viernes, 12 de julio de 2013

Siempre vale la pena votar, excepto… cuando no votar lo valga


Después del 2005, cuando la  oposición decidió abstenerse como protesta  en las elecciones para elegir los miembros de la Asamblea Nacional, siempre hay un grupo de oposicionistas radicales que en la víspera de cada una de las sucesivas elecciones realizadas hasta ahora se cuestionan si vale la pena votar, dada la parcialidad del CNE y el abusivo comportamiento del Ejecutivo. En una democracia siempre vale la pena votar; así como el abstenerse nunca lo valdrá, a menos que se pueda demostrar  con apoyo popular que concurren situaciones extraordinarias que la justifiquen.

Por ejemplo, si se pudiera demostrar que en la Venezuela de hoy se llenan los extremos que exige la Constitución para activar el artículo 350 que textualmente expresa: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos”, se tendrían que rechazar las elecciones hasta tanto se restituya el orden democrático. Demostrar el abuso, es ganar el derecho de rechazar al abusador.

El 14-4 la oposición llamada democrática no pudo, o no supo, demostrar que el proceso había sido fraudulento. Primero adujeron que habíamos ganado pero sin presentar las actas correspondientes; después se pidió una auditoría que no supieron delimitar y,  por último, una revisión de los cuadernos que no fue atendida; al final se impugnó la elección con más argumentos que pruebas. De hecho, los argumentos y pruebas fueron apareciendo por descarte, lo que reveló la ausencia de una reclamación pensada y planificada. Definitivamente, el reclamo de la oposición fue improvisado; pero si quieres enmendar el yerro oblígalos a hacer trampa inundando el 8-D  las urnas electorales con el voto opositor.

Ya no es pertinente preguntarse si vale o no la pena votar; la pregunta correcta es cómo asegurar que esto valga la pena. Depende de dos condiciones: que mi voto se integre a una plataforma unitaria y que los intereses partidistas se supediten al propósito e interés de dicha plataforma. La oposición venezolana ha fallado en ambos casos: su unidad es sólo partidista, de ahí que se nutre, principalmente, de militantes y simpatizantes; no es una unidad  ciudadana. Al ser la MUD una estructura de partidos, éstos no se sienten obligados a respetar los acuerdos que no convengan a sus intereses, como ocurre con la no aceptación de la tarjeta única y candidatos preseleccionados.

Mientras no se piense el camino, no se podrán aprovechar las circunstancias. La piedra de tranca (como se dice en el juego de dominó) sigue siendo el individualismo partidista, con el agravante que desde hace mucho tiempo nos “ahorcaron el doble seis”.


César Villarroel Castillo

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