Las interrogantes anteriores parecen las más pertinentes para juzgar las
siguientes declaraciones del Vicepresidente de la república: “Tenemos años
pidiéndole a Colombia que revise su política monetaria” Y aunque el contexto de
tales declaraciones refiere al manejo y
consideración de la moneda venezolana en territorio colombiano, no deja de ser
una arrogancia de un alto funcionario que, en términos de política monetaria,
exhibe como logro más relevante de su gobierno el haber dilapidado la riqueza
del país durante la mayor bonanza de precios petroleros que conozca nuestra
historia. Con base en lo anterior, ¿cómo se atreve el populismo chavista a dar consejos y lecciones en política
monetaria?
En la explicación de este absurdo caben
dos posibilidades: primero, un cinismo superlativo, ese señor se burla de los
venezolanos y confía en que no nos daremos cuenta. El Bolívar que nació pretendidamente
fuerte (4,30 por dólar) ahora se cotiza
a cuatro precios: 6,30; 13,50; 200; y el
llamado negro o paralelo que ya ha alcanzado la barrera de los 700. Esos
instrumentos en un marco de política monetaria, generaron un proceso de
corrupción que solicita al Estado dólares a 6,30 y los revende a 200 y hasta
700 en el mercado negro, y con total impunidad (Giordani, dixit) ¿Será ésta la
política que Arreaza está reclamando a Colombia? Pero lo más grave es que este
deterioro del signo monetario venezolano se dio, hasta 2014, con un barril de
petróleo que superó los 100 dólares y, sin embargo, generó una inflación
cercana a un 200%. Despelote con toda la significación del término.
Segundo, estas declaraciones se
enmarcan en la curiosa diplomacia venezolana que en la mañana le “mienta la
madre” al funcionario extranjero
(escatología matutina) y en la tarde extiende su brazo y una invitación al
mismo funcionario para bailar juntos la “Pollera colorá”. Cinismo en el
desayuno y guachafita en el almuerzo.
La oposición venezolana, cualquiera que ella sea, no debería distraerse con
estos potes de humo; tiene que asegurarse que en lo que resta para el 6-D todo
voto del descontento opositor sea uno que golpee al gobierno de Maduro. Para
ello la oposición debe ganar en cualquiera de los siguientes escenarios: en el
volumen de curules conquistados y en una votación nacional mayoritaria. La
mayoría de curules no es fácil de alcanzar porque ya existen leyes que
garantizan el ventajismo oficialista y, además, porque la misma oposición (más
bien la MUD) no logró cuajar la Unidad Nacional. Sin embargo, un simple aumento
de los curules en el sector opositor ya puede considerarse una derrota del
ventajismo dictatorial. No creemos en milagros pero sí en utopías razonadas y
demostrables. Hay que intentarlo porque el voto utópico por el curul será la
realidad en el voto nacional.
La votación mayoritaria en el nivel
nacional favorecería, según las encuestas,
a los opositores. Este voto nacional no puede ser escamoteado ni
invisibilizado como ocurre actualmente. De hecho, la votación nacional puede
considerarse un plebiscito contra Maduro. Por eso vemos con preocupación que se
estén inventando, ante el “no me gusta ninguno”, votos anárquicos como el voto
nulo o en blanco. Si verdaderamente estás en contra del Gobierno, entonces los
votos nulos o en blanco no son opciones porque no podrían contabilizarse contra
el actual gobierno. No se trata de votar por alguien que me guste, sino por
quien te asegure que tu voz de protesta será oída y contabilizada, es decir,
por quien te disguste menos y ayude a derrotar a Maduro. Una avalancha de votos
en el nivel nacional sería la estocada final para la dictadura madurista.
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