domingo, 27 de noviembre de 2016

La crisis y la lata de pintura

Una de las características que más distingue a la crisis venezolana es que cada vez que se intenta frenar lo que se logra es alejar la posible solución un poco más. Esto nos recuerda un chiste que nos parece apropiado para ejemplificar. Se cuenta que en una oportunidad en que se terminaba una carretera, o más bien un pedazo, se contrató a uno de los obreros para que, lata y brocha dispuestas,  procediera a pintar la raya que divide los dos carriles. Al tercer día el supervisor increpa al obrero en estos términos: el primer día usted  lo hizo muy bien al pintar cincuenta metros; el segundo día pintó sólo treinta metros que atribuimos al cansancio inicial; al tercer día sólo pintó diez metros, lo que nos pareció anormal; pero  el cuarto día sólo pintó cinco metros, lo que nos parece inaudito. Entonces el obrero le respondió en estos términos: no se da cuenta que cada día la lata de pintura me queda más lejos. 
  
Algo similar ocurre con la crisis venezolana. Está archi diagnosticada; llevamos tres años tratando de avanzar en su solución sin que se haya tenido éxito; comisiones van y vienen; se estrenan y despiden ministros que, según el Presidente, lo han hecho muy bien pero a los que ya, inexplicablemente, no se quiere en esos cargos. En otras palabras, a cada nuevo intento de resolver, frenar,  o paliar las “buenas intenciones” nos quedamos, al igual que el obrero del chiste, con la sensación de que la “lata de pintura cada vez nos queda más lejos” Uno de los líderes opositores ha caracterizado la cadena de desaciertos, palabras más, palabras menos, en los siguientes términos: “La oposición se ha convertido en una experta en transformar los triunfos en derrotas; mientras el oficialismo se ha hecho experto en convertir las derrotas en victorias” ¿Porqué no le tomamos la palabra al dirigente opositor? A la actual dirección opositora hay que liquidarla para que pueda seguir viviendo. Veamos.

La sentencia atribuida al líder opositor con la que culminamos el párrafo anterior, quizás solamente pretendía un simple juego de palabras que describiera  sarcástica y “acertadamente” toda la tragedia que nos agobia, mas si se dan como válidas el pensamiento y sentir del líder opositor estamos frente a una confesión que deja muy mal parada la eficacia de la MUD porque revelaría que los fracasos de la oposición se deben a ella misma. Aquí cabría el conocido aforismo que reza: A confesión de parte, relevo de pruebas. Esto abonaría el camino para justificar la reorganización de la MUD, así como también  la organización e incorporación de aquellos que no son maduristas pero tampoco apoyan a los sectores opositores (MUD).  

Cuando hablamos de liquidar la actual dirección opositora nos ubicamos en la misma situación de la dirección oficialista  que solemos criticar con tanta seguridad: si siguen haciendo lo mismo, seguirán obteniendo el mismo resultado;  bueno, esto es válido también para la oposición, ¿tres lustros de reiterados fracasos estratégicos  no son suficientes? Si se llegara a cambiar la dirección opositora  cabría la posibilidad de reorganizarla  para intentar la conformación de una unidad opositora de carácter nacional. ¿Utopía? Posiblemente, pero sin ella no llegaremos a ninguna parte. La dictadura no puede, ni debe ser enfrentada por facciones ni fracciones. Hasta ahora la MUD ha sido dirigida por los líderes partidistas; de ahí que sus aportes estratégicos privilegien el interés partidista. Criticar esta postura nos ganará el calificativo de defensor de la “anti política”, pero ha llegado el momento de darle un chance a los independientes.

Cambiar la dirección opositora implica no sólo cambiar los nombres ni los hombres sino también  los criterios.  Necesitamos cambiar a la vieja dirigencia de la MUD, no porque sean incapaces sino porque sus estrategias no fueron  congruentes  con el tipo de gobierno al que tenían que enfrentar: la dictadura. Su principal pecado político consistió en que su ineficiencia e ineficacia derivaban de los parámetros y estándares pautados por el propio Gobierno. De ahí la paradoja que encabeza el título de este artículo, porque en la medida en que la oposición está  más cercana a la solución de la crisis, más lejana está una salida eficiente y eficaz  de la misma, en otras palabras: ¡Cada vez la lata de pintura nos queda más lejos! ¿Cómo debería ser la nueva dirigencia opositora?

La dirigencia de la MUD es una de tipo partidista, cuyo liderazgo cambia en la medida en que cambia el protagonismo de sus miembros;  en consecuencia, se pretende actuar en pro de una unidad nacional con unos mecanismos que niegan y/o boicotean esa unidad. El comportamiento de los líderes opositores desde Manuel Rosales  hasta el  intocable Timoteo Zambrano, este último con una actuación tan errática como sigilosa que, sin embargo, no ha podido ser desplazado de la dirigencia opositora. ¿Habrá alguien dispuesto a votar por Timoteo? Si, los chavistas de conspiraciones y máscaras. Si se quiere insistir en una unidad nacional opositora deberá pensarse en una dirigencia apartidista no solo distinta sino también diáfana e inclusiva sin los Timoteo Zambrano de siempre.      

domingo, 13 de noviembre de 2016

“El americano feo”

El título refiere a un “best seller” de los años sesenta del siglo XX (Lenderer y Burdike, 1959), en el cual se describe la arrogancia, abuso, ignorancia, mal gusto, “patanería” y otras lacras de las cuales se sentían muy orgullosos los estadounidenses de la época.  En la política y la economía el sentir y ser de estos ciudadanos era claramente excluyente; prueba de ello fue el extrañamiento conceptual del gentilicio americano si sus coordenadas no cuadraban dentro de Canadá por el norte y México por el sur. Todavía hay quienes consideran, mi nieto por ejemplo, que los mexicanos  no son norteamericanos. En lo ideológico también se hizo sentir lo bueno y lo malo del “americano” feo, y,  al tener que elegir la opción de cursar postgrado en el extranjero, rechazamos  hacerlo en los Estados Unidos, aunque era donde más  se había desarrollado nuestra especialidad, pero también  donde corría el riesgo de comulgar con el Imperio. Mocedades de sarampión rojo.

Bueno, el Americano Feo  ha regresado. Se llama Donald y acaba de ganar la presidencia de los Estados Unidos.  ¿Por qué? Porque el estadounidense genuino lo es también el  feo. Egoísta, pragmático y palurdo.  En una retrospectiva de presidentes republicanos recientes pueden encontrar con facilidad que los que han dejado huella (positiva o no) se ubican en el perfil que hemos esbozados: Reagan y Bush, que no tuvieron reparos en declararse incultos, es decir, de proclamar su fealdad gringa. Por eso  Trump, a pesar de no tener pedigrí  republicano pudo llegar a las clases y grupos más estadounidenses, obreros y clase media baja. Por eso no tuvo reparos en embaucar las encuestas, o más bien a los encuestadores.  Trump fue leal  hasta con las estupideces; yo las pienso, yo las digo y, además, asumo la responsabilidad frente a la burla o el epíteto. El estadounidense feo también habla inglés.

Se ha especulado acerca de un supuesto paralelismo político entre la figura del recién electo presidente estadounidense  y la del ex presidente Chávez. Creemos que no existe tal paralelismo, excepto en lo que respecta a sus manifestaciones escatológicas.  Ambos no escatimaron en sus respectivas áreas de gestión política el cultivo de la grosería amparados en un poder económico de origen hereditario en el primer caso y de una circunstancia política en el segundo. Chávez no pudo ver el desmoronamiento de su poder económico, en cambio Trump terminará su mandato (largo o corto) sin que se vea afectado su patrimonio económico. En este sentido es importante destacar que el poder económico administrado por Trump es de carácter estatal; en cambio ese poder en el caso de Chávez era considerado y administrado como uno de tipo personal.


Otro de los elementos que distinguen ambos políticos  es su actuación en el ámbito de las relaciones exteriores. En el caso de Chávez éste jugó fuerte en política exterior e influenció el pensamiento político durante los dos últimos lustros del siglo XXI. Su acción política fue de tipo personal. No podemos ni debemos especular sobre el comportamiento de la política exterior de Trump, pero podemos aventurar que ésta no diferirá mayormente de la que ya ha evidenciado los ex presidentes republicanos que le han precedido.  

jueves, 3 de noviembre de 2016

¿Hace falta un plan “B”?

Mires (Mires, 2016) , al tratar de analizar los posibles errores de la estrategia de la oposición política venezolana señala: que estos pueden sintetizarse en los  siguientes: “el primero dice que la acción política depende de la definición del régimen. El segundo: que la MUD está obligada a tener un plan “B” en el caso de que fracase el RR-16”. El primero fue costosamente practicado durante el fallido intento de activar el RR. La oposición creyó ingenuamente que una dictadura puede entregar democráticamente el poder. El Gobierno estuvo dispuesto a entregarlo todo excepto el poder; de ahí que lo más álgido del RR no giraba  en torno al contenido sino a la fecha de su realización. Más allá del 2016 el Gobierno se jugaba un cargo, dentro del 2016 el Gobierno se jugaba todos los cargos, es decir, el poder.

Con relación al segundo error, Mires lo percibe como una supuesta obligatoriedad de presentar un plan “B” (suerte de objetivos alternos) ante la posibilidad de que no se logren los objetivos principales. Posiblemente el planteamiento resulte en lo teórico y en lo general, pero si se contextualiza en la Venezuela de hoy  lo más probable es que no encontremos evidencias de planificación alguna. De hecho, en todo el período “revolucionario” tanto la democracia representativa como la dictadura sólo presentan un concierto de improvisaciones. Por eso  no es cierto que la oposición haya sido obligada, alguna vez, a tener como seguro resguardo un fulano plan B.

Lo que sí debería ser obligatorio para la oposición es la presencia de un protocolo que asegure a las decisiones tomadas por la oposición la consecución de los objetivos previstos. En vez de pensar en un naipe escondido “bajo la manga” debe considerarse, previamente,  la secuencia de acciones que establezcan la relevancia,  pertinencia, factibilidad (correlación entre lo deseable  y lo posible),  y la viabilidad. Algo parecido a los buenos ajedrecistas que conciben y practican, hasta por cinco pasos,  las jugadas que conduzcan al jaque mate del adversario; totalmente en contrario a los malos políticos de la MUD, que sólo llegan a percatarse de los efectos de sus decisiones mucho tiempo después de  cuando ya las estemos padeciendo.  

A partir de noviembre del año en curso la confrontación entre el oficialismo y la oposición se agudizará; ésta tendrá una gran oportunidad, ¿la última?, pues controlará el patio (la Constitución) y la bandera (el voto). En lo futuro es muy difícil concebir cambios constitucionales que no se concreten  en opciones electorales, y que no puedan ser manipulados por el Ejecutivo, el poder judicial (TSJ) y la misma MUD. Nos estamos refiriendo a los cambios constitucionales: Enmienda, Reforma Constitucional y Constituyente. Ninguno de estos procesos puede ser boicoteado por el Ejecutivo, el TSJ, ni la MUD porque la Constitución previó la posibilidad de que la propuesta de cambio pueda ser asumida como una responsabilidad de un porcentaje de los electores. Será la actuación de la democracia directa que supera a las instituciones ya citadas.

Lo anterior no evita que la dictadura se comporte como tal, en ese caso se la debe enfrentar como lo que es: una costosísima dictadura. Vale enfatizar, sin embargo, que el propósito político de los cambios es evitar que se repitan los entuertos tanto del oficialismo como de la oposición. Por ejemplo, los cambios con relación a las elecciones presidenciales deben considerar la no reelección presidencial y  y el balotaje; lo primero para “cortarle las patas” a los pichones de dictadores; y lo segundo para evitar que alguien pueda llegar a la presidencia sin tener un verdadero respaldo de las mayorías; y otras observaciones importantes podrían aducirse en lo que concierne al CNE, que no es imparcial y que es violatoria de la Constitución en lo que respecta a la proporcionalidad de los resultados electorales.

No hay que esperar al 2019 para preocuparse por estas cosas; de hecho, debimos comenzar ayer.  


Fernando Mires, Noticias Universitarias: “Dos errores”.csarvillarroel8

miércoles, 12 de octubre de 2016

La Habana usurpadora

En algunas contiendas, por ejemplo el boxeo, suele utilizarse un tipo de juez que juzga pero cuyo veredicto no es vinculante. Este personaje se encarga de orientar el cumplimiento de los reglamentos y, en ocasiones, solicitar e  imponer sanciones cuando la transgresión de las reglas así lo ameriten. Todo esto para disminuir al máximo la posibilidad de parcializaciones y/o falta de equidad al dirimir el final de la contienda. Así, por ejemplo, la sede del  evento resulta crucial por la influencia que pueda generar un público cuando su equipo juegue localmente, lo que los futbolistas llaman el jugador Número 12; en estos casos se opta por elegir una sede neutral que garantice la idoneidad e imparcialidad de la contienda.

Lo anterior viene a cuento porque, a propósito del reciente plebiscito realizado en Colombia,  nos luce que en la contienda FARC vs Gobierno Colombiano el arbitraje de la contienda fue claramente parcializado a favor del grupo guerrillero. Veamos. El Gobierno de Colombia que debió representar al pueblo colombiano pero que al final solo le alcanzó para representar a un sector de ese pueblo y el ego de Santos quien, al igual que Ricardo III, estaba dispuesto a cambiar su reino por un caballo en el caso de Ricardo, y un Premio Nobel de la Paz en el caso Santos; y lo consiguió, aunque “chucuto”.  El obsequio de parlamentarios, por ejemplo, solo puede entenderse en el marco de un negociador que está dispuesto a darlo todo,  siempre que le aseguren el Nobel de la Paz.

En la selección de quienes deberían ser los más imparciales fue en donde se generaron las mayores iniquidades. Primero, se acordó como sede de las conversaciones a La Habana. ¿A cuenta de qué? Porque hasta ahora La Habana se ha convertido en el aliviadero “madre” de los diferentes grupos guerrilleros latinoamericanos, y, en consecuencia, no es la sede más idónea para convertirse en asiento de un proceso que exige una total neutralidad en su calidad de negociador. La Habana debió ser considerada la menos indicada porque su sesgo ha sido históricamente notorio. Solo una sede ideológicamente comprometida a favor de la guerrilla pudo aceptar sin chistar el “obsequio” de parlamentarios y la impunidad ante los delitos de lesa humanidad.

Con relación al anfitrión y el grupo de notables que se comprometieron a desbrozarle a Santos el camino hacia Oslo la parcialización no deja lugar a dudas. Raúl Castro es, dentro del espectro latinoamericano, lo más lejano a un demócrata y lo más cercano a una charada guerrillera. Mientras estuvo vivo Chávez no ocultó su admiración por la guerrilla. Declaró en pleno Congreso venezolano  la beligerancia de las FARC, y cuando  Raúl Reyes fue asesinado por las fuerzas colombianas dirigidos por Santos en calidad de Ministro de Defensa de Uribe, Chávez amenazó con movilizar tropas a pesar de que el más afectado había sido el Gobierno del Ecuador. Por cierto, Chávez no tuvo la oportunidad de pasar la factura correspondiente, ¿dejaría  el  encargo a su pupilo Maduro?; quien, ¿por casualidad?, formó parte de los garantes de los acuerdos.


Un balance muy somero perfila desde ya unos resultados posibles, aunque también se asoman algunas dificultades de esas que llaman de posiciones tomadas. Ya veremos. Por de pronto, Santos se salió con la suya no tanto por lo que hizo sino por lo que permitió. Se alzó con su Premio Nobel de la Paz, aunque bastante disminuido por las circunstancias. El premio se quedó en Colombia, pero el tufo también.  ¿Habrá nuevas conversaciones, o se continuará con las ya iniciadas y derrotadas? Por ahora habrá nuevos escenarios y protagonistas. Asoma Quito como nueva sede  y, por supuesto, Correa como anfitrión, ambos comprometidos ideológicamente con la FARC pero en situación muy distinta a la anterior: negociaciones diáfanas y públicas dado que Santos resultó un fiasco. 

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Prorrogando la prórroga

Ante su incapacidad gubernativa, el Gobierno ha decidido gobernar por decreto, o mejor, recurrir al reconocimiento de la  excepcionalidad administrativa estatal cuando ésta amerite liberarse de la normativa que rige un campo específico de la administración pública  por un tiempo específico; para que el Ejecutivo no se encuentre atado al burocratismo en la solución del problema. Suele ocurrir, algunas veces,  que el tiempo previsto para solucionar el problema no es suficiente, razón por la cual se puede prorrogar el plazo previsto para cumplir la tarea encomendada.

La Revolución Bolivariana desde muy temprano explicitó su intención de construir una hegemonía política y administrativa con base no sólo en la excepcionalidad sino en la perpetuidad. Así como Lenin pidió todo el poder para los soviets, en la Venezuela del 2000 Chávez pidió todo el poder para él, y se lo dieron. Uno de los instrumentos que el caudillo utilizó para garantizarse esa hegemonía fue la gobernabilidad por decreto;  las misiones, las leyes habilitantes y la rutinización de la excepcionalidad se inscriben en este burladero de la norma. Así, se crearon las “misiones” para resolver un problema concreto (la exclusión y retardo educativo) pero cuya sustentabilidad estaba sujeta a nuevos fines y objetivos marcados por un sesgo ideológico,  como ocurriera con los proyectos educativos: José Félix Ribas y Gran Mariscal de Ayacucho y, por eso,  devinieron en proyectos permanentes y paralelos a la institucionalidad educacional prevista.

Otro tanto ocurrió con las prórrogas que convirtieron en permanentes los proyectos contenidos en las Leyes Habilitantes durante la gestión de Chávez y los decretos de excepción  durante la administración de Maduro. En ambos casos se abusó de la prórroga que convirtió en permanente lo que no debió pasar, en cada caso, en una prórroga de 60 días. En lo que concierne a la gestión de Chávez el tratamiento de las prórrogas fue abusivo pero contó con una Asamblea Nacional que le aplaudía la gracia; en cambio, en el caso de Maduro no sólo violó la normativa parlamentaria  sino la misma Constitución.

El Presidente Maduro ha prorrogado hasta por cuarta vez el Estado de Excepción y Emergencia Económica. ¿Es posible, legal y factible? En una dictadura sí, solo la MUD parece ignorar que padecemos una neo dictadura en las cuales estas lacras no sólo son posibles sino consustanciales a la misma, porque los encargados de administrar justicia (TSJ) les ha dado por interpretar la ley en beneficio del Ejecutivo. Si nos atenemos al concepto de prórroga manejado por Maduro y sus acólitos, Nicolás podría mantenerse en el poder todo el tiempo que quiera mediante una “prorrogitis” aguda que, según especulaciones, es lo que pretende el señor Presidente.

El rasgo más característico de la prórroga, sin embargo, es su temporalidad específica, es decir, su práctica, en un marco democrático,  no debe utilizarse para perpetuarse en el poder. Pero lo más dramático de estas prórrogas prorrogables del señor Maduro es que no sirven al propósito que los engendró; así, los últimos decretos de Excepción para mejorar la economía no han producido ni una medida que apunte en esa dirección. A menos que se acepte que el verdadero propósito de tales decretos sea el de hacerse del poder por medios fraudulentos.


Si este fuese el caso le sale a la oposición mucho trabajo por delante. Deben desde ya concebirse y comenzar a instrumentar una serie de reformas que no aceptan dilación ni excusa.  Es necesario modificar el sistema de elección presidencial pues es una de las causas por las cuales los gobernantes ocasionales llegan a convertirse en una incubadora de “pichones de dictadores” Así mismo, debe reformarse de inmediato el sistema de elecciones para asegurar, por ejemplo, el reconocimiento  de la representación de las minorías, mediante la aceptación de la proporcionalidad de los resultados electorales. Además, debe corregirse la ligereza con que fue tratada la independencia de poderes en una  Constitución que fue hecha para Chávez. 

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Neo dictaduras seudo democráticas

Parece que en Latinoamérica  el sol de las dictaduras ha venido declinando. Quedan algunas de rancio abolengo cuyas prácticas no solo se mantienen sino que se pretenden justificar, como las cubanas (Castro I y Castro II). Sin embargo, otras de más reciente data como la de Erdogan y Maduro siguen fieles al legado de la dictadura militarista, y han resucitado la saga totalitaria, masacres mediante, el primero por exhibir y cacarear la masacre realizada, y el segundo por prometer emular al primero en ese aspecto, cuando se presente la oportunidad.

Otras dictaduras se disfrazan de democracias, como la de Putin en Europa, con solo pregonar su adhesión  a alguna característica democrática; por ejemplo,  la prueba irrefutable de su condición liberal  es, para algunos,  la práctica de elecciones periódicas que curiosamente siempre deben ser ganadas por el dictador de turno, manteniendo el principal propósito de toda dictadura: perpetuar en el poder a su líder. Son las neo dictaduras. En sus buenos tiempos Chávez exigió a sus  partidarios que, por escrito, renunciaran a la posibilidad de competir electoralmente contra  él. Quienes desoyeron el mensaje, como el general Isaías Baduel, todavía pagan prisión por ese desliz.    

Venezuela es una de esas neo dictaduras que compraron su membresía y pretendido carácter “democrático” a fuerza de petróleo y dólares; de hecho, no se le debe escamotear a Chávez la paternidad del modelo en Latinoamérica, lo que ha permitido un remanente neo dictatorial de gobiernos como el de Rafael Correa en el Ecuador; Ortega en Nicaragua; Evo Morales en Bolivia (frustrada); y Nicolás Maduro en Venezuela. Pero dos acontecimientos ensombrecieron en Latinoamérica la época dorada de las neo dictaduras: la muerte de Chávez y la caída de los precios del petróleo.  En América Latina las neo dictaduras están de regreso;  sólo dos países del grupo antes citado se resisten  a unas posibles reformas democráticas: Nicaragua y Venezuela; y de las dos es Venezuela la que está llevando la peor parte porque sus  conductores políticos se niegan, tozudamente, a rectificar.

La lucha contra la  neo dictadura venezolana, como con cualquier otra, pasa por enfrentarla con una unidad opositora que permita aislarla y, al mismo tiempo, nuclear a las diferentes fuerzas democráticas que la apoyan. Lamentablemente, en Venezuela la oposición está bastante lejos de ofrecer una unidad como la descrita y deseada. El liderazgo opositor parece no haber entendido que la dictadura no es sólo un grupo político más que compite con sus pares partidistas, sino el grupo político que toda democracia está obligada a enfrentar. El problema radica en que las neo dictaduras se disfrazan y guarecen en el cobijo democrático, aunque su accionar revele un comportamiento radicalmente distinto al de esta última. Venezuela es un caso emblemático de estas democracias postizas.

En el caso venezolano el guión seguido fue el siguiente: controlar los poderes públicos que ameritaban para su administración una total imparcialidad (AN, TSJ y CNE), especialmente la que concierne a la indeterminación  de la reelección presidencial;  y si ésta no se da de manera natural, entonces se recurrirá al soborno, chantaje, represión y cualquier otro mecanismo que permita mantener en el poder, reelección mediante, al pichón de dictador en ciernes.  El modelo no es nuevo ni único, en Asia lo practican con mucho fervor los gobernantes de Corea del Norte, Putin hace lo propio en Europa, y ya  hemos nombrado los especímenes suramericanos de ayer  y de hoy.

Con base en lo anterior es dable concluir que las principales batallas que deberán librarse en Venezuela en defensa de la democracia tendrán sus desafíos más importantes a lo interno del propio grupo opositor, al hacer que éste llame y considere a la dictadura como tal. De otro modo las fortalezas de las democracias resultarán ineficientes e ineficaces porque las dictaduras no respetan el juego democrático. Ejemplo, el 6-12 de 2015 se eligió una Asamblea Nacional que la oposición ganó con un 66% de los curules, pero que la dictadura rebanó y aporreó a su gusto sin que la oposición reaccionara. Ahora el oficialismo se burla de la oposición y la Constitución al retardar los lapsos para activar un revocatorio al Presidente Maduro. Es el momento de reaccionar. ¿Cómo? Enviando al Gobierno un ultimátum, que si es desatendido genere la rebeldía nacional y el desconocimiento del CNE, con base en el 350.

Pareciera que detrás de esta propuesta se esconde un propósito belicista. Nada que ver. No tenemos ni intenciones  ni medios para acariciar acciones de violencia; pero es la última oportunidad que tiene la AN para hacer respetar la Constitución. En la escaramuza política que se avecina debe quedar claro, nacional e internacionalmente, que si no se realiza el revocatorio en el 2016 es por culpa del Gobierno y de nadie más. Pueda que no se dé el revocatorio dentro de los lapsos previstos en la Constitución, pero se restaurará la independencia de uno de los poderes más importante: el Legislativo (AN). La opinión internacional sólo espera que la oposición venezolana fije la pauta; el pueblo de Venezuela también.


En el marco de las tácticas y estrategias es posible concebir un espacio de cohabitación entre ambas formas de gobierno, pero quedando claro que  el propósito fundamental e ineludible de cada uno es la transformación del otro, para lo cual es necesario un equilibrio de poderes.  Por eso, en la lucha contra un déspota es imprescindible contar con una unidad  a prueba de trácalas y dispuesta al sacrificio; que sin eufemismos ni medias tinta llame a las cosas por su nombre, pero con la inteligencia suficiente que amerita la tarea que se le ha encomendado. 

sábado, 13 de agosto de 2016

Transición en dos tiempos: unidad y cambio

En las filas de la oposición se ha aceptado que la llamada transición política se enmarque dentro de los parámetros de la unidad y el cambio; mas sin embargo, la unidad que se ha alcanzado no logra superar los acuerdos con toldas afines, como PJ y VP, y los cambios que se han sugerido e instrumentados no han podido sortear las alcabalas del TSJ. Mucho tememos que de seguir las cosas como van nos encontrará el 2018 con una oposición, el pedazo menor, “que se niega a retratarse con el otro” aduciendo en aquél  impureza ideológica y ausencia de pedigrí  revolucionario pero que en cambio aceptaría que el TSJ y CNE lleven de la mano a Maduro para ungir su reelección.

Con base en lo anterior, oposición y oficialismo parecen, desde el  7-12-2015, estar jugando a la “democracia en diferido”. Así, la oposición se ha limitado en el primer semestre del 2016 a diseñar y proponer iniciativas que sólo han llegado a ser eso: iniciativas, huérfanas de motivación,  concreción y logros,  como si fuera todavía muy temprano para ocuparnos y preocuparnos del acontecer democrático, es decir, la AN habría optado por diferir la democracia y libertad. Mientras el oficialismo, aprovechándose una vez más  del onanismo opositor, también ha decidido, TSJ y CNE mediantes,  diferir la derrota de diciembre de 2015 amparado en la perplejidad que el evento produjera, más en los victoriosos que en los derrotados.  El balance de estos diferimientos favoreció al oficialismo.

Nos imaginamos que en la oposición habrá propósito de enmienda y disposición al cambio; la cuestión es con quién y qué cambiar. La primera duda nos remite al problema de la unidad conformada ésta por un grupo de retazos que no quieren unirse sino que esperan que los demás se les unan, pretendiendo “derechos” adquiridos en contiendas pasadas. Así, el 6 de diciembre se contentaban “con algo”, pero el 7 eran los dueños del  66% de los diputados electos, excepto por los tres diputados de Amazonas que se dejaron escamotear.  Por su parte, los opositores  ideológicamente “puros” prefieren el naufragio definitivo de la democracia “antes  que empañar su reputación revolucionaria”. Los opositores deberían recordar que en sus enfrentamientos ninguno ganará; en la unidad  nacional, sin embargo, todos ganaremos. La primera y más importante batalla por la democracia se dará en los tiempos de la unidad.


Suponiendo que llegara a darse la unidad supra partido opositora,  y que pudiéramos decir con Andrés Eloy Blanco: “cómo sin haber dormido pudimos haber soñado”, la unidad opositora debería encarar dos agendas inaplazables, aunque una lo sea más que la otra: atacar las crisis económica (urgente) y judicial. Las dos deberían  atacarse desde  ahora aunque la inmediatez en el tratamiento lo exija lo económico.  Como lo diría el refrán: en lo adelante la AN deberá  simultáneamente”caminar  y masticar chicle” Los eventos más inmediatos en la lucha por la democracia y libertad (referendo revocatorio y elección de gobernadores) ameritan de una unidad nacional   ¿Y qué pasa si la oposición no logra concretar la unidad nacional? Se seguirá insistiendo, pero no en lo mismo ni con los mismos. Si no logramos cambiar el  Gobierno, entonces habrá que cambiar la MUD y los rebeldes sin causa. Cumplir las promesas será una realidad en los tiempos de cambios.