie, y si lo logran es gracias
a la generosa gratitud por los regalos y dádivas de ayer. En cuanto a
las amenazas ya no asustan, basta con preguntarle a Guyana.
¿Qué hizo Almagro para hacerse merecedor de tantos elogios? Le escribió una
extensa carta a la señora Tibisay Lucena en la cual puntualiza, defiende,
reivindica y exige las responsabilidades que el cargo le exige a él, e invita a la señora Lucena a
hacer lo propio. A pesar de la pertinencia y contundencia de la carta de
Almagro, esta no tendrá los efectos administrativos que se espera en estos
casos, pero dejará claro ante la comunidad internacional que el desarrollo de
la dictadura chavista, en Venezuela, no debe gozar de impunidad.
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