El 1-12-2013 publiqué en mi blog (http://cvillarroelc.blogspot.com/2013_12_01_archive.html) con el título de: “El problema no es la
Habilitante, sino la dictadura”, lo siguiente: “El 9 de diciembre la oposición,
sin importar los resultados de las elecciones de la víspera, debería comenzar a
inventariar y diagnosticar los desafueros de Maduro y su Habilitante…y, (con
base en ese diagnóstico) encarar una reorganización de la oposición”. Se
destacan las fechas para evidenciar que la transformación que solicitamos de la
MUD no es una consecuencia de la derrota sufrida el 8-D, sino de la no
pertinencia de su oportunidad y estrategia.
Algunos han considerado un error haber atribuido a la contienda un carácter plebiscitario porque, se aduce, este elector está más interesado en la
solución de su problema local (basura, vialidad, seguridad) que en la problemática
política del país; lo que explicaría la baja votación obtenida. Diferimos de
esta conclusión, el problema no fue plantear el plebiscito sino no saberlo manejar. El bienestar de lo
nacional y lo regional no son
antagónicos ni independientes, pero, en toda circunstancia, lo primero priva sobre lo segundo; y
corresponde a la oposición ejercer la pedagogía política para que sus
autoridades municipales no sean consideradas como simples conserjes.
La MUD se niega a reconocer que su aspiración plebiscitaria fue claramente
derrotada; en vez de negarlo debería ahondar sobre sus causas, entre ellas la
de haber atado esta elección al supuesto liderazgo de Capriles, el cual venía
chamuscado desde la elección del 14-4. Capriles perdió el capital electoral que
generosamente le brindara la deserción chavista durante la elección
presidencial del mes de abril, y que un manejo erróneo de la denuncia del
fraude acabara con aquella efímera
ventaja electoral. El error estuvo en no haberle planteado al elector la
posibilidad de que hubiese optado por la salud del país aunque esto quebrantara
su bienestar individual. Los líderes opositores prefirieron perder libertad y
democracia, antes que popularidad.
La oposición que queremos es una que tipifique la naturaleza del gobierno
que tenemos: ¿democracia o dictadura? Según la respuesta que se admita será la
práctica política que se ejerza. Si se considera no democrático, entonces hay
que unir fuerzas para derrotarlo, pero esa unidad no debe ser de partidos sino
de ciudadanos opuestos a todo tipo de dictadura; cuando se enfrenta una
dictadura la polarización es inevitable, y la oposición está llamada a
responder, con prontitud y firmeza, a todas las acciones de corte dictatorial
que el Ejecutivo desarrolle. No importa si no se logra, por ahora, frenar o
impedir las mismas; lo importante es que la oposición se haga oír y respetar.
Así, por ejemplo, con la corrupción de y en Cadivi (veintidosmil millones
de dólares estafados) la oposición dejó hacer y pasar sin siquiera chistar;
otro tanto ocurrió con la Ley Habilitante que recibió más cuestionamiento de
los estadounidenses que de nuestros parlamentarios; y la guinda de la torta la
puso la MUD cuando no condenó ni protestó el saqueo tercerizado del
Gobierno a los almacenes de
electrodomésticos, ¡para no perder popularidad! Con esa argumentación queda
claro que la MUD no sólo perdió el plebiscito, sino la vergüenza.
La estrategia de esperar pacientemente que el enemigo pierda es la negación
de la oposición; por eso no es de extrañar que en la derrota del plebiscito se
le haya pasado factura a esa oposición aposentada y bobalicona. Se vislumbran
tiempos difíciles y trascendentes: Plan de la Patria, “protectores” que burlan
la voluntad popular, defensa de la Propiedad Privada, corrupción oficialista
que no da tregua, la cubanización del control de precios, una cercana
devaluación y un inminente aumento del precio de la gasolina, entre otros. ¿Están
la MUD y Capriles a la altura de estos desafíos? No, frente a esto la actual
oposición nos propone que habilitemos los chinchorros y nos acostemos a
hibernar hasta diciembre de 2015. Mas, ya pasó la hora de votar; comienza la de
botar… lo no pertinente.
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