martes, 16 de septiembre de 2014

Venenos necesarios

Se atribuye a Paracelso la siguiente frase: “Nada es veneno, todo es veneno; la diferencia está en la dosis”. No pretendemos analizar ni la alquimia ni la ciencia del ilustre sabio, esa es para mí una camisa que supera, con creces, las once varas; sino más bien destacar el paralelismo que parece existir entre el postulado médico y el político. En efecto, así  como en la medicina hay productos venenosos que con una dosis adecuada pueden curar, hay en lo social sistemas y concepciones que al pretender curarnos terminan por envenenarnos; nos referimos a los sistemas capitalista y socialista.

Ambos sistemas pregonan y defienden su  bondad, pero a costa de negar la del otro; y para alcanzar ese objetivo distorsionan las dosis de socialismo y capitalismo haciendo más poderoso e inmunes sus respectivos venenos: el capitalismo es necesario y, junto con él la existencia y necesidad de la propiedad privada; el socialismo también es necesario y, junto con él la libertad ciudadana y el respeto a las minorías. La hipertrofia de las dosis produjo ejemplos aberrantes en ambos sistemas: el capitalismo colonizó, esclavizó y sembró de miseria a los pueblos que a él se opusieron, y se oponen; la práctica “socialista” sólo ha servido para entronizar dictadores de la talla y talante de Stalín, Mao, Kim Jong, Castro y Gadafi.

El capitalismo y el socialismo son venenos que no sólo pueden coexistir sino que se necesitan para poder hacerlo; pero hay un elemento que distorsiona la naturaleza de ambos: la corrupción. Ésta rompe el equilibrio que debería mantenerse en la posología de las dosis; para los capitalistas más mercados, incluidos los socialistas; y para los socialistas una mayor individualización de los beneficiarios de la riqueza estatal y menos libertad para las mayorías. China es el mejor ejemplo de la coexistencia con ventajas para el sistema capitalista.

En 1998 la mayoría del pueblo venezolano diagnosticó, protestó y rechazó la hipertrofia de la dosis capitalista (Neoliberalismo) y pretendió corregirla mediante una nueva Constitución (1999); y allí comenzaron los problemas: se blindó la dosis socialista (seis años de período presidencial, más la posibilidad de doce mediante la reelección inmediata) y sólo se previó ante posibles distorsiones de la receta socialista un impracticable artículo constitucional (350). En lo personal creo que los constituyentes jamás pensaron que hubiese gobernante que contrariara los principios democráticos y tirara por la borda tanto apoyo y riqueza que requiriera activar el 350; pero lo hubo, y se llamó  Hugo Chávez.

La desaparición física de Chávez ha producido una situación similar a la de 1998, pero en sentido contrario. Ahora la dosis que se ha hipertrofiado malamente es la socialista. Han arruinado al país, la corrupción e incompetencia campean por sus fueros y la justicia sigue a la orden (o más bien a los pies) del Ejecutivo. ¿Se puede equilibrar la dosis y la posología socialista para salir del atolladero? Sí, pero la voz cantante la tiene el chavismo, pues si persisten en justificar el desastre que dejó Chávez, estarán eliminando toda posibilidad de coexistencia. La consigna dice:”Chávez vive, la revolución sigue”, pues bien, para que la revolución siga es necesario terminar de enterrar a Chávez. No hay otra.


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