Cuando Luis Piñerúa y Herrera Campins
(1978) compitieron por la Presidencia de la República, Billo Frómeta
compuso una melodía en la cual se pretendía, brujería mediante, pronosticar las
señas del ganador; pero al final sólo pudo asegurar que el ganador sería feo,
porque ambos contendores lo eran; de ahí el título de la melodía: “Son feos los
dos”. La guaracha viene a cuento porque después del descalabro de la “salida”,
a la oposición sólo le quedaría: “la emergencia de dos oposiciones o la
refundición de las que existen en una” (Manuel Malaver, La Razón, 4-5-2014), es
decir, elegir entre Capriles y López, juntos o por separado; nosotros sugerimos
una tercera opción: ninguno de los dos, porque, políticamente, son feos los dos.
Uno no ha sabido, ni podido, defender unos resultados electorales
(incremento de votos) y, como todo le ha sido dado, recomienda y practica la
estrategia de esperar que el maná político le caiga de las tramoyas partidistas, como ocurriera
cuando logró la candidatura de las primarias. El otro recorrió con relativo éxito
el acontecer político hasta ganar la batalla de la calle, pero luego se atasca
en la “salida” y arriesga y pierde lo
ganado al enfrascarse en escaramuzas callejeras, sin que, a la fecha, haya
podido ofrecer una explicación plausible. Vanidad torpemente manejada.
Pero más allá del inventario de cualidades políticas de estos líderes
opositores, lo que se evidencia es la ausencia de un organismo que pueda
coordinar todas aquellas acciones políticas destinadas a defender la
Constitución y adecentar (el término rescatar me resulta retórica pomposa) el
proceso democrático que todavía resiste, aunque ya en niveles de “patadas de
ahogados”. Porque en este pugilato de
seudolídres no se disputan cambios de Gobierno o régimen sino la hegemonía de
agrupaciones partidistas en el campo opositor; ya sea por la estrategia de los
dos dedos (uno para mojarlo en tinta y el otro para que lo chupemos), o por la
cándida acción de solicitarle al dictador que renuncie.
Hace rato que diversos articulistas vienen planteando la necesidad de
transformar o eliminar la MUD (eliminar es lo más apropiado para quienes
creemos que transformarla no es ampliarla) para dar paso a un frente opositor,
lo más incluyente y representativo posible, que se ocupe no sólo de los
procesos electorales sino también de lo que es necesario hacer para llegar a
éstos en las mejores condiciones democráticas. La gracia de Capriles y López
nos retrotrajo a los momentos pre unitarios; la MUD hizo mitosis, y ahora contamos con dos MUD (MUD caprilista
y MUD lopecista) y ninguna unidad.
Ha llegado el momento de aglutinar y organizar a los que quieren hacerle
oposición al Gobierno pero sin aceptar una hegemonía partidista; a PJ, y a todo
quien pretenda cobijarse con hegemonías partidistas, hay que echarles un para’o.
A los estudiantes, obreros, académicos, profesionales, artistas, deportistas,
militantes partidistas, y otros; hay que recordarles que han sido convocados a
una mesa de unidad, no por su militancia sino por su gentilicio. Una
composición tan variopinta ameritará una dirección colectiva que oiga a todos,
pero que controle a los sordos anarquistas. Democracia en las decisiones, y
disciplina en su seguimiento y cumplimiento.
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