En la elección presidencial ocurrida el 14-4-2013 los resultados (según
el CNE) dieron como ganador al candidato
oficialista pero, en una consecuencia sobrevenida, beneficiaron al candidato
opositor; éste remontó en muy poco tiempo la cuesta de las encuestas, al punto
de que alcanzó un empate técnico (la diferencia no luce estadísticamente
significativa) y ha logrado cuestionar el triunfo de Maduro. La inversión de
los estados de ánimo ha sido tal, que algunos chavistas (Gómez Muñoz, Aporrea
15-4-2013) han calificado el hecho: “como la primera victoria con un
desagradable y auténtico sabor a derrota”; y un opositor (Rubén de Mayo, El
Universal, 18-4-2013) como “linda derrota”.
Pero lo que más afecta a los chavistas es que el incremento del candidato
opositor (más de 700.000 votos) proviene, casi en su totalidad, de una
deserción chavista. Para Capriles, en una interpretación un tanto ingenua, este
es un contingente que él logró atraer hacia el redil opositor; ¿qué les puede haber ofrecido Capriles a gente del Psuv, PCV, PPT
y MEP para sonsacar exitosamente a algunos de sus militantes?, nada, porque esos grupos políticos (Polo
Patriótico), al menos en sus orígenes, presentan un alto grado de ideologización,
por tanto son resistentes a las promesas
del neoliberalismo y sus parientes. Entonces, ¿por qué votaron
por Capriles?, porque éste fue el medio para atacar a Maduro, a quien una parte
del Polo Patriótico (se exceptúan el Psuv y PODEMOS) pretendieron, y lograron,
echarle una vaina.
En efecto, Capriles incrementa su votación con relación a la elección del
7-10-2012, en más de 700.000 votos. ¿Votantes nuevos?, no, porque se utilizó el
padrón del 2012; sin embargo, es fácil encontrar esos desertores chavistas en
las pérdidas del Polo Patriótico; así, entre el Psuv, sólo 3%, PCV 42%, PPT 47%
y MEP 50% perdieron 605.321 votos con relación a octubre de 2012. Si se suman
las pérdidas de una miscelánea de partidos menores del Polo Patriótico (CR, IPC,
UPV e IVCR) se registra una pérdida total de 710.923, cantidad similar a la que
refleja el crecimiento del voto opositor.
La disidencia chavista se la cobró a Maduro, funcionó un voto castigo en
su contra, aunque él no sea el único culpable: los Castro lo recomendaron y
Chávez lo impuso.
Con base en lo anterior es dable distinguir nuevas realidades políticas. El
fin de la hegemonía chavista, que se
hará más débil en la medida en que aumente la represión “madurista”. Una
oposición que logró hacer realidad la unidad nacional incluyente al haber
incorporado a una parte del chavismo, y que exhibe una fuerte musculatura
política que le proporciona el ser mayoría en los estados más densamente
poblados. Por su parte, el sector oficialista se muestra fraccionado, con
muchos grupos (cubanos, familiares, plutócratas, militares, burócratas, bufones
mercenarios que, nos imaginamos, tendrán que regresar los anticipos) esperando
el reparto de prebendas y dádivas. Afortunadamente, en este sector también hay
quien se pregunta qué pasó con la revolución; un tema sobre el cual tirios y
troyanos deberían conversar.
César Villarroel Castillo
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